Los países más pobres del mundo se enfrentan a pagos del servicio de la deuda cada vez mayores, costos de refinanciamiento sin precedentes, acceso a los mercados limitado y flujos de capital que se han reducido considerablemente. Si no se toman medidas, las vulnerabilidades derivadas de la deuda aumentarán aún más en 2024, lo que podría dar lugar a retrocesos en los resultados de desarrollo.
En este contexto, la arquitectura actual del alivio de la deuda mundial se ha centrado sobre todo en los países con problemas de solvencia, incluidos en el Marco Común (PDF, en inglés), y eso sigue siendo fundamental. Sin embargo, se ha prestado menos atención a un grupo particular de economías: los países de ingreso bajo y mediano bajo que probablemente experimentarán presiones de liquidez temporales en 2024 y 2025 en un entorno de reembolsos de la deuda externa muy elevados. Estas economías aún no tienen problemas de solvencia y, por lo tanto, no son candidatas para participar en el Marco Común o la reestructuración total de la deuda. Pero necesitarán de manera urgente un apoyo de liquidez en 2024-25 para mitigar los importantes riesgos de refinanciamiento de la deuda externa a los que se enfrentan. Si bien este es un subconjunto de un problema mayor en términos de vulnerabilidades derivadas de la deuda, si no se presta asistencia, las dificultades de liquidez pueden convertirse en problemas de solvencia. Esto, a su vez, exacerbaría las percepciones de riesgo en este tipo de países, limitando aún más las entradas de capital y acelerando las salidas de capital. Además, ampliaría la gran cantidad de países que ya están sobreendeudados y aumentaría la falta de solvencia.
Ya en 2022, observamos salidas de capital de los países en desarrollo a medida que el sector privado se contraía y continuaban los pagos del servicio de la deuda. Tal vez en 2024 mejore la confianza respecto de las economías emergentes más grandes con un historial sólido en el mercado, pero es poco probable que estas mejoras se extiendan a los países más pobres donde las necesidades son mayores.
En 2023, las economías de ingreso bajo y ciertos países de ingreso mediano bajo (calificados como clientes de la AIF por el Banco Mundial debido a su acceso a financiamiento en condiciones sumamente concesionarias) reembolsaron unos USD 74 000 millones en pagos de deuda externa de su deuda pública y con garantía pública. Esto representa un aumento anual de más del 45 % en comparación con 2022, reflejando, en parte, la reanudación de los pagos luego de la Iniciativa de Suspensión del Servicio de la Deuda, entre otros factores. Cuando se suma con el servicio de la deuda interna, los pagos totales del servicio de la deuda de estos países podrían superar los USD 185 000 millones, o aproximadamente el 7,5 % de su PIB combinado, en 2024. Dicha cifra es mayor, en promedio, que el gasto público conjunto en salud, educación e infraestructura. Esta situación ocurre mientras la mayor parte del espacio fiscal se ha erosionado, y se torna más difícil, ya que las condiciones financieras son restrictivas y los niveles de las tasas de interés son prohibitivamente elevados para muchos países de ingreso bajo y mediano bajo, que tienen acceso limitado o incluso nulo a los mercados de deuda mundiales. En 2023, los márgenes promedio de los bonos de África subsahariana se mantuvieron por encima de los 1000 puntos básicos. A medida que subieron las tasas de interés en las economías avanzadas, los inversionistas privados se alejaron de los mercados de frontera y se dirigieron hacia activos de menor riesgo en las economías avanzadas, donde pudieran obtener ingresos históricamente altos. Otras entradas, especialmente los préstamos sindicados, también han disminuido drásticamente.
Puede ser necesario un apoyo a la liquidez amplio para los países de ingreso bajo y mediano bajo con el fin de ayudar a mitigar los flujos de deuda negativos netos en estos países. Algunos acreedores oficiales han dado un paso al frente, incluido el Banco Mundial. Desde la pandemia de COVID-19, la AIF ha suministrado grandes volúmenes de flujos positivos netos y en condiciones sumamente concesionarias. Pero hace falta más. Los organismos multilaterales podrían utilizar recursos disponibles baratos y en condiciones favorables para respaldar el refinanciamiento de la deuda externa mediante mecanismos de mejoramiento del crédito, facilitar operaciones de gestión de pasivos de conformidad con las leyes del mercado, además de suministrar flujos positivos netos. En algunos casos, también podría haber oportunidades para utilizar estratégicamente canjes de deuda por medidas de desarrollo, y ayudar a los países a suavizar su perfil de amortización de la deuda, apoyando al mismo tiempo proyectos de desarrollo de gran impacto. Sin embargo, las necesidades de liquidez y financiamiento para el desarrollo son inmensas, por lo que todas estas soluciones deben complementarse con nuevos recursos. Los países podrían, por su parte, promulgar reformas fiscales imprescindibles, implementar medidas y proyectos de acción climática, y avanzar en los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Actuar con rapidez es fundamental, y 2024 será un año crucial para detener una mayor escalada de las vulnerabilidades derivadas de la deuda, lo cual es necesario para reanudar los avances de desarrollo en los países más pobres del mundo.
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