Casi no pasa una semana sin que escuche la frase: “no es el qué; sino el cómo”. En el caso de la reforma de los subsidios a la energía en Oriente Medio y Norte de África (MENA), por ejemplo, la discusión no se ha centrado en si se deben reformar los subsidios (todos están de acuerdo en que los subsidios tienen que ser cambiados), sino en cómo se debe realizar tal reforma. Similares son las observaciones respecto a las regulaciones empresariales, la educación, la agricultura o la salud. Confieso que yo mismo he escrito cosas parecidas. Y hay numerosas propuestas semejantes en este blog.
Se necesitan reformas porque lo que existe en estos momentos es una política o un arreglo institucional que ha llegado a ser contraproducente. Pero antes de sugerir cómo cambiar esta situación, debemos preguntarnos por qué existe en absoluto esa política, por qué ha durado tanto tiempo y por qué no ha sido modificada. Sabemos, que estas políticas no surgieron por accidente, ni tampoco han permanecido porque alguien olvidó cambiarlas. Y es poco probable que sean modificadas solo porque un responsable de formular políticas lea un libro, artículo o una publicación en un blog titulada “Cómo reformar…”.
Más bien, estas distorsiones (término usado con el significado de “políticas e instituciones contraproducentes”) existen y persisten porque personas políticamente poderosas se benefician de ellas. En Egipto, las empresas que cuentan con conexiones políticas se encuentran entre las de mayor consumo energético y por lo tanto, entre las que más sacan provecho de los subsidios a la energía. En Túnez, las restricciones a la inversión extranjera en ciertos sectores protegieron a las empresas familiares del expresidente Ben Ali, permitiéndoles captar el 20 % de las grandes ganancias económicas. En India, los políticos y los burócratas toleran el ausentismo de los profesores en las escuelas públicas porque los maestros hacen campañas en favor de los políticos locales y sobornan a los burócratas para conseguir transferencias de dinero. En muchos países de África, las regulaciones que prohíben el ingreso en la industria del transporte de carga por carretera siguen quedándose “en los libros” (y mantienen altos los precios del transporte) porque un miembro de la familia del jefe de Estado posee el monopolio de las empresas de camiones.
En este escenario, decirles a los Gobiernos que deben reformar estas políticas, o incluso mostrarles cómo hacerlo, es en el mejor de los casos inútil. No obstante, todos los estudios e informes sobre el tema invariablemente tienen una sección de conclusiones llamada “recomendaciones de políticas”. Uno de mis favoritos es un documento sobre el sector X que siempre termina con la sugerencia: “el Gobierno debe gastar más en X”. ¿Han pensado por qué el Gobierno hasta ahora no ha gastado más en X? Quizás se trate de un equilibrio político. Después de todo, gastar más en X significa gastar menos en otra cosa. ¿En qué sector están aconsejando que el Gobierno disminuya sus gastos?
Reconocer que las distorsiones son el resultado de un equilibrio político también arroja luz sobre el refrán: “El modelo de talla única no sirve para todos”. Esto a menudo se equipara a nivel de los economistas, porque la misma reforma de políticas (la liberalización comercial, por ejemplo) fue intentada en distintos países con resultados diversos (y a veces desastrosos). Pero el análisis económico que demostró las ventajas de la liberalización comercial se aplicó en todas esas naciones. Las políticas, sin embargo, fueron muy diferentes, de modo que en algunos países ciertos grupos fueron capaces de socavar la reforma mientras que en otros los beneficiarios pudieron sostenerla. Dani Rodrik hace una observación similar en su libro Una economía, muchas recetas.
Si las distorsiones representan un equilibrio político, ¿qué se puede hacer respecto de ellas? ¿Son todas las listas de recomendaciones de políticas inútiles, incluyendo las que se plantean en este blog? Por supuesto que no. La mayoría (pero desgraciadamente no todas) de las recomendaciones de políticas derivan de algún análisis que demuestra los beneficios y los costos del cambio de las políticas. Este examen y su relación con la reforma de políticas, son extremadamente valiosos; no para decirle al responsable de formular las políticas qué debe hacer, sino para informarle al público en general, el cual en su mayoría es muy probable que se beneficie de los cambios. El análisis puede nutrir un debate entre el público basado en la evidencia, que aumenta las posibilidades de lograr un consenso político en torno a la reforma. Solo si existe un consenso político respecto de las recomendaciones —no si estas son leídas en un informe— un político podrá adoptarlas. Conseguir que este análisis llegue al público en general es, entonces, el propósito principal de este blog.
Pero puede que nosotros podamos hacer algo más que solo informar al público. Ahora podemos comprender mejor cómo las élites políticas son capaces de usar las políticas públicas para su propio beneficio. Con este conocimiento, ¿podemos diseñar reformas que reduzcan al mínimo la posibilidad de que no sucederá lo mismo con las nuevas normativas? Jim Robinson, quien llama a esto “políticas a prueba de políticos”, es escéptico porque no entendemos los incentivos que los políticos tienen. Pero en los nueve años desde que Jim publicó su trabajo, hemos podido entender mejor los estímulos políticos, de modo que puede valer la pena intentarlo. ¡Las sugerencias son bienvenidas!
Publicado por primera vez en Future Development Blog
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