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Las múltiples tragedias de las mujeres sirias desplazadas y por qué el G-20 debe prestarles atención

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© ShutterstockAproximadamente la mitad de los más de 60 millones de personas desplazadas del mundo  -19 millones de refugiados y 41 millones de desplazados internos (PDI)- son mujeres. Esta cifra es la más alta registrada hasta la fecha y sigue aumentando. Según Antonio Gutiérrez, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) “estamos presenciando [...] un deslizamiento sin control hacia un momento de nuestra historia en el que la escala del desplazamiento forzado en el mundo, al igual que la respuesta requerida, eclipsan claramente todo lo que hemos visto antes”.

Las mujeres, que ya enfrentan múltiples desigualdades, están expuestas a riesgos significativamente mayores en los desplazamientos de población: discriminación,  acoso y, con frecuencia, violencia sexual y de género. Los países de acogida y de tránsito deben ser conscientes de los peligros específicos que enfrentan las mujeres y tratar de velar por su seguridad y proporcionarles los servicios especiales que requieren, especialmente las más vulnerables, es decir, las mujeres no acompañadas y sus hijos, las familias encabezadas por mujeres, y las mujeres embarazadas, las discapacitadas, y las ancianas. Sin embargo, muchos países están abrumados por la enorme cantidad que enfrentan y no pueden responder adecuadamente a pesar de los esfuerzos de las agencias humanitarias locales e internacionales.

Con más de 4 millones de refugiados y cerca de 8 millones de desplazados internos, Siria sigue siendo la mayor fuente de desplazamientos forzados del mundo. En octubre de 2015, otros 124 000 sirios fueron desplazados de sus hogares en Alepo e Idlib cuando el ejército sirio pasó a la ofensiva, con el apoyo de Rusia y de Irán. Se estima que Turquía alberga actualmente unos 2,2 millones de refugiados sirios registrados, con más de 1 millón registrados en el Líbano y 630 000 en Jordania, aunque las cifras reales son más altas.

Aproximadamente una cuarta parte de esta población son mujeres y la mitad son niños menores de 17 años. El trauma de ser un refugiado afecta independientemente del género, el origen étnico y la religión, pero a las mujeres suele irles peor cuando se trata de resultados. Algunos de estos desafíos se describen a continuación.

En el Líbano, Jordania, Egipto e Iraq, una de cada cuatro familias, o sea 145 000, están encabezadas por mujeres , al igual que decenas de miles o más familias en Turquía. Un informe de 2014 del ACNUR subraya la vulnerabilidad de estas familias: “La vida en el exilio ha significado para estas mujeres convertirse en la principal fuente de ingresos y encargada de los cuidados, valerse por sí mismas y ocuparse de sus familias, lejos de sus comunidades y de las fuentes tradicionales de apoyo. Para la mayoría, la carga es abrumadora, y muchas dependen totalmente de la ayuda externa”. Estos hogares suelen tener una mayor deuda, menos comida, más niños trabajando y están sujetos a mayores grados de violencia sexual y de otros tipos.
 
Esto está sucediendo mientras se acerca el invierno y la situación de los refugiados sirios en los países vecinos se va deteriorando a medida que el financiamiento para la ayuda humanitaria comienza a agotarse. A cientos de miles de personas se les ha reducido drásticamente la ayuda en el Líbano y Jordania. El Programa Mundial de Alimentos (PMA) indica que el 80% de los refugiados sirios en Jordania y más de la mitad de los que están en el Líbano viven por debajo de la línea de pobreza –la inseguridad alimentaria afecta al 85 % y 79 % de estos refugiados, respectivamente –, y haciéndose eco de la ACNUR, subraya la mayor vulnerabilidad de las familias encabezadas por mujeres.

