El tiempo se está agotando para abordar la crisis climática global. Todos los países, regiones y comunidades tienen la responsabilidad compartida de luchar contra el cambio climático, mitigando nuevas emisiones y adaptándose al creciente riesgo climático. La región de América Latina y el Caribe no es una excepción.
Aunque contribuye con el 8,4% de las emisiones globales de CO2, la región paga un alto precio por los eventos climáticos extremos: entre 2000 y 2019, más de 152 millones de latinoamericanos y caribeños se vieron afectados por desastres climáticos, incluidos 12 desastres que causaron al menos US$ 1,000 millones en daños cada uno.
El sector del transporte está en el centro de estos desafíos. En América Latina y el Caribe (ALC), el 35% de las emisiones de gases de efecto invernadero relacionadas con los combustibles fósiles provienen del sector del transporte , mucho más alto que el promedio mundial que se sitúa en el 22%. Además, se estima que la contribución va a seguir aumentando debido al continuo incremento de la motorización: la flota de vehículos privados de América Latina está creciendo más rápido que cualquier otra región y se proyecta que alcance tres veces su tamaño actual en 2050 .
Al mismo tiempo, el sector del transporte Latinoamérica es particularmente vulnerable a los impactos del del clima. De los 20 países que enfrentan el mayor riesgo climático en relación con el valor de sus activos en el mundo, seis están en ALC: Surinam, Haití, Nicaragua, Honduras, El Salvador y Jamaica.
Y cuando el desastre golpea a la región, el transporte es a menudo el mayor contribuyente a las pérdidas económicas y comerciales: en promedio, el 56% de las pérdidas sufridas por las empresas latinoamericanas después de un desastre se deben a interrupciones en el transporte, muy por encima del promedio mundial que se estima en un 40%.
Claramente, si la región quiere lograr un progreso real en la lucha contra el cambio climático, el transporte debe estar en el centro de las discusiones.
Esto es consistente con el enfoque propuesto por el nuevo Plan de Acción sobre el Cambio Climático del Grupo del Banco Mundial, que identifica el transporte como una de las cinco áreas prioritarias para reducir las emisiones y mejorar la resiliencia.
Entonces, ¿cómo puede la región integrar mejor el transporte en su estrategia climática?
Hay al menos cuatro consideraciones que podrían ayudar a los países de ALC a inclinar la balanza hacia una movilidad verde, baja en carbono e inteligente:
- Reducir las emisiones de la movilidad urbana mediante la expansión de los sistemas de transporte masivo, la mejora de la eficiencia del transporte informal y la priorización de la movilidad no motorizada. Latinoamérica tiene 10 km de transporte masivo por cada 1 millón de habitantes (comparado a 35 km/millón en Europa), con la movilidad urbana aún dominada por pequeños operadores informales. Aumentar la inversión en transporte no motorizado traerá beneficios significativos, como lo demuestra el ejemplo de Bogotá: la capital colombiana lanzó recientemente un ambicioso plan para expandir y mejorar su infraestructura ciclista, y ya ha alcanzado una participación modal del 7% en la bicicleta.
- Promover un enfoque multimodal del transporte de pasajeros y mercancías de media y larga distancia. Casi el 75 % de la carga nacional en la región se transporta en camiones con un uso limitado de alternativas más limpias, como ferrocarriles o vías navegables, a pesar del potencial de estos dos modos en la región. En términos de pasajeros, las vías ferroviarias en la región mueven 38 millones de pasajeros-km por millón de personas, muy por debajo del promedio mundial de 484 millones de pasajeros-km por millón de personas. La multimodalidad debería ir más allá de los límites urbanos para convertirse en un elemento central de la planificación territorial, incluido el desarrollo de servicios ferroviarios de cercanías y ferrocarriles de pasajeros de larga distancia que puedan conducir a un crecimiento espacial regional bajo en carbono.
- Impulsar la movilidad eléctrica, mejorar la gestión de la motorización de los vehículos con combustibles fósiles y explorar el desarrollo de nuevos combustibles verdes. América Latina funciona con una red de energía en su mayoría limpia, lo que significa que el caso ambiental para la movilidad eléctrica en la región es particularmente fuerte. Varios países latinoamericanos han electrificado con éxito parte de la flota de transporte público utilizando, entre otros, mecanismos de financiación privado, un modelo que podría ampliarse fácilmente a otras ciudades y países. Paralelamente, los gobiernos deben continuar sus esfuerzos para reducir el impacto climático de los vehículos con motor de combustión interna mediante la mejora de la gestión de la motorización con programas de renovación, estándares de emisiones más restrictivos, regulaciones más estrictas sobre la importación de vehículos contaminantes y el desarrollo de combustibles más limpios como hidrógeno verde, biocombustibles o amoníaco azul / verde.
- Proteger los caminos rurales y carreteras contra el riesgo climático. Para las comunidades rurales vulnerables, las carreteras rurales proporcionan una conexión esencial con bienes y servicios como la educación, la salud, el empleo y los alimentos, por lo que las interrupciones de las carreteras relacionadas con el clima tienen graves consecuencias más allá de los daños a la infraestructura. En las zonas rurales de Haití, por ejemplo, la pérdida de acceso debido a las fuertes lluvias es el segundo mayor desafío para las mujeres que necesitan acceder a los servicios hospitalarios. Invertir en herramientas de gestión de activos viales y garantizar un mantenimiento adecuado de las carreteras es fundamental para aumentar la resiliencia de las carreteras rurales, ya que la mala condición de la infraestructura es un importante contribuyente de la vulnerabilidad climática. En ALC pilotos recientes han demostrado que las soluciones basadas en la naturaleza pueden ser una forma efectiva de crear carreteras resilientes al clima, al tiempo que se preservan los ecosistemas y se fortalecen las comunidades locales.
Los sistemas de transporte bajos en carbono y resilientes contribuirán en gran medida a ayudar a Latinoamérica a abordar la crisis climática mundial . Es importante destacar que el transporte verde, bajo en carbono e inteligente puede traer una serie de beneficios adicionales a la región, desde un mayor crecimiento económico y creación de empleo hasta una mejor accesibilidad e inclusión social.
Las soluciones descritas anteriormente ayudarán a dar vida a esta visión y trazar un camino hacia una recuperación verde, resiliente e inclusiva.
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