Publicado en Voces

El nuevo coronavirus no hace distinción de género, y tampoco deberíamos hacerla nosotros

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Fotografía: ONU Mujeres/Ploy Phutpheng
Fotografía: ONU Mujeres/Ploy Phutpheng

Hasta la fecha, la mayoría de nosotros hemos experimentado en carne propia cómo el nuevo coronavirus, la pandemia de COVID-19, afecta nuestras vidas: nuestra capacidad de salir de casa, trabajar, ir a la escuela o acceder a los servicios públicos. Sin embargo, estos impactos no son los mismos para todos. Epidemias anteriores, como el VIH/sida, el SRAG, la gripe H1N1 y el ébola, han demostrado que los más vulnerables —ya sean países, comunidades, hogares o individuos— a menudo son los más afectados.  Queremos llamar la atención sobre uno de esos grupos: las mujeres y las niñas.

Las brechas de género preexistentes pueden intensificar los efectos adversos de la COVID-19. De hecho, existe un alto riesgo de que las diferencias de género se profundicen durante y después de la pandemia,  y de que los avances en las áreas de capital humano, empoderamiento económico, y participación y capacidad de acción y decisión logrados por las mujeres y las niñas (i) en las últimas décadas se puedan revertir. Para formular políticas que tengan en cuenta las cuestiones de género, es importante comprender las diferentes maneras en que la pandemia de COVID-19 y la consiguiente crisis económica pueden afectar los resultados en materia de igualdad de género. Estas se ilustran en el gráfico 1 sobre las tres áreas prioritarias de la Estrategia sobre Igualdad de Género del Grupo Banco Mundial (PDF, en inglés): las condiciones económicas, las dotaciones (salud y educación) y la capacidad de acción y decisión.

Gráfico 1: Cómo afecta la COVID-19 los resultados en materia de igualdad de género

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Gráfico 1: Cómo afecta la COVID-19 los resultados en materia de igualdad de género

En primer lugar, consideremos los impactos económicos de la COVID-19. En todo el mundo, las mujeres y los hombres trabajan en su mayoría en diferentes sectores. Muchos de los trabajos del sector de servicios que se ven afectados por la crisis actual son realizados en mayor proporción por mujeres.  Pensemos en las recepcionistas, las amas de casa, las azafatas, el personal de servicio de restaurantes, las peluqueras, las empleadas domésticas, entre otras ocupaciones. Pero en algunos empleos del sector de manufacturas también hay una alta concentración de trabajadoras. Por ejemplo, aproximadamente la mitad de las mujeres que trabajan en Bangladesh laboran en la fabricación de textiles o la confección de prendas de vestir (PDF, en inglés). Hasta ahora, millones de trabajadores textiles (i), en su mayoría mujeres, han tenido que quedarse en casa sin recibir sus remuneraciones debido a la COVID-19.

Otro punto que se debe considerar, en particular en los países de ingreso bajo, es que muchas mujeres trabajan en empleos informales y, por lo tanto, no están cubiertas por planes de protección social, como el seguro de desempleo. Una mayor cantidad de hombres ha muerto debido a la COVID-19, por lo que es aún más urgente que las mujeres afectadas por la pandemia puedan acceder a sistemas de protección social u otros mecanismos apoyo a los ingresos para sostener a sus familias.

Además, se registra una distribución desigual de la prestación de cuidados entre los hombres y las mujeres dentro de los hogares.  En circunstancias normales, las mujeres y las niñas asumen la responsabilidad del cuidado del hogar y la familia debido a las normas sociales (vea gráfico 2). Es probable que ahora carguen con el aumento de la demanda de atención provocado por el cierre de las escuelas, el confinamiento de las personas mayores y el creciente número de familiares enfermos. Existe un alto riesgo de que esto lleve a muchas mujeres en todo el mundo a abandonar sus trabajos, especialmente aquellos que no se pueden realizar de manera remota, con efectos negativos posiblemente duraderos en la participación de la mujer en la fuerza laboral.

