Muchas veces, en los círculos diplomáticos o científicos, el pensamiento convencional es que el público en general no sabe qué le conviene en lo que respecta a la política exterior o al abordaje de las amenazas mundiales. Es demasiado complicado, dicen los expertos; el público no lo entendería. Sin embargo, una nueva encuesta sugiere que muchos integrantes del público entienden muy bien cómo los brotes de enfermedades infecciosas a nivel mundial representan una grave amenaza para sus vidas y para la seguridad económica, y saben qué se debe hacer al respecto.
Una encuesta de investigación de opinión encargada por el Grupo Banco Mundial que se realizó a 4000 encuestados de cinco países industrializados (Alemania, los Estados Unidos, Francia, Japón y el Reino Unido) determinó que la mayoría de las personas no está convencida de que el mundo, o su propio país, esté preparado para la próxima epidemia mundial. El doble de encuestados cree que el mundo experimentará otra epidemia mundial en la próxima década, y menos de la mitad están convencidos de que su propio país está preparado. Clasifican “la salud y las epidemias mundiales” como una de sus mayores preocupaciones mundiales, después del terrorismo y el cambio climático.
Estas conclusiones se obtienen casi un año después de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declarara la epidemia del ébola como una “emergencia de salud pública de interés internacional”, su nivel de alerta más alto. Esto desencadenó una respuesta mundial masiva, pero solo ocho meses después del primer caso identificado en África occidental. Sin embargo, después de más de 11 000 muertes, millones de vidas afectadas y miles de millones de dólares de ingresos perdidos, la amenaza no ha terminado: siguen apareciendo nuevos casos de ébola. También hemos visto la reciente propagación del virus sumamente infeccioso que ocasiona el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS, por su sigla en inglés) a la República de Corea, lo que ha contribuido a una disminución en el crecimiento del producto interno bruto (PIB) del país, que alcanzó su punto más bajo en seis años.
Los virus del ébola y del MERS se han limitado, en gran medida, a unos pocos países porque se transmiten a través del contacto directo. Pero ¿qué pasaría si el mundo se enfrentara a una enfermedad transmitida por el aire, de rápida propagación, como la pandemia de gripe española de 1918-19? Las estadísticas sugieren que un brote similar, en la actualidad, acabaría con la vida de más de 33 millones de personas en 250 días. Además, se ha estimado que el costo de un brote tan grave sería de un 4,8 % del PIB mundial, o más de US$3,6 billones.
El público tiene razón: el mundo no está preparado para la próxima epidemia. No estamos mejor capacitados para responder de manera rápida ante un brote de lo que estábamos hace un año. Pero podemos estarlo, y por mucho menos dinero del que costaría si no actuamos inmediatamente. Hay tres cosas que debemos hacer:
Primero, debemos asegurarnos de que todos los países inviertan en una mejor preparación. Esto comienza con un sistema de salud sólido que pueda proporcionar una atención esencial de calidad, vigilancia de las enfermedades y capacidades de diagnóstico. Debemos extender las iniciativas exitosas, como las de Etiopía y Ruanda, para capacitar a equipos de trabajadores de la salud de la comunidad, que pueden ampliar el acceso a la atención y actuar como la primera línea de respuesta ante futuros brotes de enfermedades. El objetivo debe ser la cobertura de salud universal, para garantizar que todos puedan recibir la atención que necesitan y también porque las zonas que no tienen una cobertura adecuada ponen a todos en riesgo.
El público comprende lo siguiente: la gran mayoría cree que invertir en médicos, enfermeros y clínicas en los países en desarrollo ayuda a evitar que las epidemias se propaguen a sus propios países, salva vidas y ahorra dinero. Pero la experiencia de Corea demuestra que hasta los sistemas de salud más avanzados necesitan reforzar su preparación ante epidemias.
Segundo, necesitamos un sistema de preparación y respuesta ante epidemias mundiales más inteligente y mejor coordinado, que aproveche la experiencia de muchos más actores, incluida una OMS con mejores recursos. Los primeros meses de respuesta ante la epidemia del ébola recayeron desproporcionadamente sobre la heroica organización Médicos Sin Fronteras. Los brotes ocurrirán, pero se los puede contener antes de que se conviertan en epidemias mundiales más costosas y mortales. Esto exige el establecimiento previo de mecanismos y una coordinación estrecha entre los Gobiernos nacionales y locales, los organismos internacionales, el sector privado y las organizaciones no gubernamentales, con una cadena de suministros que pueda ponerse en funcionamiento en cuestión de segundos. El sector privado, al que se privó en gran medida de la respuesta inicial ante el ébola, puede aportar disciplina de mercado, innovación y recursos adicionales a la lucha.
Tercero, debemos ser capaces de obtener financiamiento de emergencia con facilidad y desplegar equipos de respuesta rápida ante la primera señal de una crisis. Si se produce una epidemia de rápida propagación, no alcanza con el método tradicional de emitir llamamientos de recaudación de fondos. El Grupo Banco Mundial está trabajando con la OMS y otras instituciones en una parte de la solución, lo que llamamos un servicio de financiamiento de emergencia para casos de pandemia. El servicio, que fue aprobado por los líderes del Grupo de los 7 en Alemania, en junio, procura garantizar la disponibilidad de un financiamiento adecuado y oportuno para los países y los organismos de respuesta internacionales, para contener una amenaza de pandemia de manera eficaz. El servicio está desarrollando mecanismos de financiamiento innovadores, como seguros del sector privado y fondos para contingencias del sector público, que puedan realizar desembolsos con rapidez para solventar un incremento repentino de los trabajadores de la salud o el establecimiento de centros de operaciones de respuesta ante emergencias. Los Gobiernos ya han utilizado este modelo para controlar con éxito los riesgos climáticos y de desastres naturales.
Hace dos años, una encuesta realizada a 30 000 ejecutivos de compañías de seguros reveló que su mayor preocupación era que se produjera una epidemia mundial. Pero la señal de alarma de los ejecutivos se ignoró, al igual que las advertencias previas sobre el síndrome respiratorio agudo grave (SARS, por su sigla en inglés) y la gripe aviar. En la actualidad, con el doloroso recuerdo de la última epidemia y el apoyo del público completamente a favor, es momento de abordar el tema de la prevención de epidemias y la respuesta ante brotes epidémicos. Debemos romper el ciclo de palabras que no se transforman en medidas concretas.
Este artículo fue publicado por primera vez en Huffington Post.
Únase a la conversación