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La enseñanza de Malala: Educación de las niñas vale la pena

Cuando el otoño pasado oí la noticia de que Malala Yousafzai de Pakistán, una niña de 15 años, había recibido varios disparos simplemente por defender su derecho a educarse, quedé horrorizada.

También me recordó cuán afortunada era.

Cuando me ofrecieron una excepcional beca para estudiar en el extranjero, no era aceptable para mí, como joven indonesia  casada, vivir separada de mi marido. Mi madre me dio dos opciones: él me acompañaría, lo que significaba renunciar a su empleo, o yo tendría que rechazar el ofrecimiento.

Sé que era su modo de proponer que mi esposo me respaldara, y este lo hizo sin vacilar. Ambos viajamos a Estados Unidos para completar nuestras maestrías. En mi caso, la combiné con un doctorado en Economía, y tuvimos nuestro primer hijo, una niña, mientras los dos éramos estudiantes de posgrado.

Mi madre tuvo seis niñas y cuatro niños (yo soy la número siete). Ella que trabajó como profesora en el Instituto de Educación de Java Central, también obtuvo un doctorado, trabajando. Fue mucho más allá de lo que podía considerarse como “normal” para una mujer en Indonesia, mi madre estaba muy adelantada a su tiempo. Y estaba dispuesta a apoyarme, a su manera.

ImageSe necesitan tres cosas para que una niña –o cualquier niño– tenga la oportunidad de realizar sus sueños: la determinación y el coraje de sus propias convicciones, el amor y respaldo de su familia y el apoyo de su sociedad. Tuve la suerte de contar con todo eso, incluida una familia que sabiamente se hizo camino a través de las convenciones sociales. Porque frente a los prejuicios, también es necesario superar los límites, a veces los de la familia, a veces los de la sociedad.

Malala sin duda ha tenido determinación y apoyo familiar. Además estaba dispuesta a asumir riesgos increíbles. Pero una minoría extrema decidió detenerla. Su tragedia ha dado lugar a un gran respaldo, tanto de su propia sociedad como de todo el mundo, a la importancia de invertir en las mujeres y las niñas.

Cuando Malala cumpla 16 años el 12 de julio, 57 millones de niños de todo el mundo, de los cuales 31 millones son niñas, seguirán estando fuera de la escuela. Muchos más –en su mayoría niñas– se verán obligados a abandonarla antes de que puedan alcanzar niveles más altos de aprendizaje, lo que limita sus opciones. A menudo, las familias pobres mantienen a las niñas en el hogar cuando no hay suficiente dinero para enviar a todos los hijos a la escuela, y con frecuencia se percibe que el retorno de la inversión en la educación de una hija es inferior al de un hijo.

Esto es una tergiversación personal y del desarrollo. Sabemos que los niños nacidos de una madre con educación tienen un 50% más de probabilidades de no morir antes de haber cumplido los 5 años. Y sabemos que una niña incluso con un año adicional de educación puede ganar hasta un 20% más cuando es adulta.

Educación de las niñas = oportunidades = ingresos = familias más sanas, mejor educadas = ciudadanos con mayor autonomía = eliminación de la pobreza.

La buena noticia es que hemos avanzado. Casi dos tercios de todos los países han alcanzado la paridad de género en la educación primaria, que es uno de los objetivos de desarrollo del milenio. De hecho, las niñas superan ahora en número a los varones en la educación secundaria en más de un tercio de estos países. El Grupo del Banco Mundial ha liderado el respaldo a este esfuerzo. Con el apoyo de la Asociación Internacional de Fomento (AIF), el fondo del Banco Mundial para los países más pobres, casi 6 millones de niñas de Bangladesh pueden ir a la escuela. En Yemen, las transferencias condicionadas de efectivo han alentado a que los padres permitieran a sus hijas asistir a la escuela, ayudando a cerca de 40.000 estudiantes.

Sin embargo, el progreso sigue siendo desigual en el mundo. El Informe sobre el desarrollo mundial 2012 determinó que la matrícula de niñas en la escuela primaria y secundaria ha mejorado poco en muchos países de África al sur del Sahara y algunas partes de Asia meridional. Y se estima que dos tercios de las niñas excluidas de la escuela pertenecen a grupos étnicos minoritarios. De modo que nos queda mucho trabajo por hacer.

Ahora que Malala vuelve a ponerse de pie para hablar en nombre de la educación de las niñas, todos debemos estar junto a ella por el derecho para todos los niños de todas partes de ir a la escuela y aprender. Debemos compartir la determinación de Malala y superar los límites con ellos y para ellos, con el fin de eliminar ideas preconcebidas, convenciones sociales, o condiciones de pobreza que impiden que un niño alcance su potencial.

Autores

Sri Mulyani Indrawati

Former Managing Director and COO

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