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Los acontecimientos mundiales de los últimos años, empezando con la crisis financiera del 2008, han revivido el debate en torno a la creación de empleos como un elemento clave de la recuperación de una economía.
En Centroamérica, el crecimiento económico de la ultima década, que fue en promedio de 2% (en Nicaragua) a 10% (en Panamá) sufrió una fuerte caída durante la crisis financiera global de 2008. Y aunque la región se ha recuperado, el debate sobre la creación de mejores empleos continúa con fuerza.
El reporte Mejores Empleos en América Central realizado por la división del Banco Mundial para América Latina y el Caribe, señala que hasta ahora el crecimiento económico y la migración mantuvieron relativamente bajas las tasas de desempleo.
Por ejemplo, más de 1.2 millones de personas han emigrado de El Salvador ---20% de la población total-- en busca de trabajos en Estados Unidos u otras partes de la región. Nicaragua, por su parte, ha perdido 12% de su población o 720,000 personas.
Esta migración de trabajadores ha contribuido a regular la oferta de mano de obra y a generar remesas. Por otra parte, el sector agrícola y el comercio, ambos de baja productividad, absorbieron la mayor parte de la fuerza laboral. Y si bien el empleo en la industria también ha crecido, la importancia relativa de la industria en el empleo ha caído en la mayoría de los países.
En otras palabras, la mayoría de los empleos todavía se genera en sectores de baja productividad y baja tecnología, lo cual explica por qué la productividad agregada y los salarios reales se han estancado en la última década y el empleo informal continúa dominando en el mercado laboral (Costa Rica y Panamá son excepciones a esta tendencia).
Por esto, más importante que la creación de empleos en sí misma es la creación de empleos de mejor calidad. Es decir, en actividades con mayor valor agregado y mejores salarios y condiciones de trabajo.
En este contexto, el mayor desafío en materia de empleos en América Central es crear condiciones que estimulen la creación de empleo más productivo y mejor remunerado.
Uno de los elementos claves para que haya más inversión –y más empleos- en sectores de alta productividad, es que los países dispongan de una fuerza de trabajo calificada.
Pese a los importantes logros realizados en materia educativa, todavía quedan muchos esfuerzos por hacer para mejorar sustancialmente la base de capital humano, incluyendo de aquellos que ya no están en el sistema escolar.
Estos datos pueden dar una idea más precisa de la situación de la educación en Centro América. La escolaridad promedio en la región varía entre 4.1 años en Guatemala a 9.4 años en Panamá. Su aumento de 1 año por década es modesto.
El aumento más rápido ha sido en El Salvador, donde en la actualidad la escolaridad promedio se acerca a la de Costa Rica –un promedio de 8 años. Sin embargo, las brechas de puntajes en pruebas internacionales como SERCE de UNESCO, indican que la calidad de la educación en El Salvador esta muy por debajo de la calidad en Costa Rica.
El contraste con el resto de América Latina tambien es elocuente. Por ejemplo, la expansión educativa en Brasil durante el mismo período de tiempo (1995-2010) fue mucho más rápida, y los niveles educativos en Chile se mantienen muy por encima de aquellos de Panamá o Costa Rica. Y no se diga la brecha que persiste con el Este Asiático. Corea, que en 1960 sólo tenía un año de ventaja por sobre América Central, aumentó su promedio de escolaridad rápidamente y de manera consistente durante más de 5 décadas, abriendo una brecha de más de 5 años (y aun mayor si se toma en cuenta la diferencia de calidad).
A esto se suma el hecho de que hay una enorme desigualdad en el acceso a la educación secundaria y superior, por lo cual un niño pobre tiene muy baja probabilidad de llegar un día a terminar sus estudios secundarios y aun menos de entrar a la universidad. Por otro lado, la región cuenta con un número insuficiente de trabajadores con niveles mínimos de habilidades científicas y técnicas que puedan adoptar y adaptar nuevas tecnologías.
¿Como pueden las políticas publicas contribuir a remediar esta situación? Además del papel primordial que juega el sector educativo, nuestro estudio reafirma el rol del sistema de protección social en mejorar la inversión en capital humano.
Este brinda apoyo para que los niños pequeños desarrollen su potencial cognitivo recibiendo una nutrición y estimulación apropiadas, y creando incentivos para que los más grandes culminen la educación básica (como mínimo).
Además, las instituciones de capacitación y los programas de inserción e intermediación laboral juegan un papel clave para mejorar las oportunidades de empleo, en especial para los jóvenes.
A medida que los países avanzan en la construcción de su sistema de protección social, es importante que los programas actuales sean evaluados y los gobiernos mejoren la coordinación, reduzcan la fragmentación y amplíen la cobertura.
La inversión en un capital humano de mejor calidad es ambiciosa. Y los réditos se ven solo en el largo plazo. Pero esta es la apuesta que Centroamérica debe hacerle al futuro, ya que no podrá competir de manera sostenida sobre la base de una mano de obra de bajo costo, que trae pocos beneficios a la población y al desarrollo económico.
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