“A pesar del trabajo que hacemos, los casos de violencia doméstica y contra las mujeres siguen en aumento”, compartió con tono de frustración uno de los participantes del proyecto en un taller de Municipios Más Seguros, iniciativa del Gobierno de Honduras para prevenir la violencia en el país. “Algo debe estar fallando en la atención y remisión de casos de violencia doméstica que ofrecemos en la Oficina Municipal de la Mujer”, agregó.
Como facilitadoras de la discusión en el taller sobre el tema respondimos que, por el contrario, el incremento en el número de denuncias es un signo positivo de confianza en las instituciones locales y es producto de su buen trabajo. El reto –comentamos- está en abordar también las causas de la violencia para prevenirla y mejorar los servicios y los sistemas de respuesta.
Esta conversación ocurrió en La Ceiba el pasado 30 de septiembre. En el taller participaron líderes comunitarios de las ciudades de Choloma, La Ceiba y El Progreso, y fue organizado por el Instituto de Desarrollo Comunitario, Agua y Saneamiento (IDECOAS) y la Subsecretaría de Seguridad en Prevención de Violencia, con el apoyo del Banco Mundial (BM), con el objetivo de conocer los problemas de violencia de género en tres comunidades en las que también hay altas tasas de homicidios.
El taller fue parte de Municipios Más Seguros, un proyecto de prevención de violencia que busca abrir espacios para que las comunidades trabajen con los grupos en riesgo, incluyendo jóvenes, a través de la formación laboral y actividades extra escolares. La iniciativa, que abarca a nueve comunidades de los tres municipios, también tiene como objetivo capacitar a padres, madres y mejorar infraestructura para asegurar espacios seguros.
Los participantes tuvieron la oportunidad de reconocer las diferentes formas en las que se manifiesta la violencia de género: violencia doméstica e intrafamiliar, maltrato infantil, violencia en el noviazgo y abuso sexual. De estas, explicamos las facilitadoras del taller, la violencia por una pareja íntima es considerada como la forma más común de violencia contra la mujer. Tanto así que, de acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud (OPS), está generalizada en todos los países de América Latina y El Caribe.
En Honduras, según datos de la Encuesta Nacional de Demografía y Salud (ENDESA, 2011-2012), un 7,4% de las mujeres sufrieron algún tipo de violencia física por parte de su pareja en los últimos 12 meses, una cifra que en el caso de Guatemala es de 7,8%, según la Encuesta de Salud Reproductiva, 2006.
El problema es todavía más complejo si tenemos en cuenta que ser víctima de una forma de violencia aumenta la probabilidad de riesgo de ser víctima de otras formas. Por ejemplo, las niñas y niños que han presenciado el abuso hacia sus madres tienen doble probabilidad de reproducir esas conductas o ser víctimas de violencia. Dicho de otra forma, la violencia en los hogares se perpetúa a lo largo de las generaciones. De ahí la importancia de transformar estas relaciones desde el hogar para prevenir la violencia.
Enfrentar este tema requiere de un gran esfuerzo colectivo para concienciar a la sociedad sobre nuevas actitudes y compartimientos en las relaciones de género, y que muchas veces involucra el nivel individual, familiar y la comunidad. Se trata de prevenir la violencia antes de que ocurra y de mejorar la respuesta institucional frente a los casos existentes. Una tarea en la cual es importante involucrar a mujeres, hombres, jóvenes y niños. Una labor que busca, sobre todo, lograr cambios sociales.
Precisamente este es el objetivo de la iniciativa del Banco Mundial: “Utilizando enfoques basados en evidencia para fortalecer acciones colectivas frente a la Violencia Entre Parejas”, aprobado recientemente por el Fondo del Banco Mundial para la Equidad de Género (UFGE por sus siglas en inglés), y que actuará en dos municipios, uno de Honduras y otro de Guatemala.
Esta donación busca fomentar la participación de la comunidad en la prevención e intervención de la violencia entre parejas. Para ello, se utilizarán dos elementos. Por un lado, talleres formativos a organizaciones locales para fortalecer la respuesta comunitaria y por otro, herramientas de edu-entretenimiento, como campañas de concienciación, teatro comunitario o marketing social.
Con ello se pretende concienciar a las comunidades. Brindar herramientas para enfrentar la violencia de género, un problema de enormes dimensiones al cual la comunidad tiene claro que quiere plantarle cara. Así lo demostraron durante el reciente taller y así lo refleja su voluntad a la hora de seguir trabajando para eliminar todas las formas de violencia.
Únase a la conversación