Muchos consideran que las estadísticas son frías y no tienen rostro. Siempre he pensado lo contrario. Hay numerosas cifras en el mundo del desarrollo que son impresionantes y conmovedoras: los millones de personas que viven con menos de US$1,25 al día, el número de niños que mueren debido a enfermedades evitables o que no pueden asistir regularmente a la escuela, o la cantidad de familias que carecen de acceso a agua potable o electricidad en el supersofisticado mundo tecnológico de hoy, solo por mencionar algunos ejemplos.
Sin embargo, nunca he encontrado números más convincentes que aquellos relacionados con los alimentos. En un mundo donde 842 millones de personas pasan hambre todos los días, se producen suficientes alimentos para proporcionar a todos un promedio de 2700 calorías diarias. En este mismo mundo:
- Entre un cuarto y un tercio de los cerca de 4000 millones de toneladas métricas de alimentos producidos para el consumo humano se pierde o desperdicia anualmente.
- Cerca de un 67 % de toda la pérdida y desperdicio de alimentos a nivel mundial ocurre en Asia y África.
- América del Norte y Oceanía pierden y desperdician casi la mitad de lo que producen: ¡el 42 %! Más del 50 % de la comida que se pierde y desperdicia en los países desarrollados sucede durante el consumo de la misma, por lo general como resultado de la decisión deliberada de tirar los alimentos.
- Las naciones en desarrollo pierden un promedio de 120 kilos a 220 kilos de alimentos por persona al año, lo que significa que incluso las regiones afectadas por el problema de la desnutrición, como Asia meridional y África al sur del Sahara, desaprovechan hasta 400–500 calorías per cápita diariamente.
Pérdida y desperdicio de alimentos por región en 2009
En el informe Alerta sobre precios de los alimentos de febrero de 2014, recientemente publicado, se describen estas estadísticas como “impresionantes”. La pérdida y el desperdicio de alimentos no son solo una grave amenaza para la seguridad alimentaria sino también representan un uso extremadamente ineficiente de los recursos. Se estima que por cada caloría de alimento desaprovechada también se pierden otras 7 a 10 calorías de los insumos que se necesitan para producir esa caloría. Por otra parte, con la pérdida y el desperdicio de alimentos se derrochan inversiones en agricultura; se producen emisiones innecesarias de gases de efecto invernadero; se usan de manera poco eficiente el agua, la energía, los fertilizantes y la tierra, y se reducen los ingresos de los agricultores (por lo general pequeños), mientras que se obliga a los consumidores (pobres) a aumentar sus gastos para satisfacer la ingesta mínima de calorías. En otras palabras, la pérdida y el desperdicio de alimentos son importantes para el tema de la pobreza.
Pero la pérdida y el desperdicio de alimentos son mucho más que solo números; no son simplemente otra vergüenza de los ricos o una ironía absurda. Esta situación es un reflejo prototípico del mundo en que vivimos hoy en día, y el que dejaremos a las próximas generaciones. Los futuros avances en la producción agrícola y el cambio climático significarán muy poco para la seguridad alimentaria mundial si seguimos perdiendo y desperdiciando gran parte de los alimentos que producimos.
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