"Muy pocos proyectos transforman culturalmente una región como Biocarbono". Aunque no es una cita mía, refleja perfectamente lo que siento. El Proyecto Desarrollo Bajo en Carbono en la región de la Orinoquia en Colombia, más conocido como Proyecto Biocarbono y que tenía como objetivo generar las condiciones institucionales, regulatorias y logísticas para que la región implemente prácticas agrícolas productivas sostenibles y bajas en carbono, cerró operación en octubre de 2024 luego de seis años de operación. ¿Pero que pasó en estos seis años?
El proyecto Biocarbono en la Orinoquia colombiana ha impulsado un cambio de comportamiento entre gobiernos, comunidades forestales y productores agrícolas en una vasta región de más de 25 millones de hectáreas, hogar de diversos ecosistemas y culturas. Hace seis años, la Orinoquia era una región de planificación fragmentada, en la que se daba prioridad a un desarrollo agroindustrial a gran escala que proyectaba grandes afectaciones ambientales y pocos beneficios para su población.
Hoy, los habitantes y las instituciones de la Orinoquia tienen una nueva perspectiva. Valoran lo que tienen en términos de recursos naturales y culturales, y reconocen el valor de conservar ecosistemas vitales y desarrollar prácticas agrícolas bajas en carbono a todas las escalas: pequeña, mediana y grande. Esta transformación se apoya en políticas, normativas y alianzas innovadoras entre los sectores público, privado y comunitario. Los instrumentos de planificación de la región, aunque siguen siendo variados, están ahora mejor alineados para reflejar las necesidades particulares del territorio.
La promesa de posibles pagos futuros por el carbono ha sido un incentivo para este cambio. Estos pagos ofrecen ingresos adicionales a los productores y las comunidades locales, al tiempo que aportan beneficios no relacionados con el carbono, como la mejora de los medios de vida, la conservación de la biodiversidad, la adaptación al clima, los derechos sobre la tierra, la inclusión social y de género y una mejor gobernanza.
¿Qué se necesitó?
Para llegar a este punto en la región, se necesitaron seis años, 20 millones de dólares y el compromiso de numerosas partes, incluidos dos ministerios nacionales, múltiples organismos gubernamentales a todos los niveles, el sector privado, comunidades rurales e indígenas y socios internacionales. La alineación con otras iniciativas de cooperación y una extraordinaria voluntad política han posicionado a Biocarbono como un marco de política nacional, que sirve de modelo para todo el país, sobre cómo promover la gestión sostenible de la tierra y los bosques para reducir las emisiones, proteger la biodiversidad y mejorar los medios de vida.
¿Quiénes participaron?
El Proyecto fue implementado por el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural de Colombia junto con el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible y el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM) en asocio con la institucionalidad pública del orden nacional, departamental y local.
Durante este tiempo se establecieron más de 46 alianzas con y entre el sector privado y 68 con organizaciones sin ánimo de lucro, al igual que se crearon y fortalecieron más de 41 plataformas multi-actor como el Nodo Regional de Cambio Climático de la Orinoquia - NORECCO y las mesas departamentales de ganadería sostenible, las mesas forestales, las mesas agroclimáticas y otras que han permitido generar un diálogo fluido entre el gobierno, los agricultores, gremios, comunidades locales, la sociedad civil y la academia.
Financiado por la Iniciativa del Fondo del Biocarbono para Paisajes Forestales Sostenibles (ISFL) del Banco Mundial, el Proyecto Biocarbono ha sido un catalizador para remodelar las prácticas de uso de la tierra en Colombia. Se generaron más de 75 documentos técnicos y se apoyó la generación de más de 27 piezas de política pública y reglamentarias del orden nacional y departamental para la planeación y promoción del manejo sostenible y bajo en carbono de la región.
El enfoque jurisdiccional del programa —probar soluciones en regiones enteras— ha sido fundamental. Ha permitido a las partes interesadas abordar las sinergias entre los diversos usos de la tierra, como la agricultura, generación de energía y la protección de los bosques, fomentando soluciones integradas que satisfagan diversas necesidades. Las lecciones aprendidas en Colombia forman parte de un esfuerzo más amplio en cinco países apoyados por ISFL —Colombia, Etiopía, Indonesia, Zambia y México— para probar enfoques innovadores y compartir conocimientos a nivel mundial.
¿Y ahora qué?
Se espera que el Gobierno de Colombia inicie pronto negociaciones con el Banco Mundial para un Acuerdo de Compra de Reducciones de Emisiones (ERPA), el cual permitiría a Colombia acceder a 50 millones de dólares en pagos basados en reducciones verificadas de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) procedentes de la agricultura, la silvicultura y otros usos de la tierra (AFOLU) en la Orinoquia. Estos pagos seguirán impulsando el cambio de comportamiento, movilizando recursos, reduciendo emisiones y promoviendo la asociatividad entre las partes, al estar en su mayoría destinados a financiar proyectos en el territorio beneficiando directamente a las comunidades responsables de lograr las reducciones. También ayudarán a crear más y mejores empleos verdes y apoyarán el cumplimiento de las Contribuciones Nacionales Determinadas (NDC, por sus siglas en inglés) de Colombia y su Estrategia Nacional de Biodiversidad y Plan de Acción (NBSAP, por sus siglas en inglés).
El cierre del Proyecto Biocarbono marca el fin de una etapa, pero también abre la puerta a nuevas oportunidades. Las lecciones aprendidas y los vínculos establecidos en la Orinoquia trascienden fronteras, ofreciendo una hoja de ruta para otros países y regiones que buscan equilibrar desarrollo, sostenibilidad y resiliencia climática. Este proyecto deja un legado tangible: prácticas transformadoras, alianzas sólidas y una visión compartida de que es posible construir un futuro más sostenible para las comunidades y los paisajes que habitan.
El ISFL cuenta con el apoyo de generosas contribuciones de Alemania, Noruega, Suiza, Reino Unido y Estados Unidos.
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