Publicado en Voces

La erosión marina: el impacto del cambio climático que afecta la infraestructura costera y el empleo


La vida de las comunidades costeras en África occidental está cambiando rápidamente. En algunas zonas, el litoral se ve afectado por un proceso erosivo de hasta 10 metros al año. Las tormentas más intensas y el aumento del nivel del mar están destruyendo viviendas, caminos y edificios que fueron emblemáticos para muchas generaciones.

Hace poco estuve en África occidental para ver los efectos de la erosión costera. Para entender lo que está sucediendo, realizamos un viaje por tierra a través de tres países: desde Cotonú, la capital de Benin, pasando por la costa de Lomé (Togo) y luego por Keta y Accra (Ghana). Estos tres países, que se encuentran entre los más afectados por este problema, proporcionan un panorama de la situación en el resto del litoral, desde Mauritania a Senegal y Nigeria.

En más de una ocasión hablamos con residentes locales que nos dijeron: “¿ven esos barcos allí? Ahí estaba mi casa”. Tras perder sus viviendas, que fueron arrasadas por el mar, y la disminución de la pesca, los pobladores no tuvieron más alternativa que migrar a otros lugares para ganarse la vida. Esta tendencia está dividiendo a las comunidades y cambiando el tejido social de una gran cantidad de personas, posiblemente millones, en el futuro.

Además de la dimensión humana, ¿por qué tenemos tanto interés en la erosión costera? En primer lugar, este problema tiene un impacto negativo medible en el desarrollo económico y social de nuestros países clientes. En segundo lugar, si bien el cambio climático la empeora, la erosión costera es provocada en parte por el hombre y podría desacelerarse y gestionarse de manera más eficaz , especialmente si adoptamos un enfoque regional.

El impacto económico y social de la erosión costera resultó muy evidente en nuestro viaje. Alrededor de 13 millones de personas que viven en ciudades y pueblos en el litoral, entre Mauritania y Gabón, se han visto afectadas por este fenómeno y por las inundaciones en los últimos 17 años . Sus medios de subsistencia dependen de todo lo que existe a lo largo de la costa, abarcando desde la agricultura, la pesca y las industrias marinas hasta el turismo, las agroindustrias y la explotación de petróleo en alta mar. La inversión de los países en infraestructura pública en el litoral puede ser riesgosa y los beneficios ser efímeros. Por ejemplo, una parte de la carretera Abiyán-Lagos en Togo —una vía esencial para el desarrollo económico y la integración en África occidental—, ya ha sido reconstruida dos veces, y en cada ocasión las obras han debido realizarse más hacia el interior. Hoteles y pueblos pesqueros completos han desaparecido debido a la “invasión” del mar, imponiendo altos costos al estado, las comunidades y las personas. Dado el actual ritmo de la erosión, existe escaso interés en invertir en el sector del turismo.

La infraestructura costera, especialmente los puertos, y los rompeolas y muelles atrapan arena de manera que las playas situadas más abajo en la costa no se reponen. Además, las grandes represas que capturan los sedimentos, que de lo contrario llegarían a la orilla del mar, sacan el “material de construcción de las playas”. La extracción de arena en los ríos o a lo largo de las playas agrava el problema.

Necesitamos un enfoque regional para este problema. En la costa de África occidental, las corrientes oceánicas van de norte a sur y de oeste a este, por lo que todo lo que se hace aguas arriba tiene un efecto aguas abajo. Las políticas y medidas tomadas por un país pueden tener un impacto inmediato —y a veces perjudicial— en un país vecino. Por ejemplo, hemos sido testigos de los efectos que el puerto de Lomé, construido en la década de 1960, y las medidas adoptadas para proteger la ciudad de Aneho en Togo han tenido en la costa de Togo y Benin. Pero también vimos cómo los esfuerzos de Ghana para reponer sus playas construyendo malecones en lugares específicos han dado frutos y han reconstituido algunas zonas. Lo mismo ha sucedido en Cotonú. La lección que extrajimos es que la erosión costera debe abordarse de una manera más integral y los países tienen que trabajar juntos cuando realizan esfuerzos para mantener sus costas, sus medios de subsistencia y sus comunidades.

También se necesita un enfoque multidisciplinario en todo el Grupo Banco Mundial y en nuestras iniciativas con el sector privado. Es por eso que estamos creando un programa que ayudará a los países de África occidental a fortalecer la resiliencia de las comunidades costeras frente al cambio climático y otros peligros. El Programa de Gestión de las Zonas Costeras en África Occidental (WACA, por sus siglas en inglés) (i) podrá proporcionar apoyo a 17 países de África occidental en sus esfuerzos por mejorar la gestión de los riesgos naturales y artificiales comunes que afectan a comunidades costeras específicas. El programa, con una combinación de asistencia técnica e inversiones, reducirá los riesgos para millones de personas.

Todo esto tiene lugar en el marco de nuestro compromiso decidido de combatir los efectos del cambio climático que, en la forma del aumento del nivel del mar, fenómenos meteorológicos más extremos y corrientes oceánicas más fuertes, contribuyen de manera importante a la erosión costera. También muestra la determinación que tenemos de trabajar estrechamente con los países para que estos cumplan con sus compromisos contraídos en el Acuerdo de París de mantener el aumento de la temperatura del planeta por debajo de los 2 grados centígrados.

El mes pasado asistí a la Conferencia Nuestro Océano en Malta, convocada por la Comisión Europea. En este encuentro, los debates se concentraron en los desafíos de cómo integrar la gestión de los océanos y las zonas costeras, cómo hacer que la pesca sea más sostenible y cómo lograr una mayor cooperación entre los sectores y las partes interesadas. El diálogo acerca de las maneras de maximizar lo que denominamos la economía azul (i) continúa en Bonn esta semana en la CP 23. Todo lo que vi en África occidental reafirma que nuestros esfuerzos responden a una necesidad urgente.


Autores

Karin Kemper

Directora mundial del Departamento de Prácticas Mundiales de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Economía del Banco Mundial

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