Frecuentemente me preguntan por una solución rápida para resolver la crisis educativa. ¿Hay algún programa probado en otro país que permita mejorar rápidamente la calidad educativa? Mi respuesta es clara: no existe una fórmula mágica y ningún país que la haya aplicado. Lo que se necesita es hacer bien lo que ya sabemos que debe hacerse. No es física cuántica. Toca que cada uno haga su trabajo.
La crisis de aprendizajes es evidente. Antes de la pandemia el 52% de los niños de 10 años en América Latina no podían leer y entender un texto simple, lo que denominamos Pobreza de Aprendizajes. Ahora la situación empeoró luego de dos terribles años de escuelas cerradas. Decir que hay que invertir más en el capital humano porque es crucial para el desarrollo suena ya a un cliché.
Algunos piensan que no mejoramos la educación porque no sabemos qué hacer, pero esto es falso. Aunque todo es mejorable, ya existen muchas escuelas en América Latina que funcionan bien y ofrecen una experiencia educativa positiva. Hay sistemas educativos que están mejorando en la región. ¿Es solo un problema de dinero? En parte, sí. América Latina invierte menos de una cuarta parte de lo que gastan, en promedio, los países de la OCDE. Los países de ingreso medio deben invertir más en educación, lo que implica recaudar más impuestos (no hay magia). Sin embargo, incluso dentro del espacio fiscal actual, se puede hacer mucho más.
Un avance significativo sería posible si cada actor del sistema educativo cumpliera con su rol. Cada uno debe internalizar su inmensa responsabilidad y que su trabajo tiene un impacto profundo en los aprendizajes y en la vida de los estudiantes (eso no es un cliché), Ellos son el objetivo central. Un niño que pasa un año con un maestro no calificado, o en una escuela en malas condiciones, pierde un año que es muy difícil de recuperar.
El papel de los pedagogos
Los pedagogos deben garantizar que el currículo defina claramente las competencias que los estudiantes deben adquirir y que sea una herramienta útil para los maestros, no un documento incomprensible. Deben incorporar evidencia de la ciencia del aprendizaje sobre cómo aprenden los niños y qué funciona para lograr aprendizajes a escala. También deben apoyar el uso balanceado de tecnología en la formación docente, el desarrollo de habilidades digitales y el trabajo con los estudiantes.
Los administradores y la burocracia pública
La burocracia debe asegurar que los insumos necesarios —libros de texto y sesiones de aprendizaje— lleguen a cada alumno y cada maestro. Algo obvio que no se cumple todavía a cabalidad. Deben asegurar que las escuelas tengan la conectividad y hardware, junto con formación de personal y de la arquitectura de datos para poder usar tecnología a escala. Además, deben asegurarse de medir constantemente los aprendizajes mediante evaluaciones censales, evaluaciones en el aula y pruebas internacionales como PISA. No hacerlo implica navegar sin hoja de ruta; navegar a ciegas.
Esta es una descripción superficial de la compleja tarea de la burocracia de un sistema educativo para proveer directamente el servicio educativo en escuelas públicas o regularlo en escuelas privadas. Diariamente, miles de escuelas y millones de estudiantes depende de una burocracia que debe ser multidisciplinaria y altamente calificada que garantice el servicio. Esa burocracia calificada también debe de internalizar su misión.
Los maestros
El buen maestro interioriza que su labor no es solo enseñar, sino asegurar que cada niño aprenda (que no es lo mismo). Sabe que algunos niños requieren más atención y esfuerzo que otros. Su responsabilidad es crucial y compleja: le pedimos que forme académicamente, promueva el pensamiento crítico y la creatividad. No hay tarea más difícil que lograrlo con un joven de secundaria absorto mirando TikTok. La sociedad que realmente valora la educación, valora la profesión docente, y por lo tanto apunta a la excelencia en la selección, formación y apoyo necesario a sus docentes. Países que no promueven la meritocracia en esta profesión suelen tratar la docencia como un programa de empleo o un botín político, en lugar de la piedra angular de la educación.
Los directores
Los directores deben ser líderes pedagógicos que inspiren al cuerpo docente y gestores eficaces, seleccionados por mérito y evaluados por su capacidad para liderar escuelas enfocadas en el aprendizaje. Deben ser evaluados según su capacidad de gestionar la institución con eficacia (lo que también parece obvio, pero no es el caso cuando ellos son designados por motivos políticos).
Los alumnos
Deben encontrar en la escuela un espacio positivo de socialización. El trabajo en la escuela debe de ser desafiante, atractivo y relevante. El aprendizaje se produce cuando hay rigor, requiere práctica y un esfuerzo continuo. Esto lo debe poner el estudiante.
Si todos los actores del sistema educativo interiorizan que su trabajo debe centrarse en el aprendizaje y en una experiencia educativa de calidad, es posible avanzar. Nada de lo descrito es imposible. Ocurre en países donde las sociedades tomaron la decisión política de dedicar, con paciencia y perseverancia, los recursos financieros, humanos y de gestión a mejorar constantemente los aprendizajes. Ocurre a veces en alguna ciudad, estado o provincia. Pero eso no es suficiente, debe garantizarse el derecho de todos los estudiantes a una educación de calidad. No se necesitan fórmulas mágicas. Sabemos qué hacer. Lo indispensable es la voluntad política de poner al estudiante al centro de cualquier decisión.
Únase a la conversación