Durante la actualización de la base de datos Global Findex (i) sobre la inclusión financiera en el mundo en el año civil de 2014, tuve el gusto de viajar con representantes de Gallup, Inc. (i) para poner a prueba nuestro cuestionario ampliado. Visitamos hogares y les pedimos a las personas que describieran cómo ahorran, piden préstamos, realizan pagos y gestionan los riesgos.
Un hombre que vive en una pequeña casa en un barrio pobre de Calcuta con su esposa, hijos y padres trabaja como conductor, y su salario es depositado directamente en una cuenta bancaria que su empleador abrió para él. Con gran orgullo, nos dijo que cada mes deja un saldo en su cuenta, lo cual cree que es una manera segura de ahorrar para la educación de sus niños.
Del mismo modo, conocí a un hombre en Kenya, que juntó dinero en su cuenta móvil M-Pesa con el fin de hacer un depósito para tener su propia peluquería. Según sus palabras, “el efectivo quema los bolsillos”.
Estos son solo un par de ejemplos de cómo los pagos digitales pueden reducir los costos y aumentar la seguridad del envío y el recibo del dinero, y ayudar a avanzar hacia el objetivo de una inclusión financiera más amplia. Mientras los países del Grupo de los Veinte (G-20) se centran cada vez más en incorporar a una cantidad mayor de personas de ingreso bajo en el sistema financiero, la Fundación Bill y Melinda Gates, la Alianza Better than Cash (i) y el Grupo de Investigaciones sobre el Desarrollo del Banco Mundial (i) se han unido para destacar la importancia del potencial de los pagos digitales.
Siempre es de utilidad evaluar la magnitud y el alcance de los problemas. Por eso, nuestro trabajo partió con los datos de Global Findex, la primera base de datos de carácter mundial que mide la participación financiera y revela la trascendencia del desafío de la inclusión financiera:
- Más de 2500 millones de adultos en todo el mundo carecen de una cuenta bancaria formal.
- Solo el 41 % de los adultos en las economías en desarrollo tiene una cuenta, y ese número disminuye a poco más del 20 % entre aquellos que tienen una cuenta y que viven con menos de US$2 al día.
- Las mujeres, en particular, corren el riesgo de ser excluidas del sistema financiero: en los países en desarrollo, solo el 37 % de las mujeres tiene una cuenta, en comparación con el 46 % de los hombres.
Estas cifras son estremecedoras. Si usted no participa en el sistema financiero, no puede ahorrar, pedir un préstamo, o invertir. Y no es de extrañar que muchas personas de la comunidad internacional consideren la inclusión financiera como una pieza clave del rompecabezas del desarrollo.
Como descubrimos al examinar una serie de estudios realizados en todo el mundo, los pagos digitales ofrecen ventajas inmediatas tanto a los remitentes como a los receptores.
Es más barato enviar dinero de forma digital que mandar dinero en efectivo, y esto es conveniente si se está enviando remesas a la familia, y es un cambio radical si se trata de un Gobierno que quiere reducir los costos generales de los programas de transferencias sociales. Además, es más barato recibir pagos digitales, ya que no se necesita tiempo ni dinero para viajar a un centro urbano o esperar en una fila.
Los pagos digitales también son más seguros. Evidentemente, los beneficiarios ya no tienen que recorrer grandes distancias portando dinero en efectivo. Pero el delito en las calles no es la única actividad ilícita que se puede evitar: los registros digitales y requisitos de identificación más estrictos son herramientas eficaces para eliminar la corrupción que amenaza la eficacia de los programas de transferencias.
La digitalización de los pagos es también un gran impulsor del empoderamiento económico de las mujeres, al hacerlas más partícipes en el ámbito financiero y dificultar que otros miembros de la familia utilicen el dinero destinado para ellas.
Nuestro informe completo (i) contiene pruebas de estudios realizados en India, Níger, Sudáfrica, México, Brasil, El Salvador, Bolivia, Perú, Filipinas, Malawi, Kenya, Rwanda, Nepal, Mozambique y Estados Unidos. En general, ilustra claramente las enormes ventajas de la digitalización de los pagos, ya que esta es una forma de lograr que sean más eficientes, y a la vez una manera de alcanzar objetivos de desarrollo más amplios, como el empoderamiento económico de las mujeres y, especialmente, la inclusión financiera.
Pero también se examinan algunos desafíos que deben abordar los defensores de los pagos digitales. Un obstáculo importante, como era de esperar, sigue siendo la falta de infraestructura financiera en muchos países de ingreso bajo, sobre todo en las zonas rurales. Sin la red física necesaria para entregar los pagos digitales —infraestructura que requiere inversiones iniciales— los que se podrían beneficiar más corren el riesgo de quedar excluidos.
Por otra parte, la sola existencia de una infraestructura de pagos digitales no significa necesariamente que las personas optarán por usarla. Aquellos que nunca han tenido una cuenta bancaria necesitan aprender a utilizarla y además tienen que creer que su uso es seguro y confiable. Al final, el objetivo no es solo lograr que las personas empleen las cuentas digitales como dinero en efectivo, sino conseguir que las usen para crear una historia de crédito, ahorrar y hacer planes financieros.
Sostenemos que los Gobiernos pueden ayudar mediante el establecimiento de entornos normativos que reconozcan las contribuciones que las entidades no bancarias (como los proveedores de servicios de pagos y los operadores de redes móviles) pueden hacer para enfrentar estos desafíos. Reglas claras del camino a seguir permitirán garantizar la igualdad de condiciones, y que la protección del consumidor continúe estando en el primer plano.
Mientras tanto, la digitalización de los pagos gubernamentales puede servir como un catalizador, estimulando aún más la innovación en esta área y allanando el camino para una mayor participación de actores del sector privado y la comunidad internacional.
En definitiva, nuestra investigación encuentra evidencia clara de que abordar estos importantes desafíos es algo que vale la pena para las economías de todos los tamaños, los Gobiernos y los millones de personas que no están incluidas en el sistema financiero, en especial las mujeres.
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