¿Cuáles son las barreras y los incentivos para que las mujeres usen el transporte público y tengan acceso a más oportunidades y servicios? ¿Cómo eligen las mujeres qué medio de transporte utilizar?
Los datos de transporte diferenciados por género contribuyen a responder estas preguntas y cada vez es más frecuente que este tipo de información sea recolectada y esté disponible para su análisis. Conductas hasta hace poco normalizadas o invisibilizadas son ahora más visibles y menos tolerables que nunca. Sin embargo, para muchos hombres es difícil entender algunos “costes” que soportan las mujeres como usuarias de transporte público , ya que ellos no la experimentan. Cuantificar estos “costes” puede ayudar a entenderlos, es por esto que nosotros como economistas, científicos sociales y especialistas en género nos unimos para plantearnos nuevas preguntas y buscar respuestas económicas que sean más sensibles a las cuestiones de género.
Las mujeres de Quito tienen costos mayores de viaje en transporte público
En 2016 encargamos la construcción de un modelo de elección modal que nos ayudaría a entender el comportamiento de los usuarios y las usuarias de transporte1 en Quito al estimar cómo valoran el tiempo. En otras palabras, el modelo te dice cuánto está dispuesto a pagar un/a usuario/a para reducir el tiempo que pasa en diferentes momentos del viaje (ej. caminando, esperando, traslado), dados diferentes escenarios (ej. tipo de vehículo, transferencias), y tomando en cuenta sus características socioeconómicas, incluida el género. Agregando los resultados del modelo a las tarifas, y los diferentes tiempos de viaje, calculamos el Costo Generalizado de Viaje (CGV). El CGV es la suma de los costos monetarios y no monetarios del viaje. Se espera que los usuarios/as, racionales, hagan elecciones que minimicen su CGV.
Como aprenderíamos al revisar los resultados, las diferencias de género son clave para el CGV, sin embargo, muchas veces son pasadas por alto. Las mujeres, por lo general, tienen que combinar durante su día actividades del hogar con las laborales, lo que las hace “pobres de tiempo” . Esta escasez de tiempo se ve intensificada por la incertidumbre que rodea a los servicios de transporte. Además, las mujeres parecen enfrentar un problema adicional de movilidad, la seguridad, que puede afectar la manera en la que valoran el tiempo y, como consecuencia, las decisiones que toman al viajar).
El objetivo principal del estudio no era encontrar diferencias en comportamiento que tuvieran como base el género. Sin embargo, algunas diferencias eran difíciles de ignorar:
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Mujeres y hombres valoran de manera diferente los medios de transporte (Gráfica 1). Los datos mostraron que las mujeres están dispuestas a pagar significativamente menos que los hombres por cambiar de autobuses convencionales a autobuses articulados. Sin más información, sólo podemos especular acerca de las razones, pero los autobuses articulados circulan en líneas troncales, que tienden a ser más concurridas: la evidencia sugiere que la violencia sexual es más frecuente en vehículos congestionados.
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El valor del tiempo es diferente entre hombres y mujeres, significativamente para usuarios/as que no cuentan con vehículo (Gráfica 2). Las personas cautivas del transporte público tienen diferentes comportamientos que se pueden asociar al género: A. Las mujeres sin coche asignan un valor significativamente más alto al uso del tiempo, comparado con los hombres:
- su tiempo de traslado es 23% más caro,
- su tiempo de espera es 29% más caro, y
- su tiempo caminando desde/hacia la estación es 42% más caro.
¿Qué tendrían que hacer las mujeres para poder viajar al mismo costo que un hombre?
Proponemos un ejercicio para comprender mejor estos resultados: Imagina un viaje en Quito, que consiste en 5 minutos esperando por el autobús, 60 minutos en el vehículo, y 5 minutos caminando al destino. La tarifa de este viaje es de US$0.25, sin importar el sexo. Sin embargo, cuando añadimos los costos no-monetarios (i.e. valor del tiempo), las estimaciones sugieren que las mujeres “pagan” aproximadamente 25 por ciento más que los hombres (US$1.19 vs US$0.96). Usando la información del modelo2, calculamos ejemplos de lo que tendría que hacer una mujer para viajar al mismo costo que un hombre. Es decir, para evitar ‘pagar’ ese 25 por cierto, una mujer tendría que3:
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Viajar por 14.4 minutos más (74min vs 60min)
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Esperar 13.3 minutos adicionales (18min vs 5min)
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Caminar 19 minutos más (24min vs 5min)
Este ejercicio tiene muchas limitaciones, que invitan a hacer más investigación. No obstante, cuantificar nos ayuda a poner las cosas en perspectiva, y nos permite predecir comportamientos que tengan como base el género. Asimismo, actualmente existe información que provee explicaciones probables a comportamientos consistentes con los resultados de este estudio. Es más, estudios realizados para el Proyecto del Metro de Quito han concluido que las mujeres tienden a enfrentar costos más altos al usar el transporte público y nos muestran algunas de las estrategias que ellas utilizan para incrementar su sentido de seguridad: 89% evita zonas poco iluminadas, 87% evita calles con aglomeraciones de hombres, 74% decide no realizar actividades después de las 6pm.
Identificar información para cuantificar la brecha de género en movilidad es sólo el principio. Integrar en los modelos de demanda de transporte la cuantificación de las barreras que obstaculizan el acceso de las mujeres a oportunidades socioeconómicas, es necesario para maximizar los beneficios del proyecto, incrementar la demanda y fomentar la igualdad de oportunidades. El transporte no debería implicar una elección entre movilidad y seguridad, si es que realmente apuntamos a inclusión y sustentabilidad.
El equipo profundizará en este tema ahora en Lima, identificando las variables que influyen en la demanda de transporte de las mujeres y cuantificando su costo. Se agradece su opinión, comentarios y referencias.
Más datos sobre metodologías y referencias en esta nota técnica (en inglés)
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