Para una familia, tener un lugar al que poder llamar casa es fundamental. La vivienda por lo general es el activo más importante de la familia —de hecho, suele ser el único activo, especialmente en el caso de los pobres. Pero más que un hogar, la vivienda también es el lugar de trabajo, sirve de garantía para obtener préstamos y es un medio importante para la generación de empleo. En Estados Unidos, se atribuye a la vivienda una contribución al producto interno bruto (PIB) de más del 15 %. (i)
Sin embargo, el sueño de la vivienda puede convertirse rápidamente en una pesadilla tanto para las familias como para los Gobiernos. Los desastres pueden borrar décadas de avances en materia de reformas y reducción de la pobreza en cuestión de segundos, y perjudicar así más a las personas pobres y vulnerables. Un examen de las evaluaciones de necesidades posteriores a desastres realizadas desde 2000 revela que entre el 40 % y el 90 % de los daños en la propiedad privada los sufrieron las viviendas.
Lo que es peor, las viviendas inseguras pueden poner en peligro la vida de las personas cuando ocurren los desastres. Más de 1300 millones de personas en todo el mundo han fallecido como consecuencia de desastres ocasionados por peligros naturales en los últimos 25 años.
Los esfuerzos desplegados por el Banco Mundial para “reconstruir mejor” (i) tienen como propósito reducir en el 60 % las pérdidas anuales relacionadas con los desastres. Nos enorgullece que nuestra labor de gestión del riesgo de desastres siga produciendo impactos que inciden en forma determinante, y brindando protección y tranquilidad a las personas que más lo necesitan en países tan distintos como Dominica, Indonesia e India.
Pero la dimensión del desafío mundial de la vivienda resiliente es tan grande que debemos ser aún más innovadores. Y podemos serlo, no solo a través de códigos de construcción de edificios resilientes, normas de planificación y la producción sin riesgo de edificaciones nuevas, sino, y es importante destacarlo, a través de la mejora de las viviendas existentes antes de que se produzca el próximo terremoto o huracán.
En otras palabras, queremos "construir mejor antes" de que ocurra el próximo desastre.
Afortunadamente, el reacondicionamiento es rápido, eficaz en función de los costos y salva vidas . En todo el mundo en desarrollo, las familias pobres que encaran mercados de tierras y de vivienda disfuncionales no pueden acceder a casas construidas para el mercado formal. Por lo tanto, los pobres no tienen más opción que resignar la habitabilidad por la oportunidad, y vivir en zonas propensas a inundaciones y deslizamientos de tierras u otras zonas de riesgo para acceder a empleos y servicios. Terminan construyendo sus propias viviendas, que podrían no ajustarse a las normas y, con frecuencia, no estar en consonancia con los códigos de edificación y planificación, pero que en muchos casos podrían soportar un terremoto o huracán con algunas pequeñas mejoras.
Con todo, los Gobiernos no hacen prácticamente nada para que las viviendas existentes sean más seguras , ni siquiera en lugares donde existen programas de mejora de barrios marginales o urbanos.
Comúnmente, los presupuestos para la vivienda en los países en desarrollo se centran en ampliar los mercados hipotecarios y de la vivienda nueva para la clase media, y no en mejorar la vivienda existente de la mayoría de los pobres. Esto no se debe a falta de conciencia o de voluntad política. Los Gobiernos a veces no cuentan con los conocimientos necesarios para sacar provecho de la opción de reacondicionamiento, ni se han establecido normas e incentivos para empezar a hacer más seguras las viviendas en gran escala. En otras situaciones, los Gobiernos tal vez no quieran que se perciba que "invierten en barrios marginales" o que "promueven la informalidad".
Hacer más seguras las viviendas ha sido un problema sin solución. No tiene por qué ser así. En respuesta, el Banco Mundial pone en marcha el Programa Mundial de Vivienda Resiliente, para respaldar a los Gobiernos nacionales y locales en lo que respecta a lo siguiente:
- Tecnología para ubicar, cuantificar, valorar, diagnosticar y ofrecer soluciones de reacondicionamiento de viviendas antes de que ocurra el próximo desastre.
- Esto solía llevar meses, decenas de personal, y un gran presupuesto. Pero, gracias a los recientes adelantos en materia de "aprendizaje automático", se pueden detectar las viviendas que deben ser reforzadas con tan solo tres cosas: una cámara montada en un automotor, un dron y una computadora portátil. Los pasaportes de viviendas resultantes, de generación rápida y económica, contienen toda la información básica acerca de las vulnerabilidades de las viviendas.
- Conocimientos técnicos especializados para identificar soluciones sencillas y accesibles de reacondicionamiento compatibles con las prácticas y los materiales locales.
- Conocimientos técnicos para diseñar normas e incentivos.
- Primero, ayudar a los Gobiernos a centrar sus medidas de subvención de la vivienda en la resiliencia, y vincularlas a los programas existentes, como el reacondicionamiento de los barrios marginales, las transferencias monetarias sociales o la regularización de la propiedad.
- Segundo, explicitar las oportunidades para la participación del sector privado en los mercados de crédito o seguro para la mejora de la vivienda.
Al año siguiente, los Raloso decidieron reconstruir y reacondicionar su vivienda. Tan solo un año después, otro tifón afectó a Filipinas. Esta vez, la familia sobrevivió a la tormenta en su casa resiliente a los desastres junto con 17 de sus vecinos que se refugiaron allí.
Con el Programa Mundial de Vivienda Resiliente, confiamos en trabajar con nuestros asociados y países de todo el mundo, y así poder ayudar a convertir la tragedia en un triunfo
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