Hace casi 10 años, los países de todo el mundo adoptaron los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), 17 metas que la comunidad mundial debe alcanzar de aquí a 2030 con el fin de garantizar la paz y la prosperidad para las generaciones actuales y futuras. En el primero de estos, el ODS 1, se insta a “poner fin a la pobreza en todas sus formas y en todas partes”.
Aunque mucho se ha avanzado en la reducción de la pobreza mundial, la dura realidad es que no estamos bien encaminados para alcanzar este objetivo. Tras décadas de disminución de la pobreza en el mundo, el ritmo de reducción comenzó a disminuir alrededor de 2015, a lo que se sumó un crecimiento económico modesto. Durante 2020-22, se produjeron graves retrocesos en la reducción de la pobreza, mientras los países se tambaleaban debido a crisis simultáneas, como la pandemia de COVID-19, las conmociones climáticas, la elevada deuda, y la fragilidad y los conflictos.
En 2022, aproximadamente 712 millones de personas vivían en la pobreza extrema, con menos de USD 2,15 al día, la línea de pobreza de los países de ingreso bajo. La pobreza también continúa siendo un problema serio en muchos países de ingreso mediano. En 2022, 3600 millones de habitantes —casi la mitad de la población mundial— subsistían con menos de USD 6,85 al día, la línea de pobreza de los países de ingreso mediano alto.
Pero la pobreza no se trata solo de la falta de ingresos. Millones de personas se ven privadas diariamente de necesidades esenciales, como acceso a la atención de salud, la educación, la vivienda, el agua o la electricidad, con lo que también se les niega su dignidad.
De acuerdo con el ritmo de avances actual, casi 600 millones de personas —alrededor del 7 % de la población mundial— seguirán viviendo en la pobreza extrema para 2030, la mayoría de ellas en África subsahariana o en lugares frágiles y afectados por conflictos. A esta velocidad, podría llevar más de tres décadas erradicar la pobreza extrema.
No es demasiado tarde para cambiar el rumbo. Si bien el crecimiento económico es importante para retomar el curso, por sí solo no garantiza que las personas salgan de la pobreza. Este crecimiento también debe ser más inclusivo y sostenible. La base del crecimiento inclusivo radica en invertir en las personas, lo que significa garantizar que tengan más acceso a atención de salud, educación, servicios sociales, infraestructura básica, empleos de mejor calidad y oportunidades.
Los países deben ampliar las oportunidades para que las personas en situación de pobreza obtengan mayores ingresos y contribuyan de manera más proactiva a la economía, y eliminar las limitaciones que enfrentan los hogares pobres para acumular activos naturales, financieros y de otro tipo. Esto es especialmente cierto para aquellos que están ubicados en el extremo inferior de la distribución del ingreso.
Los países también necesitan políticas fiscales que resulten beneficiosas para todos. Las políticas fiscales se pueden reformar reorientando el gasto público de los subsidios ineficientes hacia normativas más específicas que apoyen a los hogares pobres y vulnerables. Los sistemas fiscales bien diseñados pueden proteger a los hogares de volver a caer en la pobreza durante una crisis o conmoción.
Sin embargo, la reducción de la pobreza solo será sostenible si se combina con una acción climática eficaz. Muchas personas que viven en la pobreza son muy vulnerables a los fenómenos meteorológicos extremos, como las inundaciones, los ciclones o las sequías, que son cada vez más frecuentes e intensos. Sin embargo, ellas son las que menos han contribuido a las emisiones mundiales que están alimentando estos sucesos. Los países deberían centrarse en políticas que generen “beneficios dobles” o “beneficios triples”, que no solo mejoren los medios de subsistencia de las personas que viven en situación de pobreza, sino que también disminuyan su vulnerabilidad frente a los riesgos climáticos y ayuden a mitigar los futuros peligros causados por el clima.
Aún estamos a tiempo de corregir el rumbo, pero los múltiples desafíos mundiales interrelacionados a los que nos enfrentamos exigen un enfoque diferente para avanzar. Se necesita que todos trabajemos juntos, incluidos los Gobiernos, la sociedad civil, las organizaciones internacionales, el sector privado y los ciudadanos. Se requieren políticas nacionales ambiciosas que prioricen la reducción de la pobreza, especialmente donde esta se encuentra más arraigada, y se combinen con el apoyo de la comunidad internacional para ayudar a hacer realidad estos objetivos.
Esta acción conjunta también incluye el impulso al financiamiento a largo plazo. En medio de una deuda elevada y un espacio fiscal limitado, los países de ingreso bajo se enfrentan a graves restricciones de capacidad para invertir en áreas esenciales como la educación, la atención de la salud y la infraestructura, que son fundamentales para una reducción sostenida de la pobreza. La asistencia oficial para el desarrollo proporcionada por los países de ingreso alto es crítica para financiar los objetivos de desarrollo de los países de ingreso bajo, por lo que los donantes deben cumplir sus compromisos asumidos desde hace tiempo.
Las instituciones multilaterales y de desarrollo, incluido el Grupo Banco Mundial, pueden utilizar este financiamiento para conseguir aún más fondos. Uno de los mejores ejemplos de este poder catalizador es nuestra Asociación Internacional de Fomento, que este año trabaja para reponer sus recursos y poder seguir prestando un apoyo decisivo a los países de ingreso bajo para luchar contra la pobreza y otros desafíos de desarrollo urgentes.
Debemos mantener el optimismo y seguir centrados en el desarrollo de soluciones eficaces e innovadoras. Por eso, un grupo internacional de expertos en desarrollo se reunieron (i) hace unos meses con el fin de explorar formas prácticas de impulsar los avances hacia la erradicación de la pobreza. Sus recomendaciones se presentan en el Foro Político de Alto Nivel sobre el Desarrollo Sostenible, que se está llevando a cabo en la ciudad de Nueva York, donde ministros y representantes de países de todo el mundo debatirán maneras de reforzar la Agenda 2030.
No tenemos tiempo que perder. Debemos intensificar la acción mundial para impulsar un crecimiento más sólido, inclusivo y sostenible que nos ayude a retomar el camino hacia un mundo sin pobreza en un planeta habitable.
Únase a la conversación