En el año 2020, de los 16,2 millones de emigrantes de Centroamérica y México, el 48,7 % eran mujeres. El fenómeno migratorio en Centroamérica afecta particularmente a mujeres y niñas, quienes enfrentan desafíos en todas las etapas del trayecto , incluida la violencia de género, la discriminación y la vulnerabilidad ante situaciones de trata, secuestro y asesinato.
Las cifras son alarmantes. De acuerdo a un informe del ACNUR, en la Frontera Panamá-Colombia al menos una de cada cuatro mujeres migrantes, refugiadas y solicitantes de asilo ha experimentado maltrato o abusos en su travesía, el 25 % de los grupos familiares viajan con alguna mujer o niña, siendo el tránsito la etapa de mayor riesgo (IOM, 2019). Existen múltiples razones por las cuales las mujeres migrantes y retornadas pueden sentirse reacias a presentar denuncias . Algunos de estos motivos incluyen el temor a ser deportadas a sus países de origen, el riesgo de sufrir abusos por parte de las autoridades, el miedo a ser revictimizadas por el perpetrador, la falta de información acerca de los servicios disponibles y la distancia geográfica que dificulta el acceso a dichos servicios durante su travesía migratoria.
La realidad en el Tapón del Darién
En 2022, alrededor de 250.000 migrantes cruzaron el Tapón del Darién, uno de los trayectos más peligrosos del mundo que se extiende por aproximadamente 160 km entre Panamá y Colombia , siendo una barrera física entre América Central y América del Sur. El viaje puede durar de 7 a 14 días, dependiendo de la ruta y la condición física del viajero, sin embargo, debido al peligro extremo, la falta de senderos y la presencia de grupos armados, no es recomendable adentrarse en esta zona. Si bien hubo un descenso temporal de migrantes en el último trimestre de 2022, la tendencia sugiere un nuevo crecimiento en los flujos, con más de 80.000 personas cruzando en los primeros tres meses de 2023.
Dos de cada diez mujeres y niñas migrantes reportaron haber sido sobrevivientes de violencia de género (sexual, física y psicológica) mientras cruzaban la selva del Darién, una cifra que se considera ampliamente subestimada. Se han registrado narraciones tanto de las mujeres como de los proveedores de servicios que indican la prevalencia de violaciones masivas en la selva, principalmente por parte de individuos desconocidos que trabajan con coyotes. También se han documentado casos en los que las parejas masculinas ofrecen a las mujeres como "tokens" para continuar la travesía hacia el norte.
“Durante el viaje hubo un momento en el que estuvimos como hora y media secuestrados y por mi mente es algo que nunca se me va a quitar, saber que dependíamos pues de que se yo, de alguien más por cuestiones de dinero”.
Olinda, migrante retornada en Honduras
Según datos recabados por ACNUR, las cifras oficiales sobre violencia de género en situaciones de desplazamiento son limitadas y no están sistematizadas. Sin embargo, a partir de la información cualitativa que el Banco Mundial ha recolectado en el terreno, se ha observado que gran parte de esta violencia también es perpetrada directamente por las parejas de las mujeres migrantes y retornadas, lo que refleja una tendencia común en este tipo de situaciones. Además, se estima que al menos el 5 % de las mujeres migrantes que cruzaron estaban embarazadas o lactando.
A esta tragedia se suman servicios de atención mínimos para mujeres y niñas durante el trayecto y una cobertura muy limitada. Sólo el 39 % de los proveedores de servicios para sobrevivientes de violencia de género en Centroamérica son accesibles dentro de un radio de 1 kilómetro; es decir, 15 minutos a pie hasta la ruta de tránsito más cercana. Esto reafirma la necesidad de ampliar la cobertura en el primer kilómetro de tránsito. La mayoría de las mujeres tienen que desplazarse hasta 10 kilómetros (equivalente a dos horas caminando) para poder tener acceso a algún servicio, y puede que no sean atendidas si no presentan un documento de identidad válido .
Además de los desafíos mencionados anteriormente, la falta de servicios y recursos para las comunidades de acogida representa otro problema importante en la lucha contra la violencia de género. Esto se debe en gran parte a:
- La normalización de la violencia, especialmente la violencia de género, que ha llevado a que estos problemas no se aborden adecuadamente.
- La falta de protocolos de atención, referencia de casos y respuesta especializada también contribuye a la insuficiencia de servicios, lo que dificulta la identificación y la atención a las víctimas de violencia de género.
- La carencia de servicios y entrenamiento en el área de apoyo psicosocial para las mujeres y los funcionarios que atienden sus casos.
- La falta de recursos estatales y programas insuficientes para combatir la violencia de género y brindar apoyo a las comunidades de acogida.
Beneficios de la colaboración entre agencias humanitarias y de desarrollo para una respuesta más efectiva
Existen diversos programas en América Latina y el Caribe para prevenir la violencia de género en mujeres y niñas migrantes y refugiadas y promover su integración en la comunidad. El Banco Mundial junto con agencias de las Naciones Unidas apoya las medidas de protección, el fortalecimiento del acceso a servicios durante la travesía y la regularización como medio de integración en comunidades de destino a largo plazo.
La iniciativa "Migración segura: servicios de violencia de género para mujeres migrantes en América Central", ayuda a los proveedores a mejorar la información, accesibilidad y calidad de los servicios de apoyo y respuesta . El programa financiado por el Fondo para la Construcción de Paz y Estado (SPF por sus siglas en Inglés) que cuenta con el apoyo del Banco Mundial en conjunto con la OIM y el ACNUR permite que las mujeres migrantes en Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y Panamá accedan a estos servicios.
Las mujeres migrantes y refugiadas enfrentan retos únicos que demandan políticas y soluciones diferenciadas, basadas en la comprensión de la complejidad y multidimensionalidad de las causas, como los roles de género sociales predominantes y las dinámicas de poder desiguales. Es urgente abordar estos desafíos con respuestas humanitarias y a la vez invertir en soluciones sostenibles a largo plazo, asegurando que sus derechos sean respetados y garantizados en el trayecto migratorio. Uniendo esfuerzos y recursos, podemos ofrecer esperanza y apoyo a estas valientes mujeres en su búsqueda de un futuro mejor y más seguro.
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