Poco tiempo después de ingresar al Banco Mundial, trabajé en un equipo que evaluaba la magnitud y la gravedad de la degradación de la tierra en El Salvador. Como parte de este trabajo, fui a visitar el sitio de un proyecto de conservación de suelos que se había implementado unos años antes y que se consideraba extremadamente exitoso. De hecho, el informe de implementación del proyecto estaba lleno de cifras de kilómetros lineales de terrazas construidas, y otros indicadores de éxito. Sin embargo, una vez que llegamos al sitio del proyecto, buscamos en vano cualquier signo de una terraza. Las terrazas habían estado una vez allí (¡había fotografías para demostrarlo!), pero unos años más tarde ya no existían.
Que los resultados de un proyecto no duren una vez que el proyecto termine es una preocupación constante. Sin embargo, es difícil saber que tan importante es el problema, ya que muy pocas veces hay monitoreo después de que un proyecto cierra.
Un informe reciente, titulado Evaluación de la permanencia del cambio de uso de la tierra inducido por los pagos por servicios ambientales: Evidencia de Nicaragua, presenta la experiencia de un proyecto implementado en Nicaragua de 2003 a 2008. Este proyecto innovador utilizó pagos por servicios (PSA) para inducir a los terratenientes a reemplazar los pastizales extensivos con prácticas silvopastoriles que combinan la silvicultura y el pastoreo. Estas prácticas son más productivas y también generan importantes servicios ambientales como el secuestro de carbono y la conservación de la biodiversidad. Los participantes recibieron pagos anuales basados en el incremento estimado de los servicios ambientales generados por sus usos de la tierra, en comparación con los que tenían al inicio del proyecto. Mientras más servicios ambientales se proporcionaban mayores eran los pagos ofrecidos. El proyecto resultó muy exitoso: después de cuatro años de implementación, los que habían recibido PSA habían convertido a prácticas silvopastoriles la mitad de su área agrícola y el nivel de servicios ambientales generados aumentó de un 50 por ciento. Había dudas de que los hogares más pobres no pudieran participar, pero de hecho por algunas medidas participaron en mayor medida que los hogares en mejor situación. El equipo del proyecto tenía buenas razones para estar muy satisfecho con los resultados.
Pero la preocupación permanecía: ¿estos cambios durarían? ¿Mantendrían los propietarios sus nuevas prácticas silvopastoriles o las abandonarían una vez que cesaron los pagos?
Para determinar si se habían mantenido las nuevas prácticas, volvimos al sitio del proyecto cuatro años después de que se había finalizado, y actualizamos el estado de las prácticas de todos los participantes restantes (algunos se habían alejado de la zona y algunos habían muerto), trabajando con algunos de los miembros del equipo original del proyecto para asegurar que los usos de la tierra fueron identificados consistentemente.
La buena noticia es que los cambios en el uso de la tierra que habían sido adoptados bajo el PSA fueron ampliamente sostenidos en los años siguientes. Sólo uno de los ex participantes (de un total de 72) redujo en gran medida su uso de prácticas silvopastoriles. De esta manera se ha puesto fin al temor de que las nuevas prácticas sean abandonadas.
La mala noticia es que los finqueros no continuaron expandiendo las prácticas silvopastoriles después del final del proyecto. Sólo un ex participante lo hizo. Como los agricultores sólo conservarían las prácticas silvopastoriles si fueran más rentables para ellos que sus prácticas anteriores, había alguna esperanza de que los agricultores continuaran expandiéndolos. Que no lo hicieran demostró que los pagos ofrecidos por el proyecto eran de hecho críticos para la adopción de prácticas silvopastoriles.
Estos resultados sugieren que, por lo menos en el caso de usos productivos de la tierra como las prácticas silvopastoriles, los programas de PSA pueden ser eficaces para inducir a los propietarios a adoptar prácticas ambientalmente beneficiosas y que los beneficios persistirían después de que cesen los pagos.
Por supuesto, hay algunas salvedades que hay que destacar. En primer lugar, este es sólo un caso. Aunque los resultados fueron muy similares en otro de los sitios del proyecto—en Quindío, Colombia—hay siempre que tener cuidado de generalizar a partir de algunos casos. En segundo lugar, estos resultados se aplican a un programa en el cual el PSA se utiliza para restaurar las tierras degradadas. La mayoría de los programas de PSA buscan conservar hábitats intactos, y los resultados no se pueden aplicar a estos programas orientados a la conservación, cuya lógica es diferente. (Estamos comenzando un estudio de la permanencia de resultados en un programa de PSA orientado a la conservación en Uganda, así que ¡estén atentos!)
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