Los conflictos violentos, como el que causa estragos actualmente en Siria, generan desafíos económicos inmediatos y futuros. Si los analizamos en el presente, vemos que grandes cantidades de personas son desplazadas, perdiendo entretanto sus medios de sustento. Si los analizamos en perspectiva, los conflictos prolongados dejan como legado economías en ruinas y en riesgo, que se recuperan de manera muy lenta. Hasta la fecha, estos desafíos han sido tratados como temas completamente distintos tanto en términos conceptuales como institucionales. El problema de los desplazados ha sido visto como un “deber de asistencia”, y es administrado por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). El desafío que representa la recuperación económica después de un conflicto ha sido conceptualizado como “asistencia para el desarrollo” y, una vez que se alcanza la paz, lo manejan organismos internacionales de desarrollo como el Banco Mundial.
Estos enfoques tienen muchos puntos débiles. Al considerar las necesidades de los desplazados como “ayuda”, los enfoques humanitarios tradicionales equivocan radicalmente la condición de dichas personas. Ellas han perdido principalmente sus medios de sustento y hogares. Por lo tanto, sus necesidades básicas son la recuperación de sus medios de subsistencia y una posibilidad cierta de poder regresar a sus lugares de residencia. El establecimiento de sistemas que hacen que las personas pasen años en campamentos, siendo alimentados por donaciones internacionales mientras viven en una situación de inactividad obligada, es una distorsión, que degrada profundamente el espíritu humano. Como es de esperar, la mayoría de los refugiados prefiere, en cambio, probar suerte con trabajos ilegales en las zonas marginales de las ciudades que los albergan. De manera similar, al reducir el desafío de la recuperación económica a las prestaciones que se entregan después de un conflicto, los organismos de desarrollo pierden las oportunidades especiales que tienen para incubar el proceso de restauración generado por el desplazamiento.
Se necesita un enfoque integrado para abordar el desplazamiento y la recuperación posterior a los conflictos. Si se los apoyara de manera adecuada, los desplazados podrían constituir una economía en el exilio y que, una vez que se restaure la paz, podrían retornar a sus países y acelerar la recuperación. Los campamentos, en vez de ser depósitos de tragedias humanas, deberían constituirse en refugios laborales que gesten la economía futura. De hecho, deberían ser ciudades “portátiles” más que crueles imitaciones de campos de vacaciones. Para ver cómo podría funcionar esto, tomemos la situación de Siria en este momento.
Actualmente, alrededor de la mitad de la población de Siria está desplazada, es decir 10 millones de personas. De estas, alrededor de 5 millones ya están fuera de Siria, en gran parte en los países vecinos. Únicamente en Jordania hay alrededor de 1 millón; el campamento más grande, Za’atari, está solo a minutos de distancia de una gran área industrial que virtualmente está vacía. La zona es lo bastante grande como para emplear más de dos veces toda la mano de obra del campamento. La zona y el campamento, en su conjunto, podrían proporcionar tres tipos de trabajos, de manera análoga a una ciudad común y corriente.
La base de las exportaciones sería la producción de bienes libres, que se comercialicen internacionalmente, tales como las manufacturas livianas. Junto con esto estaría la producción de mercancías que se vendan a nivel local, de modo que el mercado primario sean los mismos refugiados, tales como muchos tipos de alimentos procesados. Cada una de estas producciones estaría bien adaptada a un lugar dentro de la zona. Las empresas a través de las cuales se organizarían estas producciones serían en parte compañías sirias ya existentes que necesitan reubicarse debido al estallido del conflicto y, en parte, firmas internacionales atraídas a la zona mediante una combinación de incentivos financieros entregados por los donantes y un sentido propio de responsabilidad social. Los presupuestos bajo los cuales los donantes financiarían los estímulos no vendrían de las pequeñas asignaciones para los refugiados, sino que de los sustanciales presupuestos justamente establecidos para la recuperación de los Estados frágiles. El propósito primario de los refugios laborales sería incubar la futura economía siria posterior al conflicto.
El tercer tipo de empleo serían servicios altamente localizados, que se entremezclen lo mejor posible con los hogares dentro del campamento. Toda la ayuda que se necesita para esto es una facilitación directa. Actualmente, por ejemplo, las tiendas informales que han surgido en el campamento, manejadas por los refugiados, están excluidas del sistema oficial de distribución de alimentos. A los refugiados se les da dinero para que adquieran comida, pero el dinero es una moneda simbólica restringida que solamente puede transar la persona designada en una de las dos tiendas oficiales de alimentos. Hoy en día, se desalienta la actividad comercial. Por ejemplo, conversé con un grupo de refugiados que habían arreglado ingeniosamente un generador capaz de suministrar electricidad a alrededor de 20 casas, pero ellos tuvieron la precaución de explicarme que lo hacían de manera gratuita. Lo que es más escandaloso, los niños permanecen sin recibir educación mientras alrededor de 200 profesores sirios están desocupados.
Una vez que la paz regrese a Siria, como así será, estas actividades económicas podrían reubicarse en el país junto con los refugiados. De manera directa, esto aceleraría la recuperación del empleo después del conflicto, lo que ayudaría a la estabilización del país. Pero también jugaría un valioso rol en el presente: los refugiados que trabajen en tales empresas tendrían un sentimiento real de que sus vidas están volviendo a la normalidad.
Los refugios laborales también benefician a las sociedades que acogen a los refugiados, lo cual es importante porque evidentemente se necesita la aprobación de las autoridades de estos países. Si bien la motivación del financiamiento de los donantes sería generar la futura economía posterior al conflicto, su impacto actual sería mejorar la economía de los países anfitriones. Además, la incubación exitosa beneficiaría dichas economías en el futuro. Una vez que una empresa que produce para los mercados internacionales funciona de manera rentable en el país anfitrión, no hay razón para que cierre sus operaciones cuando vuelva la paz. Simplemente puede instalar una operación paralela en Siria, usando la mano de obra que retorna al país. Tal reactivación de las compañías internacionales es muy atractiva para los Gobiernos receptores de refugiados.
El Grupo Banco Mundial está en una posición ideal para facilitar los refugios laborales. El mismo Banco Mundial administra cantidades significativas de asistencia financiera destinada a la recuperación después de conflictos, y la Corporación Financiera Internacional (IFC) y el Organismo Multilateral de Garantía de Inversiones (MIGA) —que integran el Grupo Banco Mundial— cumplen funciones claras e importantes de atraer y coordinar a las empresas internacionales y mitigar los riesgos. Más allá del financiamiento, la comunidad internacional también puede ayudar en la creación de refugios laborales, brindando acceso privilegiado al mercado para los productos de estos. En el caso de Siria, el mercado más pertinente sería la Comunidad Europea.
No es sorprendente que los refugiados sirios deseen volver a Siria una vez que se restaure la paz. Incluso con las actuales terribles carencias de la respuesta internacional, solo el 2 % de los desplazados intenta llegar a Europa; muy pocos, como para que sean virtualmente irrelevantes a la hora de abordar el desafío masivo del desplazamiento. Sin embargo, este vuelo marginal a Europa ha galvanizado la preocupación europea. Sin darse cuenta, esto ha hecho tal vez que sea políticamente factible la respuesta más humana y eficaz que se podría conseguir mediante la promoción de los refugios laborales.
Paul Collier es profesor de Economía y Políticas Públicas de la Escuela Blavatnik de Gobierno de la Universidad de Oxford, y uno de los directores del International Growth Centre.
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