Recientemente visité unos pequeños poblados enclavados en las montañas entre Oaxaca y Veracruz para reunirme con mujeres emprendedoras a cargo de pequeñas empresas forestales, de fabricación de juguetes, ecoturísticas y cafeteras. Allí conocí de primera mano su experiencia creando empresas y asumiendo un papel de liderazgo en sus comunidades. También entendí mejor los desafíos que enfrentan ellas y las generaciones por venir. Oaxaca es un estado hermoso, lleno de vida, cultura, tradiciones y una rica gastronomía. Los grupos indígenas representan alrededor del 40 por ciento de la población y en el área se hablan 16 lenguas. El estado alberga 111 pueblos mágicos elegidos por la Secretaría de Turismo con base en su historia y cultura. Sin embargo, Oaxaca está rezagado del resto de México en diversos indicadores económicos. Es uno de los estados más pobres del país, con una desigualdad en el ingreso significativa y un sector privado que aún debe volverse más competitivo, tanto en México como en el resto del mundo, para poder crecer y generar más empleo.
Empoderar a las mujeres y liberar el potencial de las emprendedoras podrían marcar la diferencia en Oaxaca. Las mujeres a cargo de empresas y con papeles de liderazgo en sus comunidades son un poderoso agente de cambio, ya que aumentan el número de puestos de trabajo, contribuyen al crecimiento y mejoran la calidad de vida de sus familias y comunidades.
Muchas veces las mujeres no tienen la oportunidad de tener éxito en los negocios. En América Latina, como en muchas otras partes del mundo, las mujeres generalmente están a cargo de las empresas más pequeñas, menos formales y menos rentables que aquellas pertenecientes o administradas por hombres. A lo largo de la región, las mujeres también exportan e importan mucho menos que sus contrapartes masculinas. México, y Oaxaca, no son la excepción.
En América Latina, alrededor del 75 por ciento de las emprendedoras operan en el sector del consumo, muchas de ellas están al frente de pequeñas tiendas de subsistencia. Sólo en 2014, Mujeres Moviendo México -el primer programa de capacitación a gran escala para emprendedoras del país- capacitó a 10,000 mujeres en los estados de Aguascalientes, México, Guanajuato, Querétaro y en Ciudad de México. Esta capacitación incluyó conocimientos técnicos y gerenciales, como cálculo de costos, fijación de precios, comercialización y estrategias de venta. También desarrolló módulos sobre comportamiento para mejorar la iniciativa personal, el espíritu emprendedor y la persistencia. Los resultados preliminares de nuestra evaluación del programa indican que aquellas mujeres que participaron aumentaron sus ganancias semanales en un 10 por ciento. Quienes establecieron o administraron una empresa en un sector dominado por los hombres, por ejemplo manufactura, agronegocios y servicios de alta tecnología, tuvieron un 230 por ciento más de ganancias que las mujeres que establecieron o administraron una empresa en sectores tradicionalmente femeninos, como ventas minoristas o servicios básicos. Un aumento del 230 por ciento en los beneficios económicos implica un cambio de vida para las mujeres y sus familias.
Llegué a Oaxaca para reunirme con mujeres dedicadas a este tipo de actividades, incluso en comunidades indígenas regidas por el sistema de usos y costumbres que normalmente las excluían de la toma de decisiones. Operan o son dueñas de empresas en sectores dominados por los hombres como la forestación, la manufactura y el café. En los últimos años, algunas se han convertido en miembros de los comités que deciden sobre el uso de recursos comunitarios como bosques, tierras agropecuarias y centros ecoturísticos. La participación de las mujeres en estos comités representa un cambio radical, dado que desde siempre los hombres han sido los únicos a cargo de la toma de decisiones sobre los activos comunales. Por años, el Banco Mundial ha apoyado el desarrollo de la gestión forestal sostenible, estructuras locales de gobernanza comunitaria y mejoras sociales en estos poblados. Nuestros programas han contribuido a diversificar la economía local, la cual ha pasado de una completa dependencia de la tala forestal al desarrollo de actividades complementarias, como la producción de muebles y el ecoturismo. Estas empresas son pequeñas pero tienen todo el potencial para crecer.
Poblado tras poblado, las mujeres presentaron las estrategias claras e informadas que tienen para sus empresas y comunidades. Algunas cuentan con títulos en biología, contaduría o gestión forestal. Se sienten muy orgullosas de sus tierras y comunidades. Describieron los desafíos que enfrentan los negocios comunitarios y el trabajar en ambientes mayoritariamente dominados por hombres, con una mezcla de determinación y paciencia. Explicaron que para ellas es crucial tener un mejor acceso a los mercados locales e internacionales; en especial conocer dónde están los compradores y cómo ponerse en contacto con ellos. Todas buscan crédito para hacer crecer sus empresas. También hablaron de fortalecer su papel de liderazgo en la comunidad, tener la capacidad de tomar decisiones independientes respecto a sus empresas y asegurarse de que más mujeres tengan un papel activo a la hora de tomar decisiones e influir en sus comunidades. Varias mencionaron lo difícil que es equilibrar su papel de empresarias y líderes comunitarias con la responsabilidad de ocuparse de sus familias. Me dijeron que lo que quieren es “tener oportunidades y ser aceptadas como iguales”. Al escucharlas supe que, si se les da la oportunidad, tendrán éxito.
Los hombres aún dominan la mayoría de las reuniones, por número y porque hablan primero y con un claro sentido de autoridad. En una gran asamblea de representantes que tuvo lugar en una comunidad de la sierra en Ixtlán, me costó encontrar una sola mujer en la audiencia. Les pregunté a los hombres sobre la contribución de las mujeres a la toma de decisiones. Sus respuestas fueron reveladoras. “Traen consigo una perspectiva diferente y nos ayudan a tomar mejores decisiones”, dijo uno.
Otro dijo que “varias mujeres trabajan o administran empresas que procesan madera. Son más precisas que los hombres; los muebles que hacen son de mayor calidad... Las niñas ahora estudian para ser administradoras, contadoras y gestoras forestales”, agregó. “Regresan a nuestras comunidades con títulos universitarios, saben cómo usar computadoras y contribuyen a mejorar nuestras familias y negocios comunitarios. Esto era impensable hace diez años”.
De regreso a la ciudad de Oaxaca por un sinuoso camino a través de hermosos bosques, me sentí optimista sobre el futuro de las emprendedoras en México y el mundo. Las mujeres que conocí son todavía una excepción en los pueblos indígenas de Oaxaca, un estado muy tradicional. Pero si las mujeres pueden crear y administrar empresas aquí, en comunidades y sectores dominados por hombres, pueden hacerlo en cualquier lugar. Ellas pueden ser el motor del cambio para acelerar el crecimiento económico y mejorar la calidad de vida, no solo en México, sino también en toda América Latina y el Caribe. El Grupo del Banco Mundial debe redoblar sus esfuerzos para ayudarlas a conseguirlo.
Emprendedurismo Femenino
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