Gráfico 2: Las mujeres asumen la responsabilidad de la prestación de cuidados

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Gráfico 2: Las mujeres asumen la responsabilidad de la prestación de cuidados
Fuente: Estadísticas de la OCDE. Nota: NA: América del Norte, EU: Unión Europea, ECA: Europa y Asia central, LAC: América Latina y el Caribe, EAP: Asia oriental y el Pacífico, SSA: África al sur del Sahara, MENA: Oriente Medio y Norte de África, SA: Asia

Hablemos ahora de los impactos de la crisis en la salud, que muestran cómo la COVID-19 puede afectar las dotaciones de los hombres y las mujeres de manera diferente.  Hasta la fecha se ha informado ampliamente (i) que los hombres tienen un mayor riesgo de morir por la COVID-19 que las mujeres. Las razones no se entienden del todo, pero las evidencias apuntan a una combinación de factores biológicos y conductuales (i). Si bien esta es una grave “vulnerabilidad de los hombres”, las mujeres y las niñas también enfrentan riesgos específicos de salud durante la actual crisis.

Debido al rol de cuidadoras que cumplen tanto dentro como fuera del hogar, las mujeres están expuestas de manera desproporcionada a la COVID-19.  A nivel mundial, el 88 % de los trabajadores que prestan cuidados personales y el 69 % de los profesionales de la salud son mujeres (i). En estos trabajos de primera línea existe contacto con el paciente y las labores no se pueden realizar desde la casa. En España, por ejemplo, del total de trabajadores sanitarios infectados, el 71,8 % corresponde a mujeres y el 28,2 % a hombres (i).

La reasignación de los recursos públicos hacia la emergencia de salud pública también puede plantear un riesgo para los servicios de salud sexual, reproductiva y materna, particularmente donde los recursos de los sistemas sanitarios son muy limitados. Durante las crisis pasadas del ébola (i) y el SRAG, se informaron aumentos de la mortalidad materna debidos, en parte, al menor acceso a los servicios de salud y al temor de contagio en las salas de maternidad. Del mismo modo, la falta de acceso a la salud reproductiva puede aumentar la cantidad de embarazos no deseados, especialmente entre las adolescentes (i).

Gráfico 3: Más mujeres que hombres trabajan en la primera línea

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Gráfico 3: Más mujeres que hombres trabajan en la primera línea
Fuente: Estadísticas de la OIT.

Por último, es probable que la capacidad de acción y de decisión de las mujeres se vea afectada.  Un ejemplo particularmente indignante es la violencia contra las mujeres (i). Las normas patriarcales, la incertidumbre económica y el estrés junto con las medidas de confinamiento y las interrupciones en los servicios ya han provocado aumentos inquietantes de la violencia doméstica en los países afectados por la COVID-19. Por esta razón, el secretario general de la ONU hizo un llamado urgente (i) a que la prevención de la violencia contra las mujeres y la reparación a las víctimas sean una parte esencial de los planes nacionales de respuesta (por ejemplo, incluir los refugios en los servicios esenciales, crear sistemas de alerta con los farmacéuticos y tenderos, y asegurar que los sistemas judiciales continúen enjuiciando a los autores de abusos).

¿Qué nos deja eso? Debemos crear una base empírica para la formulación de políticas, identificando los riesgos existentes, generando datos (i) de alta frecuencia sobre los impactos de género de la COVID-19 y asegurando que las respuestas y las intervenciones normativas respondan tanto a los hombres como a las mujeres (hemos resumido algunas de estas recomendaciones en este documento [i]). Dado que el virus no hace distinción de género, las respuestas a la pandemia tampoco deberían diferenciar entre hombres y mujeres.


Autores

Caren Grown

Ex Directora Global de Género del Grupo Banco Mundial

Carolina Sánchez-Páramo

Directora mundial de Pobreza del Grupo Banco Mundial

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