Publicado en Voces

En la matemática del desarrollo mundial, la multiplicación vence a la división

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El financiamiento en condiciones concesionarias —esto es, las donaciones y los préstamos con bajas tasas de interés— es más importante que nunca para los países con los índices más altos de pobreza. Sin embargo, la actual arquitectura de la ayuda es sumamente compleja, fragmentada y ofrece niveles de concesionalidad limitados. En este contexto, es importante encontrar maneras de movilizar los recursos disponibles para un impacto mayor y más eficaz. 

La Asociación Internacional de Fomento (AIF) es la mayor fuente de financiamiento en condiciones concesionarias para los países en desarrollo. Alrededor del 30 % de sus flujos de fondos se proporcionan en forma de donaciones, y la cantidad restante se destina a préstamos con bajas tasas de interés. La AIF es una parte fundamental de la visión del Banco Mundial de crear un mundo sin pobreza en un planeta habitable. El financiamiento en condiciones concesionarias otorgado por la AIF ayuda a los países a impulsar el crecimiento económico para crear empleos y prosperidad, superar crisis y emergencias, y llevar a cabo acciones climáticas eficaces.

A principios de este mes, participé en una mesa redonda sobre financiamiento en condiciones concesionarias en el Foro de la Paz de París (i). En el evento se abordaron cuatro cuestiones generales: la importancia de movilizar el financiamiento en condiciones concesionarias, la forma de asignar los fondos en condiciones concesionarias para lograr el máximo impacto posible, la diferenciación de la concesionalidad entre sectores y la complejidad de la actual arquitectura de la ayuda.

En un contexto de necesidades de desarrollo enormes y recursos limitados, lo más sensato es movilizar fondos en condiciones concesionarias siempre que sea posible. El modelo híbrido de la AIF, en vigor desde 2017, permite multiplicar los recursos en condiciones concesionarias: por cada USD 1 que recibe la AIF se obtienen casi USD 4 en financiamiento para los países en situación de pobreza. Sin embargo, pese a la eficiencia financiera que implica la movilización de recursos escasos, la proporción de la asistencia oficial para el desarrollo que se destina a mecanismos que no movilizan fondos de terceros —que reciben USD 1 de los donantes y lo utilizan para entregar USD 1 a los países receptores— dentro del total de los flujos financieros oficiales ha ido creciendo. Por lo tanto, los donantes deberían considerar si disponen de un equilibrio adecuado entre financiamiento movilizado y no movilizado.

También parece claro que los recursos en condiciones concesionarias deberían asignarse donde la necesidad es mayor y donde se utilicen de manera más eficaz . La AIF hace esto de forma transparente equilibrando las necesidades de un país con su desempeño, por ejemplo calificando sus políticas e instituciones. Las necesidades se miden según el tamaño de la población y el ingreso nacional bruto per cápita, y estas se consideran al momento de la asignación del financiamiento.

Durante más de una década, la AIF ha proporcionado donaciones en función del riesgo de sobreendeudamiento y no por sectores. Las donaciones de la AIF se entregaron por primera vez en 2002 en el marco de la AIF-13 y se asignaron a ciertos sectores, pero eso no funcionó bien. El actual enfoque de la AIF es focalizarse mejor dado el empeoramiento del riesgo de sobreendeudamiento a lo largo de los últimos años. Sin embargo, la proporción de financiamiento en condiciones concesionarias en los flujos financieros oficiales para los países con alto riesgo de dificultades ha disminuido en años recientes.

La AIF respalda los esfuerzos para reducir la actual fragmentación y complejidad del financiamiento en condiciones concesionarias.  Hemos analizado las últimas tendencias de la arquitectura de la ayuda mundial, utilizando principalmente datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos. Nuestras investigaciones indican que dicha arquitectura se caracteriza por una creciente fragmentación, en que los flujos financieros oficiales se dividen cada vez más en porciones más pequeñas; una proliferación de canales de donantes, que obliga a algunos países a tratar con más de 200 organismos donantes; un porcentaje cada vez mayor de mecanismos que no movilizan fondos externos, y altos niveles de evasión, ya que solo el 40 % de los flujos financieros oficiales se asigna a través de los presupuestos nacionales de los receptores.

En vista de lo mucho que está en juego para nuestro planeta, es necesario ampliar el financiamiento en condiciones concesionarias y aumentar su eficiencia . Podemos hacerlo multiplicando el valor de cada dólar, en lugar de dividir nuestros esfuerzos en medio de una proliferación de canales, y focalizando nuestros esfuerzos de colaboración entre los asociados para ser transparentes y lograr el máximo impacto.

El próximo mes, se realizará una reunión de la AIF en Zanzíbar para llevar a cabo un examen de mitad del período del ciclo de reposición en curso, la AIF-20, que incluye USD 93 000 millones para apoyar a los países en situación de pobreza. La magnitud de la crisis mundial que tenemos ante nosotros exige que fijemos metas más ambiciosas para la AIF-21. Cuando en los próximos meses se inicien las consultas de la próxima reposición de recursos, la comunidad del desarrollo no debe perder de vista el objetivo de maximizar el impacto y la eficacia de cada dólar que se ha recaudado para los países con los índices más altos de pobreza.


Autores

Akihiko Nishio

Vicepresidente de Financiamiento para el Desarrollo, Banco Mundial

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