Desde la década de 1970, los científicos sociales han estado subrayando que los desastres naturales no tienen nada de natural. En la obra básica de muchos eruditos y profesionales, como Phil O’Keefe (i) y Anders Wijkman (i), se explica cómo los fenómenos naturales o peligros pueden desencadenar desastres cuando coinciden con la marginación social, la pobreza y la fragilidad.
Como estamos observando ahora con el coronavirus (COVID-19), los desastres exponen las desigualdades sociales existentes en todo el mundo. Los pueblos indígenas (i) se encuentran entre los más perjudicados. En Brasil, por ejemplo, la tasa de mortalidad de estas comunidades es el doble que el promedio nacional en medio de la falta de acceso a los servicios básicos y los centros de salud. Y se enfrentan a muchas otras desventajas. En las últimas semanas, el Banco Mundial ha realizado consultas virtuales con líderes indígenas, quienes han manifestado preocupación por la escasez de ayuda para atender sus necesidades y la falta de acceso a agua potable, saneamiento y equipos de protección personal, además de las detenciones arbitrarias y el hostigamiento relacionados con las cuarentenas y los toques de queda.
Los peligros naturales y los eventos climáticos no se detienen durante una crisis sanitaria. La temporada de huracanes ha comenzado en los países del Caribe. India acaba de ser golpeada por dos ciclones graves. Kenya enfrenta sequías y plagas de langostas en algunas zonas, e inundaciones y deslizamientos de tierra en otras. Cuando los países de todo el mundo se encuentran en diferentes etapas de respuesta a la emergencia de la COVID-19, ¿cómo deberían los organismos de ayuda y los encargados de formular políticas abordar la recuperación y, al mismo tiempo, hacer frente al cambio climático? Estas son algunas enseñanzas derivadas de experiencias en la gestión del riesgo de desastres:
Realizar múltiples tareas cuando se trata de abordar el riesgo: Muchos países y comunidades están tratando de integrar elementos ecológicos en su proceso de recuperación de la COVID-19. Como parte de esto, deberían recibir apoyo para crear capacidad de gestionar de manera integrada el riesgo de múltiples peligros sobre la base de las investigaciones climáticas más recientes, para que las comunidades se preparen para el próximo posible desastre en lugar de reaccionar frente al que acaban de experimentar. La COVID-19 puede ser un importante punto de partida para hacer participar a las comunidades en los esfuerzos de preparación frente a otros cambios en los vectores de enfermedades que quizás se deban al cambio climático, además de muchos otros posibles impactos.
Asociarse con las comunidades de manera significativa. Existen innumerables historias de grupos comunitarios de mujeres (i), comunidades indígenas (i) y otros asociados locales que lideran el camino para abordar la seguridad alimentaria relacionada con la COVID-19, distribuir equipos de protección personal y proporcionar apoyo financiero a otros miembros de la comunidad. Sabemos, como consecuencia de décadas de apoyo a programas de desarrollo impulsado por la comunidad, que las comunidades tienen una enorme cantidad de conocimiento basado en sus experiencias. Cuentan con estrategias de gestión del riesgo de eficacia comprobada que pueden orientar enfoques innovadores. Al abordar el cambio climático, los líderes comunitarios pueden participar no solo en el diseño de estrategias locales, sino también en la formulación de políticas climáticas nacionales que reflejen los intereses de todos los miembros de la sociedad.
Tomemos el caso de Kenya, donde el Banco Mundial trabaja con los Gobiernos nacionales y de los condados para encauzar el financiamiento para iniciativas climáticas y la toma de decisiones hacia las personas a nivel local, de modo que puedan ayudar a diseñar soluciones que atiendan sus necesidades específicas. Los Gobiernos de los condados recibirán apoyo para colaborar con las comunidades a medida que evalúan los riesgos climáticos e identifican soluciones socialmente inclusivas que se adapten a las prioridades locales.
Prestar atención especial al empoderamiento de los grupos más marginados. Por ejemplo, la violencia de género suele aumentar después de un desastre. Según la ONU (i), muchos países ya están informando un aumento en los casos de violencia doméstica y sexual, así como de violencia contra los niños. Las intervenciones de socorro y recuperación deben abordar estos problemas y encargarse de reducir en vez de reforzar las desigualdades y los riesgos de violencia existentes.
El empoderamiento de las mujeres es un elemento importante para aumentar la resiliencia. Las mujeres se enfrentan a mayores niveles de vulnerabilidad ante los peligros naturales y el cambio climático, y con frecuencia son las que generan resiliencia. Por eso es importante promover a las mujeres como líderes en la recuperación de la comunidad. Esto significa crear espacios formales donde grupos de mujeres se puedan organizar para participar en los esfuerzos de recuperación, así como asignar formalmente recursos y funciones a grupos de mujeres afectadas.
Esta crisis es un momento para centrarse en las causas fundamentales subyacentes de la vulnerabilidad, especialmente la desigualdad y la exclusión social. La prevención de futuras pandemias requerirá cambios en cómo diseñamos los edificios para permitir el distanciamiento físico, así como una mejor ventilación y filtración del aire. Para ayudar a las comunidades a recuperar y fortalecer su resiliencia frente a las pandemias, los peligros naturales y el cambio climático será necesario abordar los factores sociales, políticos y económicos preexistentes que aumentan la vulnerabilidad de las personas pobres y marginadas desde el principio. Es crucial invertir en medidas que ayuden a asegurar que estos grupos se alcanzaron, protegieron y empoderaron adecuadamente.
La vulnerabilidad social, la igualdad y la sensibilidad ante los conflictos se deben integrar sistemáticamente en las políticas, los sistemas y los procedimientos de los Gobiernos y de las organizaciones en todos los niveles. Este es un paso esencial para crear mejores comunidades y sociedades.
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