En un año como ningún otro, la temporada de huracanes de 2020 rompió récords con 30 tormentas, superando la temporada de huracanes en el Atlántico de 2005, la más activa que se haya registrado. Las últimas dos tormentas tropicales, Eta e Iota, también batieron récords.
Por primera vez en la historia dos huracanes de categoría 4 o superior impactaron en forma consecutiva a Nicaragua y Honduras en solo dos semanas. Estos eventos han causado una devastación adicional en países que ya de por sí luchaban para responder a la crisis del COVID-19 (coronavirus). De allí que resulta crucial incorporar la gestión del riesgo de desastres (GRD) en la planificación del desarrollo con el fin de revertir la tendencia actual de los efectos cada vez más devastadores de los desastres.
El caso de Nicaragua
En noviembre de 2020, más de tres millones de nicaragüenses padecieron los estragos del impacto de Eta e Iota. En su respuesta al desastre, Nicaragua demostró que pasó gradualmente de ser un país con un enfoque de respuesta al desastre a uno mayormente proactivo en cuanto a la GRD. Actualmente la gestión del riesgo de desastres se ha convertido en una herramienta importante para el desarrollo sostenible, informando decisiones bajo situaciones inciertas de emergencia.
Existen cinco áreas sobre la respuesta más reciente de Nicaragua que vale la pena resaltar:
- Capacidad para la evaluación de daños y pérdidas: luego de Eta y a Iota, Nicaragua evaluó los daños y pérdidas en las tres semanas posteriores a los huracanes, informando oportunamente sobre la movilización de fondos y actuando rápidamente hacia un plan de recuperación . Desde 2016, y con la asistencia técnica del Banco Mundial, el Ministerio de Finanzas ha trabajado con otros ministerios competentes generando la capacidad interna para realizar las evaluaciones de daños y pérdidas por desastres. Este ministerio emplea las metodologías desarrolladas por la comunidad internacional para la evaluación conjunta de daños y pérdidas postdesastres, tales como PDNA y DaLA.
Línea temporal: proceso de evaluación de daños y pérdidas de Nicaragua
- Acceso a instrumentos financieros innovadores: una planificación adecuada permite a los gobiernos organizar respuestas estratégicas basadas en enfoques prospectivos que faciliten la reconstrucción exitosa y la compensación de costos relacionados con los desastres . En 2020, el Ministerio de Finanzas se preparó para la temporada de huracanes pronosticada como más activa que el promedio e incrementó, con base en las recomendaciones técnicas del Instituto Nicaragüense de Estudios Territoriales (INETER), su cobertura de seguros contra ciclones tropicales a través del Fondo de Seguros contra Riesgos Catastróficos en el Caribe (CCRIF SPC, por sus siglas en inglés). Como resultado, el país recibió $30.6 millones contemplados en las pólizas contra excesos de lluvia y ciclones tropicales luego de Eta e Iota. Este dinero brindó liquidez de corto plazo, y permitió que el gobierno respondiera a la emergencia mientras aseguraba otro tipo de financiamiento. Desde 2015, el Banco Mundial ha apoyado la expansión del CCRIF SPC en Centroamérica y ha contribuido, a través de asistencias técnicas, al desarrollo de la estrategia financiera del riesgo de desastres en Nicaragua y su plan operativo.
- Inclusión social y procesos participativos para la recuperación resiliente: En enero de 2021, el Banco Mundial aprobó un crédito de $80 millones para financiar el Proyecto Nicaragüense de Respuesta ante Emergencias causadas por los huracanes Eta e Iota . El proyecto respalda el restablecimiento de los servicios y actividades económicas en los sectores críticos luego del paso de ambos huracanes, centrado en satisfacer las necesidades de una población diversa, como afrodescendientes, pueblos indígenas y mujeres, y en facilitar la participación plena y efectiva de los actores involucrados para garantizar que las actividades de recuperación beneficien a las comunidades más vulnerables. De la misma forma, incluye mecanismos para promover el acceso igualitario a grupos diversos, recibir su retroalimentación y mejorar la recolección de datos y concientización de las necesidades propias del género.
- Monitoreo de los gastos posteriores a los desastres: Nicaragua ha ampliado el alcance de sus instrumentos y ha comenzado a implementar un clasificador presupuestario de GRD y cambio climático en 14 entidades y sectores críticos. Esto se ha llevado a cabo con la asistencia técnica del Banco Mundial, para dar seguimiento y monitoreo a los recursos asignados a la GRD. El monitoreo y la rendición de cuentas ofrecen información valiosa para las futuras asignaciones presupuestarias y para el uso eficiente de los fondos públicos.
- Sistemas de alerta temprana y estructuras de participación confiables: Nicaragua inició los procedimientos de evacuación tres días antes de que azotaran las tormentas reportando seis veces menos muertes que luego del huracán Félix en 2007. Su respuesta ante Eta e Iota reflejó concientización en torno a la exposición y vulnerabilidad de ciertas áreas urbanas ante los eventos naturales adversos, y su habilidad de utilizar eficazmente los sistemas de alerta temprana y los procedimientos de evacuación para salvar vidas. Como parte de un enfoque integral para la reducción del riesgo de desastres, Nicaragua ha tomado medidas para incorporar la GRD y la adaptación al cambio climático en sus políticas sectoriales y de desarrollo urbano.
En otras palabras, la preparación tiene grandes beneficios. Esto resulta fundamental en países donde las personas que viven en situación de pobreza y vulnerabilidad sufren desproporcionadamente los impactos de desastres. Cuando los países se preparan, se dirigen hacia una reconstrucción fortalecida, más rápida y con mayor inclusión luego de un desastre , minimizando así el daño causado al sustento y bienestar de las personas.
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