Algo está cambiando
Hace 15 años, la comunidad internacional creó los objetivos de desarrollo del milenio, que incluyen la reducción de la pobreza extrema a la mitad, a través de un proceso que se llevó a cabo a puertas cerradas, principalmente en Nueva York. Pocos años antes, el Banco Mundial había elaborado de manera similar en la ciudad de Washington las directrices de la estrategia de reducción de la pobreza para los países pobres muy endeudados.
Afortunadamente, este enfoque ha cambiado.
En la actualidad, el proceso de consulta y determinación acerca del programa de desarrollo posterior a 2015 se ha abierto al público en general incluyendo, sobre todo, a quienes se espera que sean los beneficiarios. De hecho, las Naciones Unidas y otros asociados han emprendido una campaña para obtener directamente de los ciudadanos ideas y comentarios sobre los temas más importantes para ellos en el programa posterior a 2015. Los encargados de formular estos nuevos objetivos ya no tendrán que suponer qué quieren las personas pobres y vulnerables; ellos conocerán de primera mano cuáles son sus prioridades.
El Grupo del Banco Mundial ha declarado explícitamente que los nuevos objetivos de poner fin a la pobreza extrema e impulsar la prosperidad compartida no se pueden lograr sin la existencia de instituciones, estructuras y procesos que potencien a las comunidades locales, exijan la rendición de cuentas a los Gobiernos y garanticen que todos los grupos de la sociedad puedan participar en la toma de decisiones. En otras palabras, estos objetivos no podrán conseguirse si no hay un contrato social entre un país y sus ciudadanos, que reduzca los desequilibrios de representación, participación y poder entre los diferentes grupos, incluidos los pobres.
Pero esto no siempre fue así. De hecho, el papel de los pobres en el desarrollo ha ido cambiado de manera constante, aunque tal vez no tan rápido como hubiésemos querido. Los pobres ya no desempeñan simplemente un papel pasivo, como receptores de asistencia: ahora están en el centro del desarrollo económico y humano. La estrategia de reducción de la pobreza que mencioné anteriormente abrió las puertas para que la sociedad civil pudiera sentarse en la mesa con las autoridades en lugares donde el diálogo no había sido una opción hasta entonces. Las iniciativas del Banco Mundial “La voz de los pobres” (i) y “Escuchar a África”, entre otras, nos permitieron avanzar en nuestro propósito de lograr una mayor participación y entender mejor a quienes viven en la pobreza y en situaciones vulnerables. Hoy en día, el Grupo del Banco Mundial apoya de forma inequívoca una fuerte voz y participación de los pobres y los más vulnerables, y se relaciona regularmente con las partes interesadas para asegurar que estas voces fundamentales sean consideradas cuando se tomen decisiones que las afectan.
Un buen ejemplo es un Préstamo para Políticas de Desarrollo del Banco Mundial sobre Desarrollo Urbano Inclusivo, que se llevó a cabo en Belo Horizonte, Brasil. Este ayudó a elaborar un canal de participación en el proceso presupuestario, que permitió que un 10 % del presupuesto municipal para desarrollo urbano se asignara a través de la participación ciudadana directa. La estrategia municipal a largo plazo "Belo Horizonte Visión 2030", con 12 áreas de resultados y 25 objetivos, se desarrolló también de forma participativa. Casos similares se pueden encontrar en la República Democrática del Congo, Camerún y República Dominicana. Y hay muchos otros ejemplos –desde opinión del público en línea sobre el transporte urbano en Beijing (i) hasta consejos de desarrollo comunitario en Afganistán (i) o proyectos de justicia comunitaria para los pobres en Sierra Leona– que ilustran el papel fundamental de los pobres en el logro de intervenciones adecuadas.
¿Cómo avanzaremos en el futuro?
Desde el punto de vista de un enfoque participativo, parece razonable que todos sigamos invirtiendo en aquellas intervenciones que dan el control de las decisiones y recursos para el desarrollo a los grupos comunitarios, los pobres y los marginados. De hecho, sabemos ahora que el desarrollo impulsado por la comunidad ha sido una estrategia operacional clave para la prestación de servicios en las regiones, las aldeas y los hogares más pobres, y para el empoderamiento de estos. También sabemos que estas intervenciones deberán enfrentar desafíos y resolver problemas, algunos tan difíciles como la ampliación más allá de unas pocas comunidades (incluso más en situaciones de conflicto, posteriores a conflictos, de fragilidad y de gestión de desastres).
Desde el punto de vista de un enfoque vertical, iniciativas como Mapping for Results (i) han establecido referencias geográficas de proyectos a nivel comunitario y han proporcionado luego las herramientas tecnológicas que permitirán a las comunidades participar en los proyectos. Estas herramientas han ayudado a los encargados de la formulación de políticas a visualizar y tener pruebas georreferenciadas de la eficacia de los programas y las intervenciones en todo el mundo. La innovación permite a quienes toman las decisiones planificar con mayor eficacia y aumentar la responsabilidad social de los ciudadanos. Entre los portales de información abiertos al público en general se encuentran Datos de libre acceso, OpenAid, (i) la Feria del desarrollo (i) y el tablero interactivo de próxima aparición “Visualize Inequality” (Visualización de la desigualdad), y podemos esperar un uso más innovador de la tecnología asociada con esta apertura de datos.
Sin embargo, junto con la transparencia, es indispensable la voluntad política. Por ejemplo, la Alianza Global para la Auditoría Social (GPSA, por sus siglas en inglés) brinda apoyo a la sociedad civil y los Gobiernos para que trabajen de manera conjunta en la solución de los desafíos de buen gobierno en los países en desarrollo. A la fecha, 37 Gobiernos de todas las regiones del mundo se han sumado a la GPSA, permitiendo que organizaciones de la sociedad civil (OSC) locales reciban financiamiento directo. Asimismo, más de 130 organizaciones se han unido a la GPSA como “asociados globales”.
Pero volviendo al programa de desarrollo posterior a 2015, tanto la comunidad internacional como los asociados nacionales, regionales y locales deben seguir trabajando para lograr que la igualdad de género, el empoderamiento de las mujeres y los grupos marginados, y la promoción de la igualdad de oportunidades sean consideradas áreas centrales clave. Asegurémonos de que esta vez podamos garantizar que estos compromisos responden a la demanda popular.
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