En Kenya, un agricultor utiliza aplicaciones móviles para obtener información en tiempo real sobre las cosechas, consultar los precios del mercado y conectarse directamente con compradores y prestamistas. En Indonesia, una mujer toma pedidos de comida y organiza entregas a domicilio a través de las redes sociales. En Jamaica, un pequeño posadero publica habitaciones en plataformas de reservaciones, que gestiona en línea. En Dakar, una vendedora ambulante vende joyas hechas a mano en África usando tan solo su teléfono inteligente. Y, en Manila, un estudiante universitario enseña matemáticas a alumnos de educación secundaria en zonas aisladas a través de una plataforma de aprendizaje virtual.
Este tipo de historias se están convirtiendo en la nueva norma a medida que evoluciona rápidamente el modelo tradicional del empleo asalariado. Millones de personas están redefiniendo qué significa el empleo mientras obtienen ingresos al trabajar de manera independiente y esporádica. Plataformas digitales como Junia, Shopee, Uber y Upwork están en el centro de esta transformación, permitiendo a las personas llegar a los clientes, administrar sus negocios y recibir pagos, todo desde la palma de su mano.
La mayoría de los trabajadores pueden recibir pagos directos en sus cuentas financieras (i), lo que abre las puertas a otros productos como el ahorro y los seguros y permite nuevas maneras de entregar las transferencias sociales.
Los datos del informe Global Findex 2025 (i) revelan muchas de estas tendencias sobre la tecnología y la inclusión financiera y cuán preparados están los países para aprovechar las oportunidades de una economía laboral digital.
Conectividad: La base para las oportunidades
El acceso a este nuevo mundo laboral empieza con la conectividad. Según nuestro informe Findex, el 84 % de los adultos en los países de ingreso bajo y mediano posee un teléfono móvil, y tres cuartas partes de ellos son teléfonos inteligentes. Dado que el 90 % de los usuarios de internet de estos países acceden a través de aparatos móviles, los teléfonos inteligentes se han convertido en la principal vía de acceso a los servicios digitales que generan ingresos.
Los datos también indican que el 6 % de los adultos en los países de ingreso bajo y mediano ya ganan dinero en línea, una cifra que se eleva a más del 10 % en Asia oriental y el Pacífico (sin incluir a China). Las redes sociales desempeñan un papel cada vez más importante en este cambio. Casi la mitad de los adultos de los países de ingreso bajo y mediano, que representan el 80 % de los usuarios de internet, utilizan ahora las plataformas sociales no solo para conectarse con otras personas, sino cada vez más para propósitos de comercio electrónico informal y marketing digital.
Finanzas digitales: Promover el crecimiento y la resiliencia
Sin embargo, la conectividad por sí sola no es suficiente: los trabajadores autónomos también necesitan acceso a los servicios financieros digitales para prosperar. Los canales habilitados para pagos permiten a los emprendedores vender, realizar transacciones y administrar sus negocios desde su teléfono.
La participación de los consumidores en las finanzas digitales se está expandiendo con rapidez: el 80 % de los titulares de cuentas en los países de ingreso bajo y mediano ha realizado o recibido pagos digitales en el último año. Eso no es todo. Nuestros nuevos datos concluyen:
Alrededor del 40 % de los adultos en las economías de ingreso bajo y mediano paga sus cuentas en línea.
Más de un tercio compra sus productos en internet.
Desde 2021, los pagos digitales a comerciantes —en tiendas o en línea— han crecido significativamente, y hoy son utilizados por más del 40 % de los adultos.
La aceptación de pagos digitales a través de dinero móvil, códigos QR o aplicaciones bancarias no solo protege los ingresos de robos, sino que también permite crear un historial de transacciones digitales. Este registro de la información ayuda a las empresas a hacer un seguimiento de los flujos de efectivo y facilita el uso de otras herramientas financieras, como el crédito de prestamistas que pueden evaluar la solvencia crediticia (i) sobre la base de estos “datos alternativos”. Tal enfoque podría ayudar a reducir la dependencia del financiamiento informal, al cual recurre actualmente el 17 % de los adultos que trabajan por cuenta propia y que piden préstamos para sus negocios.
Este ecosistema digital también promueve la resiliencia financiera. Recibir ingresos en una cuenta digital facilita el ahorro, proporcionando capital para futuras inversiones y una vía de amortiguación frente a conmociones económicas como pérdidas de contratos o daños de activos durante una tormenta. Desde 2021, la proporción de adultos de los países de ingreso bajo y mediano que ahorran en una cuenta formal ha aumentado del 24 % al 40 %, impulsada en gran medida por la banca móvil, que permite a los usuarios ahorrar pequeñas sumas de dinero de manera más asequible y frecuente.
Estos ahorros pueden reinvertirse en negocios o utilizarse para adquirir nuevas habilidades. De hecho, el 26 % de los adultos en los países de ingreso bajo y mediano —casi la mitad de todos los usuarios de internet— se conectan en línea para aprender, lo que puede ayudarlos a mejorar sus servicios o a ingresar en nuevos mercados.
Reducir las brechas: Uno de los desafíos pendientes
A pesar de este inmenso potencial, aún quedan importantes desafíos. Todavía existen grandes deficiencias en materia de conectividad, especialmente en Asia meridional y África subsahariana. La información sobre las existencias de capital recopilada por nuestra oficina del economista en jefe da fe de la existencia de una distribución muy desigual de la infraestructura digital en todo el mundo. En los países de ingreso bajo y mediano vive el 77 % de los abonados a la telefonía móvil del mundo, pero solo el 30 % de las torres de telefonía celular se encuentra en estos lugares, una diferencia que sigue ampliándose (véase el gráfico 1). La situación es aún peor cuando se considera la calidad. Por ejemplo, menos del 5 % de las torres en los países de ingreso bajo son torres 4G y 5G, en comparación con el 40 % en los países de ingreso alto
Esta situación se ve agravada por la falta de conectividad internacional. Casi la mitad de todos los países de ingreso bajo que tienen cables submarinos dependen de solo uno o dos puntos de aterrizaje, lo que los hace vulnerables a interrupciones del servicio. La distribución mundial de los centros de datos pone de relieve este desafío: los países de ingreso bajo y de ingreso mediano bajo cuentan con solo el 0,2 % y el 6 % de toda la capacidad de los centros de datos del mundo, respectivamente, según la publicación Digital Progress and Trends Report 2025 (Informe sobre los avances y las tendencias digitales 2025), que se publicará próximamente.
Como resultado, millones de personas aún carecen de acceso constante a teléfonos inteligentes y a internet. Estas disparidades son particularmente graves entre los jóvenes, los habitantes de zonas rurales y las personas que se ubican en el 40 % más bajo de los tramos de ingresos. Por ejemplo, las mujeres de los países de ingreso bajo y mediano tienen 9 puntos porcentuales (i) menos de probabilidades que los hombres de poseer un teléfono inteligente. La asequibilidad es el obstáculo informado con más frecuencia. En África subsahariana, el costo de un teléfono inteligente de nivel básico puede aún representar el 73 % del ingreso mensual promedio de un hogar pobre (i).
Además del acceso, existe una necesidad crítica en las áreas de alfabetización digital y medidas de seguridad sólidas. Por ejemplo, el 40 % de los adultos que tienen un teléfono no utilizan una contraseña en los países de ingreso bajo y mediano, entre ellos la mitad de los titulares de cuentas de dinero móvil en África subsahariana. Se necesitan leyes de protección del consumidor estrictas y entornos regulatorios inclusivos para garantizar que todos los adultos que trabajan por cuenta propia puedan participar de manera segura en la economía digital.
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