La seguridad vial posiblemente no sea lo primero que nos viene a la mente cuando pensamos en poner fin a la pobreza extrema. Pero cuando las condiciones de la seguridad vial son inadecuadas, son las personas más pobres del mundo las que se ven afectadas en mayor medida.
Analicemos el caso de África. Mientras que en todas las demás regiones del mundo las tasas de mortalidad por accidentes de tránsito disminuyeron entre 2010 y 2013, en África subieron. El continente tiene en la actualidad la tasa más alta de todas las regiones, con 27 muertes cada 100 000 personas. La proporción correspondiente a los países de ingreso bajo en el total de este tipo de muertes se incrementó del 12 % al 16 % durante el mismo período. Sin embargo, estos Estados poseen solo el 1 % del total mundial de vehículos.
Los peatones, los ciclistas y los motociclistas sufren accidentes de tránsito de manera desproporcionada. En Brasil, por ejemplo, las motocicletas conforman el 26 % de los vehículos, pero representan un 52 % de las muertes y un alarmante 82 % de las lesiones graves en accidentes de tránsito. Muchas de las víctimas son personas jóvenes o pobres, que no tienen otra opción de transporte.
Por este motivo, el Grupo Banco Mundial y sus asociados del Servicio Mundial para la Seguridad Vial (GRSF, por sus siglas en inglés) han asumido el compromiso de trabajar con los países clientes para alcanzar el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) que propone reducir en un 50 % las muertes por accidentes de tránsito para 2020. (i) Debemos ampliar las iniciativas a nivel local, nacional e internacional si pretendemos acelerar los avances en la seguridad vial en los países más pobres y afectados, a fin de reducir el devastador impacto de este problema en los medios de subsistencia de las familias, por no mencionar su efecto perjudicial en el producto interno bruto (PIB) de esos países.
En un reciente informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), se muestra que el total de muertes por accidentes de tránsito en todo el mundo se ha estabilizado a partir de 2007. No obstante, aún se ubica en niveles inaceptablemente altos: 1,25 millones de fallecimientos al año. Si seguimos por este camino, será sumamente difícil alcanzar el ODS antes de fines de 2020. Es necesario que pasemos de la estabilización a la prevención y reduzcamos drásticamente la cantidad de muertes en accidentes viales.
La falta de recursos y de identificación de los países con este problema son solo dos de las razones por las que estamos lejos de la meta. Por este motivo, la semana pasada acepté presidir la Segunda Conferencia Mundial de Alto Nivel sobre Seguridad Vial, que se celebró en Brasil y en la que se adoptó la Declaración de Brasilia sobre la Seguridad Vial.(i)
Para lograr avances significativos, los Gobiernos deben comprometerse ahora a dar prioridad a la seguridad vial y comenzar a pensar de manera creativa en diversos modos de incrementar el financiamiento interno. El resultado quizá sea algo similar al Informe Landau de 2004, (PDF, en inglés) en el que se delineó el modo de financiar el desarrollo a través de un impuesto internacional sobre los pasajes aéreos.
Los países con buenos niveles de seguridad vial emplean mecanismos de financiamiento específicos (como impuestos a los combustibles o a los seguros, multas por incumplimiento de normas viales y gastos generales de capital) para garantizar el mantenimiento de los caminos y asegurarse de que los organismos pertinentes tengan los recursos necesarios para reducir el número de muertes. Durante la conferencia de la semana pasada, quedó claro que es esencial contar desde un principio con la fuerte participación del sector privado y con mecanismos de financiamiento innovadores. Ambos elementos son piedras angulares del Panel de Alto Nivel para la Seguridad Vial de la Federación Internacional del Automóvil (FIA), (i) que comenzó a trabajar el 11 de noviembre bajo la dirección de Jean Todt, presidente de la FIA y enviado especial del secretario general de las Naciones Unidas para la seguridad vial.
Programas como el GRSF (i) del Banco Mundial permiten movilizar USD 43 en compromisos por cada USD 1 invertido por nuestros donantes en seguridad vial. El financiamiento inicial y la asistencia técnica brindada por este mecanismo, por ejemplo, desempeñaron un papel muy significativo en el incremento de casi USD 239 millones en los préstamos que destinó el Banco a la seguridad vial en el ejercicio de 2015.
Gracias a estos fondos esenciales de los donantes, los países tienen tiempo de generar capacidad adicional y buscar el espacio fiscal necesario para sostener las iniciativas de seguridad vial. El financiamiento del GRSF, puesto en marcha en 2006, ayuda a los clientes a elaborar estrategias sólidas de gestión de la seguridad vial, y ha permitido iniciar y llevar a cabo proyectos en esta área en más de 35 países en desarrollo, para los que se movilizaron inversiones por un valor cercano a los USD 850 millones.
Asimismo, todos los proyectos del Grupo Banco Mundial aprobados en el ejercicio de 2015 referidos al transporte vial incluían un componente de seguridad vial. Creemos que todas las instituciones internacionales que financian la construcción o rehabilitación de caminos también deberían incorporar en sus proyectos una dimensión referida a la seguridad vial.
Desde la formulación de nuevas normas sobre los sistemas de retención infantil y los cinturones de seguridad hasta la mejora del diseño de los caminos, la seguridad vial es una responsabilidad compartida del sector público y el privado. Si trabajamos en conjunto para ampliar las iniciativas, podremos generar beneficios para todos, pero especialmente para los más pobres.
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