Publicado en Voces

La COVID-19 (coronavirus) refuerza más que nunca la necesidad de tener un transporte sostenible

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Ciclistas, autobuses y automóviles en Bogotá, Colombia. Fotografía: Secretaría de Movilidad de Bogotá.
Ciclistas, autobuses y automóviles en Bogotá, Colombia. Fotografía: Secretaría de Movilidad de Bogotá.

A medida que las ciudades empiezan a poner fin gradualmente a las cuarentenas por la COVID-19 y reabren sus economías, algunos observadores sostienen que el transporte público podría aumentar el riesgo de contagio (i) y que los automóviles privados (i) deberían ser considerados la única alternativa segura.

Veo varios problemas con estas opiniones. En primer lugar, es importante destacar que esta postura se basa más en percepciones que en hechos. En segundo lugar, promover el uso generalizado del automóvil podría en realidad impedir la recuperación y acarrear una serie de efectos secundarios negativos, especialmente para los pobres.

En esta serie de blogs, explicaré por qué el transporte sostenible —utilizar el transporte público, caminar y andar en bicicleta— debe convertirse en una parte integral de nuestra respuesta a la pandemia , y cómo podemos hacer que esto suceda de una manera segura y sostenible.

Comencemos analizando más de cerca la situación actual —desde puntos de vista de la salud pública, económico, social y ambiental— para ver cómo encaja la movilidad urbana en el panorama de hoy.

Las personas deben seguir movilizándose y las economías deben continuar funcionando

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que unos 1600 millones de personas corren el riesgo de perder sus medios de subsistencia. Muchas de ellas son trabajadores informales que no tienen acceso a beneficios de desempleo ni a ningún otro tipo de redes de protección social. Unos 39 millones de trabajadores ya han perdido sus empleos en Estados Unidos (i), y 31 millones en América Latina. Hay una preocupación creciente de que muchos trabajos perdidos debido a la pandemia desaparecerán para siempre (i), generando algunas preguntas importantes sobre el futuro del mercado laboral, especialmente en las ciudades.

Además, la OIT calcula que, a nivel mundial, “más de 436 millones de empresas afrontan el grave riesgo de interrupción de la actividad”. De manera similar, hasta 580 millones de personas podrían caer en la pobreza (i), según estimaciones de la Universidad de las Naciones Unidas. También hay una alta probabilidad de que la crisis sanitaria pueda contribuir a una pandemia de hambre (i) o llevar a otros 130 millones de habitantes al borde de la inanición.

Estas cifras muestran cómo incluso una cuarentena breve puede afectar negativamente a millones de personas, especialmente a los pobres. Ahora, imaginemos que estas pérdidas fueran permanentes y el mercado laboral urbano se paralizara. La pobreza se dispararía, las clases medias se reducirían y los ingresos fiscales se desplomarían.

Para evitar este escenario, los países esperan reactivar sus economías minimizando en paralelo el riesgo de contagio, que sigue siendo una preocupación importante en todo el mundo. El transporte será una pieza clave de la ecuación: debemos encontrar las maneras de conectar a las personas con los empleos y hacerlo de la forma más segura y sostenible posible. 

El transporte sostenible y el llamado a una recuperación verde

Mientras el mundo afronta la pandemia y sus consecuencias económicas, no debemos olvidar la crisis climática en ciernes de las últimas décadas. Si bien las medidas tomadas para reducir la propagación del virus redujeron temporalmente las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) (i), los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera son los más altos en la historia de la humanidad (i). Recién el mes pasado, en el norte de Siberia —por encima del círculo polar ártico— se registraron temperaturas elevadas récord (i) que pueden derretir el permafrost y liberar aún más GEI a la atmósfera.

Claramente, los encargados de tomar decisiones en todos los niveles deben trabajar en pro de un modelo de recuperación verde que ayude a abordar de manera simultánea las actuales emergencias sanitarias, económicas y climáticas. Avanzar hacia un transporte sostenible será un objetivo clave de ese proceso: el sector del transporte ya representa una cuarta parte de las emisiones relacionadas con la energía, y ese número está a punto de aumentar (i) mucho más en la próxima década. El transporte sostenible —con bajas emisiones de carbono— puede reducir significativamente las emisiones totales y, al mismo tiempo, ayudarnos a crear comunidades más competitivas e inclusivas, y a estar a salvo de la COVID-19.

Las tres "c": evitar los espacios cerrados, concurridos y en que se produzca un contacto estrecho

¿Cómo debería ser entonces exactamente el transporte sostenible en el contexto de la COVID-19? ¿Cuáles son los modos de transporte y las soluciones que deberíamos priorizar?  Y, lo que es más importante aún, ¿cómo deberíamos adaptar los sistemas existentes para minimizar los riesgos sanitarios?

Para responder estas preguntas, seguiré refiriéndome al marco de las tres "c" (i): espacios cerrados, espacios concurridos y espacios en que se produzca un contacto estrecho. Según el marco, las tres "c" pueden aumentar drásticamente el riesgo de propagación del coronavirus, en particular cuando se superponen.

Fuente:   Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar de Japón.  Diagrama del autor. Diagrama del autor.
Fuente: Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar de Japón.

 

Gestionar la demanda de transporte a través del trabajo a domicilio

La mejor manera de minimizar las tres "c" y proteger al mismo tiempo la economía es hacer que las personas trabajen desde su casa, una situación que se puede aplicar principalmente a los trabajadores de “cuello blanco” o profesionales y administrativos con acceso a tecnología digital. Estos trabajadores —entre los que me incluyo— pueden participar en reuniones virtuales, seguir leyendo y respondiendo correos electrónicos, e incluso pueden preparar café y cocinar en casa. Para reiniciar las actividades económicas de una manera segura, quien pueda trabajar desde su domicilio debe continuar haciéndolo: esto reducirá la demanda de transporte y permitirá que las personas que necesitan viajar logren un distanciamiento físico adecuado en los autobuses o metros, especialmente durante las horas pico (i).

Solo en el futuro sabremos si el trabajo a domicilio será temporal o permanente. Pero puede afirmarse con seguridad que la pandemia tendrá un impacto duradero y enorme en la manera que organizamos el espacio de las oficinas (i). Sin embargo, no todos los trabajadores sobrellevan bien el trabajo desde la casa, como lo indica (i) el aumento preocupante de la violencia doméstica (i), el estrés (i) y la depresión (i).

Proporcionar un transporte seguro a quienes lo necesitan

Los trabajadores que se desempeñan en empleos administrativos pueden trabajar en la casa no solo gracias a la tecnología, sino también gracias a los innumerables trabajadores de "cuello azul” o manuales e informales que salen de sus hogares todas las mañanas para mantener en funcionamiento las cadenas de abastecimiento, entregar paquetes y reponer los estantes de nuestros supermercados locales.

Para esos trabajadores esenciales, la posibilidad de movilizarse es tan importante como siempre: sin una manera de llegar a sus trabajos, la mayoría de ellos probablemente perdería sus ingresos y no tendría cómo alimentar a sus familias. En mis dos siguientes entradas de blog, analizaré de qué manera podemos utilizar el transporte sostenible para proporcionar una movilidad segura, ecológica y eficiente a aquellos que más la necesitan, tanto durante como después de la pandemia. Primero me centraré en el uso del transporte público y luego exploraré el potencial de andar en bicicleta y caminar. ¡No se las pierda!

 

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Parte 3: ¿La COVID-19 (coronavirus) puede dar paso a ciudades más orientadas a los peatones y los ciclistas?


Autores

Arturo Ardila

Economista principal de Transporte y líder de movilidad urbana del Banco Mundial

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