Acababa de llegar a Bali a última hora del día para participar en las Reuniones Anuales de 2018 del Banco Mundial y el FMI. Al amanecer, un terremoto de 6,4 grados de magnitud despertó abruptamente a nuestro grupo y a los visitantes de más de 189 países junto con los habitantes de Indonesia y otras naciones vecinas. Según los primeros informes de la Agencia Nacional de Mitigación de Desastres, se produjeron grandes daños en la infraestructura y pérdidas de vidas en unos pocos minutos. La respuesta de Indonesia tras el sismo reveló la diferencia que puede marcar el financiamiento de riesgos de desastres en las familias, las economías y las sociedades en general. Me impresionó lo que viví y la manera en que podemos contribuir —como institución en conjunto con nuestros asociados— para gestionar estos graves desastres con mayor prudencia, eficacia y humanidad.
En menos de un año, nuestro equipo del Departamento de Prácticas Mundiales de Finanzas, Competitividad e Innovación preparó un documento para los debates del Grupo de los Veinte (G-20) titulado: “Boosting Financial Resilience to Disaster Shocks: Good Practices and New Frontiers” (Aumentar la resiliencia financiera ante las conmociones provocadas por los desastres: Buenas prácticas y nuevas fronteras). (PDF, en inglés) Esta nota de evaluación se presentará a los ministros de Finanzas y los gobernadores de Bancos Centrales del G-20 a fines de esta semana. Cada vez es mayor el número de países que formulan políticas e instrumentos de protección financiera para mitigar las perturbaciones al balance fiscal y al presupuesto cuando ocurre un desastre. Es igualmente crítico para promover las inversiones en resiliencia física y social.
En la actualidad, los servicios regionales existentes en África, el Pacífico y el Caribe han desarrollado nuevos productos financieros, en respuesta a las demandas específicas de los países participantes. El Fondo de Seguro contra Riesgos de Desastres para Asia sudoriental (SEADRIF) (i) constituye un nuevo hito en el desarrollo de soluciones regionales para la resiliencia financiera. Se diseñó como una plataforma de colaboración regional, innovación financiera e inversión en bienes públicos para apoyar las necesidades de los países de ingreso mediano de Asia sudoriental, así como de aquellos donde aún siguen existiendo desafíos en materia de capacidad. Las nuevas tecnologías e innovaciones, tales como los datos de observación de la Tierra, las tecnofinanzas y los macrodatos, tienen el potencial de impulsar y fortalecer de manera importante los sistemas de resiliencia financiera frente a las conmociones provocadas por los desastres. Dado los diversos niveles de desarrollo de los países, algunos pueden necesitar incentivos, tales como los ofrecidos por el nuevo Mecanismo de Financiamiento de Riesgos Mundiales (GRiF), (i) que ayuda al sector público a maximizar el impacto del financiamiento de riesgos de desastres y las soluciones de seguro.
Experiencias recientes de países del G-20 y otros han llevado a nuevas fronteras en el ámbito de las iniciativas innovadoras contra las crisis y el financiamiento de riesgos de desastres. Hoy los Gobiernos pueden ampliar el alcance de las estrategias y los instrumentos de protección financiera a otras crisis. Desde las crisis de salud pública, los ciberriesgos y los riesgos de conflicto a la hambruna, el desplazamiento y la migración, es probable que la mayor conciencia y la mejor gestión de múltiples fuentes de riesgos reales por parte de funcionarios de finanzas conducirá a una mayor consideración de los riesgos financieros en todo el Gobierno.
Este impulso es aún muy nuevo, pero está aumentando rápidamente. El financiamiento de riesgos de desastres en muchos países enfrenta todavía limitaciones y dificultades. La resiliencia financiera requiere liderazgo, coordinación entre organismos públicos y alianzas con instituciones de desarrollo y el sector privado. Estas partes interesadas comparten hoy un discurso común que puede ayudar a obtener capital de riesgo, desarrollar mecanismos para llegar a los beneficiarios y mantener un ritmo de innovación para ampliar las soluciones financieras.
En los últimos años, hemos visto un aumento de la solidaridad y un cambio de las actitudes hacia la gestión de desastres. Antes un desafío se limitaba a zonas geográficas, los desastres hoy más que nunca son hechos más frecuentes de grave magnitud y consecuencias dramáticas en la supervivencia, la economía, la infraestructura y la recuperación de una sociedad. En aquellos lugares donde el nivel de conciencia es más elevado, existe una comprensión más profunda de las responsabilidades entre las partes interesadas, y acerca de qué se necesita para responder y establecer mecanismos de recuperación. Esta es la manera en que los desastres se pueden gestionar de manera más eficiente.
Me complace saber que el G-20 continúa poniendo énfasis en el financiamiento de riesgos de desastres y que este tema es una prioridad en nuestra labor en el Grupo Banco Mundial, indicando una declaración inequívoca en representación de nuestros accionistas, países clientes y asociados para contribuir a este impulso y promoverlo. Nuestra asistencia a los países y a nivel mundial es una muestra de buenas prácticas para enfrentar los desastres sobre la base de enfoques inclusivos que respondan a las necesidades inmediatas de las personas enfermas y las personas sanas, los ricos y los pobres, los niños y los adultos, los ancianos y los jóvenes.
El financiamiento de riesgos de desastres es un aspecto medular de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). De hecho, es tan central que la implementación de los ODS puede correr peligro si no se considera el financiamiento de riesgos de desastres. Debemos aunar esfuerzos a escala mundial. Los países que están a la vanguardia tienen que trabajar con aquellos que están tratando de ponerse al día. El financiamiento de riesgos de desastres ya no es un concepto vago. Ningún instrumento financiero por sí solo puede satisfacer las necesidades derivadas de todos los tipos de riesgos. Los avances en materia de datos y análisis, puntualidad del financiamiento, tramos de riesgo, recaudación de capital y gestión de la recuperación están manteniendo el impulso en muchos países cuyo futuro depende de cuán eficaces son en adoptar estas buenas prácticas y dar el ejemplo a los demás.
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