Si busca en Google "cuál es la región más desigual del mundo", encontrará que América Latina y el Caribe encabeza la lista. A pesar de haber tenido éxito en reducir la desigualdad a principios de la década de 2000, la mayoría de los países de la región han detenido su progreso, y la región en su conjunto ha seguido siendo la más desigual del mundo (según el índice de Gini, una medida de la desigualdad), incluso antes del inicio de la pandemia de COVID-19.
Lamentablemente, la pandemia ha empeorado la situación de la región al exacerbar las disparidades existentes. La nota del Banco Mundial “Cuidado con la brecha: Cómo la COVID-19 está incrementando la desigualdad en América Latina y el Caribe” presenta los principales canales de cómo las crisis de salud y económica han agravado aún más las desigualdades, dejando atrás a grandes segmentos de la población.
El impacto a corto plazo es principalmente monetario, pero los efectos no monetarios, como la inseguridad alimentaria y la baja participación en la educación, probablemente continuarán incluso en la pospandemia. Sin duda, una baja acumulación de capital humano hoy significa menos oportunidades mañana y una perspectiva negativa de largo plazo para la región. Por lo tanto, los hacedores de política deben priorizar acciones que reduzcan las pérdidas de capital humano.
Más allá del ingreso
La crisis ha afectado a todos, pero aquellos con medios de vida modestos han tenido mayor probabilidad de perder sus trabajos y visto caer sus ingresos . La mayoría de los trabajadores de bajos ingresos estaban empleados en sectores directamente afectados por las medidas de distanciamiento social. Por lo tanto, este grupo experimentó una mayor pérdida de puestos de trabajo y, en consecuencia, mayores disminuciones en los ingresos laborales.
Los hogares muy vulnerables también padecieron altos niveles de inseguridad alimentaria. Las pérdidas de ingresos, junto con el aumento de los precios de los alimentos, se tradujeron finalmente en un menor poder adquisitivo y una mayor inseguridad alimentaria, especialmente entre los menos favorecidos. Más de la mitad de los hogares más vulnerables informaron haber experimentado algún tipo de inseguridad alimentaria, el doble de la proporción de los hogares más acomodados (Figura 1).
A medida que pasó el shock inicial, la seguridad alimentaria mejoró en general. Sin embargo, 1 de cada 4 hogares altamente vulnerables siguió sufriendo de inseguridad alimentaria en agosto de 2020. Reconocer estos niveles de inseguridad alimentaria es imperativo: la desnutrición y la privación de alimentos tienen consecuencias a largo plazo para los niños y los adultos jóvenes, como el retraso en el crecimiento y las deficiencias cognitivas.
Figura 1. Inseguridad alimentaria por tipo de hogar
Todos los niños se vieron afectados por el cierre de escuelas. Al mismo tiempo, el nivel de aprendizaje a través de actividades remotas fue muy desigual. Los datos muestran que el aprendizaje a distancia fue particularmente desafiante para los niños que viven en las áreas más desfavorecidas. En marzo de 2021, alrededor de 120 millones de niños en edad escolar de la región habían perdido o estaban en riesgo de perder un año académico completo de educación presencial debido al cierre de escuelas. Unos meses después de la pandemia, la mayoría de los niños participaban en alguna forma de educación a distancia, pero la calidad de las actividades de aprendizaje variaba enormemente. Por ejemplo, el acceso a clases en línea con un maestro fue del 70% para los hogares de baja vulnerabilidad en comparación con solo el 53% entre los hogares altamente vulnerables (Figura 2).
La infraestructura física limitada, la “pobreza digital” y la baja alfabetización digital de los padres dificultan el acceso a internet, lo que agrava aún más la brecha de desarrollo infantil. Estos desafíos siguen presentes en 2021.
Figura 2. Participación en actividades de aprendizaje por tipo de hogar
Al limitar las oportunidades para escapar de la pobreza a largo plazo, las consecuencias de la pandemia no deben subestimarse. Muchos de los niños de la región siguen enfrentándose a reducciones en su nivel educativo ajustado a la calidad y en su acceso a alimentos nutritivos. Acumularán niveles relativamente bajos de capital humano y no podrán alcanzar su máximo potencial como adultos.
¿Dónde deberían los gobiernos enfocar sus esfuerzos?
Es necesario implementar políticas e inversiones decisivas para frenar el aumento de la desigualdad provocada por la pandemia . Dada la importancia del capital humano para acabar con la pobreza intergeneracional y reducir las brechas de bienestar, tres áreas deben considerarse cruciales para los gobiernos:
- Primero, un apoyo financiero ininterrumpido a los hogares vulnerables para evitar que caigan aún más en la pobreza o adopten mecanismos de supervivencia negativos. El apoyo financiero es oneroso desde el punto de vista fiscal, por lo que el esfuerzo debe ir acompañado de mejoras en los mecanismos claros de focalización.
- Segundo, la continuación de las políticas del mercado laboral y el apoyo económico a las empresas con el fin de preservar el empleo, evitar la pérdida de habilidades y ayudar a las personas a hacer la transición de regreso a la fuerza laboral.
- Tercero, reabrir las escuelas y hacer que los niños regresen al aula, con un control de salud simultáneo, debe ser una prioridad. Dadas las pérdidas reconocidas en el aprendizaje de muchos niños, deberían establecerse planes de educación flexibles y mejorados para ayudarlos a recuperar parte del terreno perdido.
La pandemia está poniendo a los más pobres de la región y a las próximas generaciones en gran riesgo. Los países no deben permitir que los logros que han costado décadas se pierdan sin luchar.
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