Para enfrentar desastres, Honduras aprende de Colombia

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Cuando uno camina por las calles de Tegucigalpa es fácil encontrar referencias en la memoria reciente de las personas sobre los impactos de un desastre de grandes dimensiones. El huracán Mitch. “¿Ve esa calle de allí? Durante el huracán el agua llegó hasta este punto”, comentan a menudo en el centro de la capital. La escena se repite en muchas ciudades del país, donde el huracán derrumbó puentes y barrios enteros.

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Considerado uno de los ciclones tropicales más destructivos en la historia de Centroamérica, en 1998 el huracán Mitch generó afectaciones en el 90% del territorio de Honduras, provocando más de 5.700 muertos, 8.000 desaparecidos y casi un millón de desplazados, además de pérdidas económicas equivalentes al 81% del PIB.

El impacto del huracán Mitch, así como el de otros desastres que han ocurrido en el país, son evidencia de que existen factores de amenaza por fenómenos naturales, pero, sobre todo, muestran las altas condiciones de vulnerabilidad. Es así que Honduras ocupa hoy el primer puesto entre 177 países en tener la mayor afectación por eventos climáticos extremos en los últimos años, según el Índice de Riesgo Climático Global. El dato es particularmente importante si se tiene en cuenta las consecuencias que provoca. Solo como muestra, entre 1993 y 2012, las pérdidas por desastres climáticos representaron para la economía hondureña un promedio anual del 2.62% del PIB.

Lejos de esta primera posición en relación al Índice de Riesgo Climático, ocupando el puesto 42, figura Colombia, donde el promedio anual de pérdidas por desastres causados por eventos climáticos es mucho menor: 0.18% del PIB. Sin embargo, Colombia ha sido afectada fuertemente por otros fenómenos naturales en el pasado. Los grandes impactos asociados al terremoto de Popayán (1983), la erupción del volcán Nevado del Ruiz (1985), y el terremoto del Eje Cafetero (1999), que ocasionaron la muerte de cerca de 35 mil personas y pérdidas por US $ 2 mil millones de dólares aproximadamente, impulsaron al Gobierno de Colombia  a transformar su marco legal e institucional desde el 1998 con un enfoque más integral de la gestión del riesgo, acompañado de procesos adecuados de uso, ocupación y transformación del territorio.

Acercarse y conocer las lecciones aprendidas durante más 16 años de experiencia colombiana en el tema de gestión territorial es importante para Honduras, que se encuentra en un proceso de reglamentación de las políticas de planificación. El país centroamericano ha estado trabajando, en los últimos años, en la incorporación de la gestión del riesgo de desastres en procesos más amplios de ordenamiento territorial y ambiental destinados a un desarrollo más sustentable.

Para facilitar el intercambio de aprendizajes  hacia una gestión más integral del riesgo en ambos países, el Banco Mundial organizó este año un Intercambio de Experiencias entre los dos países, con una primera fase en Colombia, en mayo de 2014, y una segunda fase en Tegucigalpa, en junio del 2014. Durante el primer encuentro en Colombia, los participantes hondureños, representados por los funcionarios de la Comisión Permanente de Contingencias, conocieron las políticas, las estructuras institucionales, los enfoques metodológicos y los instrumentos relacionados con el tema de planificación y gestión territorial desde una visión nacional hasta una local. Para conocer la experiencia local visitaron el municipio de Manizales (Caldas-Colombia), que es ampliamente reconocido como “La ciudad laboratorio” en el tema de gestión del riesgo. 

En Honduras, como resultado del intercambio, se concretó un Plan de Acción Estratégico para orientar los próximos pasos que permitan mejorar la integración de la gestión del riesgo de desastres y la planificación territorial, cuya implementación se enmarca en el Proyecto de Gestión del Riesgo de Desastres apoyado por el Banco Mundial.

Los participantes del intercambio coincidieron en la necesidad de tomar medidas, entre otras cosas, para consolidar un marco normativa consistente y coherente en materia de planificación del desarrollo seguro, alinear mejor las responsabilidades y tareas de las instituciones gubernamentales, ampliar la base de conocimiento de vulnerabilidad ante amenazas naturales (especialmente a escala local), y prestar asistencia técnica a municipalidades para acompañar la formulación de planes de desarrollo y ordenamiento territorial que incorporen adecuadamente la gestión del riesgo de desastres.

Pero sobre todo, coincidieron en que hay que hacer frente a un tema que sigue presentando muchos retos a nivel mundial: el hecho de que para avanzar hacia un desarrollo seguro y sostenible se requiere involucrar a la gestión del riesgo de desastres.

Para conocer más sobre el intercambio:
 
Intercambio Sur-Sur sobre gestión de riesgo de desastres

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