Parece que todo el mundo está hablando de la desigualdad (i) en estos días y yo, por mi parte, estoy contenta de ver que este tema está siendo destacado durante los debates sobre el desarrollo.
Podemos analizar de varios modos la falta de igualdad, todos los cuales están relacionados. La desigualdad de resultados —que se expresa en las diferencias en los logros académicos, la evolución profesional, los ingresos, etc.— es una de las maneras más evidentes y que, en sí misma, no es necesariamente negativa. El premio al esfuerzo individual, a los talentos innatos y a las opciones de una vida mejor puede incentivar la innovación y el espíritu empresarial, y ayudar a impulsar el crecimiento.
Sin embargo, no todas las disparidades son "positivas". Cuando la desigualdad se perpetúa porque los que nacieron pobres carecen sistemáticamente de acceso a las mismas oportunidades que los que nacieron ricos, lo que surge es una profunda diferencia estructural que es negativa para la reducción de la pobreza, el crecimiento económico y la cohesión social. ¿Cuán extendidas se encuentran estas grandes desigualdades? Mucho más de lo que quisiéramos. De hecho, cuando examinamos lo que está sucediendo en muchos países hoy en día, nos encontramos con enormes y persistentes brechas de ingresos entre ricos y pobres, e incluso cada vez mayores. Y vemos que quienes han sido siempre pobres o forman parte de un grupo desfavorecido suelen permanecer allí, con pocas oportunidades de salir de la pobreza.
¿Cómo se explica esto, y qué podemos hacer para resolverlo? Tenemos que reflexionar y buscar el origen de esta inequidad, y es allí donde entra en juego el concepto de igualdad de oportunidades. Esta idea se refiere, en términos generales, al acceso a un conjunto de servicios básicos que se necesitan, como mínimo, para que un niño alcance su pleno potencial, independientemente de circunstancias —como el sexo, la región geográfica, la etnia y los antecedentes familiares— en que él o ella nazca. Con demasiada frecuencia el acceso a servicios básicos (electricidad, agua potable, saneamiento, atención de salud y educación), es mucho menor entre los niños que nacen en situaciones desventajosas. Los menores de grupos desfavorecidos enfrentan obstáculos desde el primer día, lo que frena sus oportunidades y desarrollo potencial durante su vida adulta.
Si los hijos de familias pobres y desfavorecidas no pueden convertirse en adultos productivos y saludables y capaces de obtener ingresos decentes, no hay manera de que eliminemos la pobreza extrema para 2030, o tal vez que esta meta nunca sea posible. Esto que parece intuitivo es respaldado por pruebas sólidas: (i) es probable que las desventajas iniciales tengan impactos que duren toda la vida y que sean muy difíciles (y costosas) de corregir con la adopción de políticas en etapas posteriores del desarrollo de las personas.
Las características con las que un niño nace no deberían predeterminar la trayectoria de su vida. Este es un punto central cuando trabajamos para lograr los objetivos del Grupo del Banco Mundial de poner fin a la pobreza extrema y promover la prosperidad compartida. Aunque medimos estos objetivos en términos de ingresos, estas metas incluyen diferentes dimensiones del bienestar, como la educación, la salud y el acceso a infraestructura básica. Es necesario que ampliemos las oportunidades de los más pobres y de los menos favorecidos si queremos avanzar de manera real y sostenida en la lucha para acabar con la pobreza.
Consideremos esto: los niños del 40 % de los hogares más pobres de Etiopía, Liberia, Madagascar, Mozambique, Namibia y Zimbabwe tienen mucho menos acceso a servicios de saneamiento que los menores que pertenecen al segmento del 20 % más rico.
La falta de saneamiento puede tener consecuencias devastadoras para los niños. Estimaciones recientes de UNICEF (i) plantean que diariamente se producen cerca de 1400 muertes infantiles debido a enfermedades diarreicas vinculadas con la falta de acceso al agua y a servicios de saneamiento. Estas afecciones también contribuyen al retraso del crecimiento de más de 160 millones de niños en todo el mundo. Estos menores, representados en el gráfico más arriba, pueden quedar atrapados muy fácilmente en un círculo de falta de saneamiento y enfermedades que afectará sin duda su acceso a la educación —que es fundamental para su desarrollo y los potenciales ingresos que puedan obtener en el futuro— e incluso tener consecuencias en sus probabilidades de alcanzar la edad adulta.
Debemos hacer más para que los niños de cualquier origen puedan desarrollarse en condiciones de igualdad. Es importante recordar que esto no es solo un asunto de justicia, es también una cuestión de tener políticas económicas apropiadas para la sociedad en su conjunto. Una economía no puede lograr su potencial de crecimiento y prosperidad si grandes sectores de sus poblaciones infantiles están excluidos de las oportunidades que les permiten convertirse en ciudadanos productivos. Y cuando el campo de juego se inclina fuertemente en pro de los favorecidos por sus circunstancias familiares, los incentivos para la innovación y el esfuerzo individual disminuyen, lo que lleva a una sociedad poco dinámica y con baja movilidad social y económica.
Esta semana, damos un gran paso para ayudar a identificar dónde persisten estas brechas con el lanzamiento de nuestro tablero interactivo "Visualize Inequality" (Visualización de la desigualdad). (i) Se trata de una herramienta fácil de usar y que está dirigida a los asociados, los encargados de formular políticas, los activistas y el público en general con el fin de que tomen conciencia y cuenten con los datos que necesitan para luchar contra la desigualdad de oportunidades en el mundo en desarrollo.
Este es solo el primer paso. Tenemos que ampliar nuestro enfoque en esta materia para mejorar la calidad de los servicios infantiles, y garantizar que las instituciones representen mejor las voces de los pobres y marginados. Lo invito a explorar el tablero interactivo y estudiar más detenidamente cómo, en principio, políticas inteligentes podrían ayudar a cambiar el curso del futuro de un niño y, a la larga, de un país.
Únase a la conversación