No, este blog no es sobre lo que usted piensa. Realmente es acerca de los pájaros y las abejas. Sobre todo de las segundas, para ser exacto.
La dramática disminución de las poblaciones de abejas ha recibido amplia cobertura mediática, y no solo porque esta pone en peligro la producción de miel. También está en riesgo la producción agrícola, debido al importante papel que estos insectos desempeñan como polinizadores. De hecho, se ha calculado (i) que el valor de los servicios que las abejas y otros insectos proporcionan a los principales cultivos alimenticios asciende a US$209 000 millones anuales, o 9,5 % del valor de la producción total de alimentos derivados de la agricultura a nivel mundial.
Debido a los desafíos que plantea la merma de las abejas —y mientras el “jurado” se encuentra todavía deliberando sobre la causa exacta de este descenso—, los agricultores apícolas tienen que asumir que deben pensar sobre cómo mantener o aumentar sus niveles de productividad. Incluso si no se registrara esta disminución, parece apropiado realizar un análisis económico de las técnicas de cultivo dada la naturaleza de maximización de beneficios de la mayoría de las operaciones agrícolas.
Sin embargo, muy poco se ha hecho realmente para estudiar los ecosistemas naturales y cómo ellos pueden impulsar la agricultura. Lora Morandin y Mark Winston, de Simon Fraser University, constituyen una excepción que vale la pena destacar. En un par (i) de estudios, (i) estos investigadores calcularon los importantes beneficios económicos que las miles de especies de abejas silvestres —aquellas que no son criadas por apicultores— pueden reportar para la maximización de la producción.
Mientras analizaban granjas que producen canola en Alberta, Canadá, descubrieron que las cosechas son mayores cuando se dejan cuantiosas superficies sin cultivar y se permite de este modo que aumenten los polinizadores naturales. Una mayor variedad de plantas silvestres da lugar a una población más sana y diversa de abejas que también puede polinizar campos sembrados adyacentes. En el área de estudio, las granjas que cultivaron canola en toda la superficie disponible ganaron US$27 000, mientras que aquellas que dejaron un tercio del área sin plantar para que crecieran las abejas silvestres aumentaron su producción y ganancias, obteniendo US$65 000.
Los resultados de la investigación de Morandin y Winston indican que el capital natural —la diversidad de las plantas y animales silvestres que se encuentran en la naturaleza— puede significar ventajas importantes para la productividad agrícola, pero rara vez se persiguen estos beneficios de manera sistemática. Hacerlo requeriría combinar técnicas agrícolas modernas e intensivas con un papel de la naturaleza y los servicios de ecosistemas que esta provee. Sin embargo, para beneficiarse de tales servicios, los agricultores y las autoridades gubernamentales deben proteger activamente o restaurar rápidamente los elementos del paisaje natural degradados.
Es probable que la diversidad tenga un potencial similar en el caso de otros insectos y pájaros en estado natural. Los hallazgos de la investigación ilustran que la agricultura que respeta la diversidad biológica y la planificación del uso de la tierra no solo son alternativas para “sentirse bien con la conciencia”, sino que son además herramientas que pueden aumentar la producción agrícola y, por lo tanto, la producción de alimentos y los ingresos de los agricultores. Ellas deben ser parte del conjunto de opciones de desarrollo durante la búsqueda de crecimiento económico y seguridad alimentaria. En términos más generales, este ejemplo explica por qué necesitamos más análisis económico sobre el valor oculto de la naturaleza para el desarrollo.
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