Cuando se trabaja en una institución financiera internacional, es difícil encontrar un documento que no haga referencia a “países en desarrollo” o “el mundo en desarrollo”. (Afortunadamente, ahora es raro encontrar el término “tercer mundo”.) En el Banco Mundial, este concepto generalmente abarca los 135 países clasificados como de ingreso bajo o mediano, cuyos 6700 millones de habitantes albergan al 84 % de la población mundial.
Se han presentado diversos argumentos en contra del uso de este término, en parte por uno de nosotros en una publicación anterior en el Blog de Datos del Banco Mundial y en un tratamiento más extenso en Barros Leal Farias (2023). Han habido avances en la última década, por ejemplo, los Indicadores del Desarrollo Mundial ya no proporcionan agregaciones por países “en desarrollo”. Sin embargo, como el uso del término continúa, revisamos las razones por las que creemos que deberíamos dejar de usarlo. Terminamos con algunas sugerencias de reformulación y reflexiones sobre por qué esto es importante.
El término "desarrollo" se utiliza con frecuencia para describir el proceso en el que los niños maduran y adquieren habilidades de manera secuencial. Usar el mismo término para describir países puede sugerir cierto nivel de jerarquía en la madurez y un camino establecido para mejorar el bienestar promedio en un país. Para ciertos países, este tipo de lenguaje puede evocar una sensación de ser objeto de paternalismo y condescendencia. Como lo expresaron los académicos en BMJ Health en un editorial que intentaba detener el uso de tales clasificaciones, esta bifurcación de países “ha creado una falsa jerarquía entre las naciones”.
El término tampoco se alinea bien con la historia. Para algunos países y regiones, los académicos han argumentado (¡con datos!) que el colonialismo provocó un cambio de suerte. Según el historiador William Dalrymple, cuando la Compañía Británica de las Indias Orientales entró en la India en 1600, Gran Bretaña producía el 1,8 % del PIB mundial, mientras que la India producía el 22,5 %.
Además, hay dos argumentos empíricos para evitar la clasificación de “países en desarrollo”, ambos originalmente propuestos por el fallecido Hans Rosling: (1) Los países clasificados como tales tienen resultados tremendamente diferentes (o dicho de otro modo, muy poco en común), lo que hace que agruparlos sea engañoso, y (2) a menudo no tienen resultados notablemente peores que los países “desarrollados”. Esto último no era así hace 50 años, y esa es una de las razones por las que Bill Gates ha sostenido que los términos países “en desarrollo” y “desarrollados” “han dejado de ser útiles”.
Estos argumentos empíricos pueden comprenderse fácilmente de manera visual.
En primer lugar, consideremos la mortalidad infantil, o el número de niños que mueren antes de cumplir un año por cada 1000 nacidos vivos. Este es un buen indicador tanto de la solidez de los sistemas de salud como del grado en que los hogares pueden proteger a los niños pequeños de las crisis económicas.
Esta variedad pone en duda si se deben considerar las mismas políticas educativas en todos los países etiquetados como en desarrollo.
Entonces ¿qué hay que hacer?
Podríamos sentirnos tentados a recurrir a otras clasificaciones existentes, pero aquí nos topamos con problemas similares. Por ejemplo, el “Sur Global” tiene quizás connotaciones menos negativas, pero resulta confuso cuando el país con la latitud promedio más austral (Nueva Zelanda) pertenece al Norte Global y cuando países de altos ingresos, como Chile y Uruguay, se consideran parte del Sur Global.
Sugerimos tres alternativas a las frases “mundo en desarrollo” o “países en desarrollo” cada vez menos atractivas.
- Reconsiderar si la agregación de 135 países diversos en un solo grupo es estrictamente necesaria o empíricamente creíble para su tema de interés. Una agregación regional o subregional puede ser más relevante.
- Si es necesaria la agregación por alguna variable de resultado, como salud, educación o ingresos, use una distinción más fina que dos grupos. Por ejemplo, distinga entre países de ingreso bajo, ingreso mediano bajo, ingreso mediano alto y países de ingreso alto. De hecho, para algo tan básico como la estructura poblacional (si la población está envejeciendo o aún es muy joven), agregar los países en solo dos grupos enmascararía la gran diferencia entre los países de ingreso mediano bajo y los de ingreso mediano alto que vemos hoy.
- Si es necesario agregar solo en dos grupos, use términos como “países de ingresos bajo y mediano” en lugar de “países en desarrollo” y “mundo en desarrollo”, y verifique cómo se clasifican los países por ingresos.
¿Qué está en juego?
Lo que está en juego aquí es más que una elección de palabras y conveniencia analítica. Así como generalizar a partir de grupos de individuos diversos dentro de los países puede dar lugar a estereotipos y, en última instancia, políticas inapropiadas, generalizar a partir de un grupo de países diversos corre el riesgo de hacer lo mismo a nivel nacional. Imagínese si agrupamos a todos los países de ingresos no altos para evaluar si todos necesitan invertir más en salud materna e infantil o si deberían reformar sus sistemas de pensiones para hacer frente al envejecimiento de la población. Estaríamos dando prioridad a la cuestión equivocada en muchos países.
Un documento de trabajo reciente del Banco Mundial encontró que el predictor más fuerte del éxito de los proyectos del Banco Mundial es su grado de adaptación al contexto del país. Agrupar a un gran número de países en una categoría u otra produce lo contrario Usar el término y la clasificación de “mundo en desarrollo” puede ser problemático y es hora de repensar su uso.
Las opiniones expresadas en este artículo no reflejan la política oficial del Banco Mundial.
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