Donde las calles no tienen nombre, la pelota no se mancha

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© Movimiento de Fútbol Callejero
El fútbol como una herramienta de poder para la prevención de la violencia a través de la inclusión social
 
2015 será un año que, sin duda, los aficionados al fútbol de todo el mundo recordarán. Para bien o para mal. Es el año en que los fans del Barça  vieron a algunos de los mejores jugadores del mundo - Messi, Neymar, Suárez, Iniesta – jugar juntos y celebrar con felicidad el título de Liga de Campeones de Europa. Pero también fue el año en que una y otra vez, tres décadas después de la tragedia de Heysel, la violencia opacó al fútbol, dentro y fuera de la cancha. Como cuando los jugadores del club argentino River Plate fueron atacados con gas lacrimógeno durante la Copa Libertadores; o cuando el partido entre las selecciones nacionales de Ghana y Guinea Ecuatorial tuvo que ser suspendido después de multitudinarios disturbios durante las semifinales de la Copa Africana de Naciones; o cuando un pequeño fan del Benfica vio como policías antidisturbios atacaban brutalmente a su padre y su abuelo después de obtener el título de campeones.

El 2016 parece recorrer el mismo camino, luego que la violencia sigue acaparando titulares en la prensa tras las peleas en las que incluso participaron los mismos futbolistas durante los amistosos pretemporada en Argentina.

Pero la buena noticia es que, como  dijera el exfutbolista Diego Maradona una vez: “El fútbol es el deporte más lindo y más sano del mundo. De eso que no le quepa la menor duda a nadie. Porque que se equivoque uno... eso no tiene por qué pagarlo el fútbol. Yo me equivoqué y pagué. Pero, la pelota... la pelota no se mancha...". Y hay muchos lugares donde la pelota sigue rodando en limpio, y el fútbol sigue siendo no sólo un juego maravilloso, sino también una poderosa fuerza transformadora para fomentar la inclusión social, la prevención de la violencia y la igualdad de género.

Esto es lo que sucedió en la primera Copa América de Fútbol callejero, organizada por el Movimiento del Fútbol Callejero, cuando más de 200 jóvenes se reunieron en Buenos Aires, Argentina para jugar en equipos que representaban a 14 países de América Latina. Chicos y chicas que demostraron que pueden jugar juntos y donde Brasil resultó campeón después de vencer a Colombia por 12 goles a 9.

El Movimiento del Fútbol Callejero nació en Villa Chaco Chico, Moreno, en la provincia de Buenos Aires, en 1994, cuando los enfrentamientos entre grupos de jóvenes de ese barrio y de un asentamiento informal cercano llamado Bongiovani eran frecuentes y dejaban varios muertos.

En ese momento un grupo de gente se dio cuenta de que el único lugar a donde los niños de diferentes Bandas (pandillas) no llevaban sus armas eran los campos de fútbol, ​​y decidió utilizar este deporte como el elemento central de una estrategia para reducir y prevenir la violencia combinándolo con otros componentes, como el diálogo y el debate abierto. Esta idea terminó siendo el núcleo de la metodología del Movimiento, que según Fabián Ferraro, su presidente, fue una de las claves de su éxito.

La metodología, que es similar a las utilizadas por otras iniciativas en diferentes partes del mundo, es simple pero eficaz. El juego tiene tres períodos: el primero tiene diez minutos durante el cual los jugadores de ambos equipos se ponen de acuerdo sobre las reglas del juego con los mediadores (no hay árbitros); un segundo período de 20 minutos se utiliza para el partido de fútbol en sí; y un tercer término de diez minutos es utilizado por ambos equipos para analizar conjuntamente si se han respetado las reglas. Cada equipo puede obtener un máximo de tres puntos por período y las anotaciones finales son el resultado de la suma de los goles y los puntos.

La  Copa América de fútbol callejero no fue el primer campeonato internacional organizado por el Movimiento, puesto que ya patrocinó tres copas del mundo (Alemania 2006, Sudáfrica 2010 y Brasil 2014). En cada uno de estos eventos, los jóvenes de todo el mundo se reunieron para jugar, celebrar e intercambiar ideas para la inclusión social y la prevención de la violencia; y mostró al mundo que algo tan simple como un juego puede ayudar a las sociedades a ser más sostenibles y resilientes.

En base a hechos reales de los efectos positivos que el uso de los deportes puede tener en la reducción de la violencia, el Grupo del Banco Mundial está apoyando iniciativas como la descrita anteriormente, en muchos lugares de América Latina a través de amplios programas de diálogo como RESOL-V y J-PAL, y también a través de operaciones específicas como el proyecto de municipalidades Safer en Honduras, el proyecto de desarrollo comunitario integrado en Jamaica y la asistencia técnica a la iniciativa de Fútbol Juntos en Colombia.

Todas estas propuestas se enfocan en la prevención de la violencia a través de la inclusión social ya que, como señalan los expertos, las evidencias globales apuntan a las funciones únicas e integradoras que las comunidades escolares y locales (y deportes como el fútbol) pueden tener en reducir la exposición de los jóvenes al riesgo al cambiar comportamientos, haciendo frente a los factores de riesgo en las familias, la escuela y la comunidad, y promoviendo la inclusión social de una manera rentable.

Todavía podemos cambiar la historia del fútbol y, más importante aún, podemos hacer una diferencia en las vidas de miles de jóvenes en todo el mundo si en lugar de centrarla en los negocios, vemos a la pelota como un instrumento que puede llegar a jóvenes expuestos a contextos de violencia y reunir a personas de diferentes culturas, religiones y opiniones políticas para construir un futuro común.
 

Autores

Santiago Scialabba

Especialista Sénior en Desarrollo Social

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