El nuevo coronavirus ha devastado a familias, comunidades y personas en todo el mundo. No ha distinguido entre fronteras nacionales, capacidades físicas o niveles socioeconómicos. Ha afectado a comunidades apartadas, zonas urbanas, políticos, trabajadores de la salud, celebridades y refugiados. Sin duda, la pandemia, conocida oficialmente como COVID-19, representa una amenaza para las personas en todas partes. Sin embargo, algunos grupos sin duda sufrirán los peores impactos.
Soy una de las afortunadas. Hace un mes, contraje el coronavirus. Por suerte, mis síntomas se pudieron controlar. Tuve una fiebre persistente, dolores del cuerpo, fatiga crónica, sensación de ardor en el pecho y pérdida de los sentidos del gusto y del olfato. La duración de mis síntomas pareció una eternidad. Durante más de una semana, sentí que cada día se repetía sin cesar. Además, estaba la culpabilidad y la inquietud de que podía haber contagiado a mis colegas, amigos y familiares, ya que quizás tenía el virus antes de mostrar síntomas. El autoaislamiento fue también difícil, especialmente en un momento cuando quería ser partícipe de la respuesta mundial para ayudar a mitigar la crisis. Pero en este momento, cuatro semanas después, me he recuperado. Soy una de las personas afortunadas que nos hemos repuesto.
La COVID-19 representa una amenaza para las personas en todas partes. Sin embargo, algunos grupos sin duda sufrirán los peores impactos.
Desafortunadamente, para muchas personas, en particular los más pobres y vulnerables, esta pandemia puede ser catastrófica. Aquellos que corren mayor riesgo son los migrantes que tratan de practicar el distanciamiento social mientras viven en campamentos superpoblados (i), las personas con discapacidades que pueden tener dificultades para acceder a información de salud pública y prevención de la COVID-19 y pueblos indígenas que carecen de servicios esenciales necesarios para prevenir un brote (i) de la enfermedad. Estos grupos se verán afectados de manera desproporcionada. A menos que adoptemos un enfoque equitativo desde el punto de vista social frente a la crisis —uno que se ocupe de la justicia social, el desarrollo comunitario, la equidad, los derechos humanos y las sensibilidades culturales—, no podremos mitigar los efectos atroces que tendrá el virus en estas comunidades vulnerables.
Las enseñanzas recogidas de pandemias anteriores, incluido el brote de ébola en 2014-16 (i) ponen de relieve la importancia de las respuestas sociales para la gestión de la crisis y la recuperación: estas son complementos esenciales para los esfuerzos médicos. Hemos aprendido que las respuestas requieren un enfoque que abarque a toda la sociedad, con soluciones provenientes de los Gobiernos, las comunidades, las organizaciones de la sociedad civil y el sector privado. Esto será especialmente importante ahora para las poblaciones vulnerables y de alto riesgo. Con frecuencia, en las respuestas se recurre a sistemas establecidos o ampliamente conocidos para transmitir información precisa y entregar soluciones a las personas. Por ejemplo, líderes comunitarios confiables pueden influir en el comportamiento de millones de personas, ayudando a asegurar que mensajes de salud rigurosos y culturalmente sensibles se comuniquen a la población y que la asistencia llegue a quienes más la necesitan. La acción colectiva de las comunidades es principalmente importante en los lugares donde los canales de provisión de servicios públicos son deficientes o se encuentran sobrecargados, o donde los ciudadanos tienen poca confianza en las autoridades sanitarias.
En el Grupo Banco Mundial, estamos tomando medidas rápidas y amplias para ayudar a los países en desarrollo a reforzar su respuesta a la pandemia y sus sistemas de atención de salud para contener la propagación y el impacto de la COVID-19.
Con el primer grupo de proyectos, por un monto de USD 1900 millones, se proporcionará asistencia a 25 países, y se llevan adelante nuevas operaciones en más de 60 países. Además, estamos trabajando para reasignar recursos en proyectos en curso financiados por el Banco Mundial en todas las regiones.
Los programas de desarrollo social desempeñan una función crítica en la respuesta del Banco Mundial a la crisis. Se llevan a cabo de maneras diversas e innovadoras, a través del Marco Ambiental y Social (MAS), respuestas operacionales y nuevos métodos de participación ciudadana.
Los programas de desarrollo social desempeñan una función crítica en la respuesta del Banco Mundial a la crisis.
Como parte de esta respuesta inicial, el Banco utiliza programas de desarrollo impulsado por la comunidad (CDD), un enfoque que pone a la comunidades en el centro del diseño de soluciones y la asignación de recursos para responder a las necesidades materiales y financieras urgentes de los más vulnerables. Los programas de CDD proporcionan apoyo específico, por ejemplo, para las mujeres, los jóvenes desempleados, los ancianos, los migrantes que regresan a sus países y los micro y pequeños empresarios cuyos negocios enfrentan interrupciones. También son una vía fiable para brindar soluciones rápidas y flexibles para enfrentar desastres naturales, crisis económicas y situaciones posteriores a conflictos.
En Myanmar, como parte del programa nacional de CDD, un grupo de facilitadores entregan información en el idioma local sobre cómo prevenir la propagación de la COVID-19. Se trata de un esfuerzo conjunto con UNICEF. Por su parte, Afganistán utiliza la carta de los ciudadanos (i), el programa de redes de protección social más seguro del país, para llegar a alrededor de 13 millones de habitantes en las zonas urbanas y rurales de todas las 34 provincias. Esta iniciativa ayuda al Gobierno a enviar rápidamente mensajes sanitarios preventivos sobre la COVID-19 y a explorar maneras de canalizar fondos de manera directa a las comunidades y los grupos vulnerables. Este programa nacional de CDD se basa en el historial de un esfuerzo anterior, el Programa Nacional de Solidaridad (NSP) (i), para asistir a los desplazados internos y los retornados, abordar el problema del hambre en las estaciones difíciles y últimamente preparar el acuerdo de paz de Afganistán.
El desarrollo impulsado por la comunidad será importante en nuestra acción integral para contener los impactos sociales y en la pobreza de la COVID-19 y apoyar la recuperación de las comunidades resilientes. En total, el Grupo Banco Mundial prevé asignar hasta USD 160 000 millones en los próximos 15 meses para ayudar a los países a proteger a las poblaciones pobres y vulnerables, apoyar a las empresas e impulsar la recuperación económica.
En muchos de los países más pobres, tenemos una oportunidad de cambiar la trayectoria de esta crisis utilizando enfoques equitativos desde el punto de vista social. Creo de verdad que podemos superar los peores efectos de esta pandemia. Y no solo para alguien tan afortunado como yo, sino para todos.
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