La vulnerabilidad de las mujeres y las niñas en situación de desplazamiento también ha llevado a un aumento masivo de los matrimonios infantiles involuntarios. Atemorizadas por la perspectiva de la violencia sexual, muchas familias casan rápidamente a sus hijas para protegerlas o por temor por el “honor” de la niña. Muchas de ellas también necesitan los pagos de dote. Según Isadora Quay, especialista en Cuestiones de Género en Situaciones de Emergencia de CARE, “Hemos visto un aumento masivo de los matrimonios de niños en Siria e Iraq y [...] en lugares tan lejanos como Egipto”. En 2014, los matrimonios de menores de 18 años se triplicaron entre los refugiados en Jordania. Las mujeres refugiadas en Turquía también mencionan la presión de casarse como uno de sus desafíos más serios. Según la ONU, entre las familias sirias rurales, donde el matrimonio antes de los 18 años era común, ahora se casa a las niñas de apenas 13 y 14 años, a menudo con hombres mucho mayores. En Siria, la edad mínima para contraer matrimonio es de 16 años para las niñas, mientras que en Turquía y Jordania es de 18 años, aunque en este último país las excepciones son raras pero posibles. Por lo tanto, en ambos países, los matrimonios de niñas menores de 18 años son ilegales. Además, muchas niñas terminan como segunda o tercera esposa. En Turquía, donde la práctica de la poligamia es ilegal y había desaparecido prácticamente, ahora está resurgiendo. Esto significa que muchos de estos “matrimonios” son ilegales, como lo pueden ser los “urfi” o matrimonios tradicionales en Jordania y el Líbano, que a menudo no están adecuadamente documentados, dejando a las mujeres con poca protección legal.

Las consecuencias pueden ser desastrosas para esas niñas, con un mayor riesgo de problemas de salud, especialmente en los partos, problemas de salud para el recién nacido, mayor riesgo de violencia dentro de las familias, y el impacto de dejar la familia, la escuela y la comunidad a una edad temprana y el consiguiente impacto psicológico. Existe una fuerte correlación entre el abandono escolar precoz y una persistencia duradera en la pobreza.

Los grandes desplazamientos actuales de población en Europa plantean riesgos para todos los refugiados, pero en especial para las jóvenes y las mujeres que necesitan una protección adicional y servicios y refugios adecuados. El hecho de tener que refugiarse o estar recluidos con un gran número de hombres y compartir las instalaciones es un desafío para las mujeres y los niños. Las mujeres y los niños no acompañados son los que están más expuestos y caen en las redes de las bandas de delincuentes organizados que se dedican al tráfico de seres humanos no solo con fines de prostitución, sino también como mano de obra esclava. El número cada vez mayor de niños y mujeres separados durante el viaje a través de Europa exacerba esta tragedia, como lo atestiguan los testimonios que recibe el ACNUR sobre niños que se prostituyen para sobrevivir.

Con la llegada del invierno y las dificultades de los países vecinos y europeos para enfrentar el flujo migratorio, es vital que en la reunión del Grupo de los Veinte (G-20) los jefes de Estado presten especial atención a la difícil situación de las mujeres refugiadas, especialmente ahora que Turquía asumirá la presidencia y que han decidido, con un fuerte apoyo de la Unión Europea, salir de su tradicional mandato económico más limitado. Llamar la atención de los países de acogida y de tránsito sobre esta cuestión no es fácil. Sin embargo, es imprescindible proporcionar a las mujeres apoyo para la subsistencia, refugios seguros para ellas y sus hijos, atención de salud, reunificación familiar, protección contra el acoso, y poner a su disposición a la policía y otros profesionales para que se hagan cargo de las actividades delictivas y sus víctimas. El ACNUR ve a las mujeres sirias como el pegamento que mantiene unida a una sociedad fracturada. Cualquier apoyo que se les brinde facilitará en gran medida la aparición de comunidades estables y capaces de adaptarse, ya sea en el extranjero o cuando estén de regreso en su país.


Autores

Omer Karasapan

Regional Knowledge & Learning Coordinator

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