¿Puede algo bueno convertirse eventualmente en malo y hay un punto en que llega a ser demasiado? Cuando se piensa en el desarrollo de Nepal, las remesas parecen ser precisamente ese factor ambiguo. Sorprendentemente, a pesar de la creciente importancia de las remesas en todo el mundo y su nivel de reconocimiento cada vez más alto, nos falta una narrativa coherente sobre el crecimiento y desarrollo de los países muy dependientes de remesas (HRDCs, por sus siglas en inglés - por una vez, puede ser necesario un nuevo acrónimo) como Nepal.
Si bien las remesas tienen un impacto directo sin ambigüedades en el bienestar de los hogares, las pruebas sobre cómo afectan las variables macroeconómicas son inciertas. Por otra parte, su contribución al bienestar nacional a menudo no tiene suficiente reconocimiento en los mismos países que respaldan y se mezcla con un sentimiento de vergüenza colectiva y miedo a la dependencia. En este sentido, dejamos deliberadamente a un lado el espinoso tema de los derechos de los migrantes, puesto de relieve recientemente en un artículo de The Guardian (Qatar’s World Cup ‘Slaves’), y nos centramos en el efecto económico de los flujos de remesas.
Nepal es un estudio de caso interesante. Forma parte de una pequeña liga de países que reciben una parte significativa de sus ingresos a través de transferencias privadas (equivalente al 25% del producto interno bruto (PIB)) y es líder mundial entre los que tienen más de 10 millones de habitantes.
Hagamos un poco de historia. Desde hace siglos, los trabajadores nepaleses han estado emigrando, sobre todo a India, país con el que Nepal comparte profundos lazos culturales e históricos. En el siglo XIX, un subgrupo muy específicamente calificado de ciudadanos –los gurkhas– ganó prestigio para su país en las filas de los ejércitos británico e indio. Sin embargo, mucho tiempo después, a partir del año 2000, se produjo un cambio masivo impulsado tanto por factores de empuje (la insurgencia maoísta en Nepal) como de atracción (el auge económico de países de ingreso mediano de Oriente Medio y Asia oriental). En 1996, seis trabajadores emigraban en forma legal cada día. En 2013 esa cifra se multiplicó por 200. Las remesas siguieron aumentando de apenas el 1% del PIB en 1996 al 25,5% en la actualidad.
Aunque la contribución de las remesas a la reducción de la pobreza está bien documentada (y es sorprendente en el caso de Nepal - Figura 1), su impacto macroeconómico sigue siendo subestimado, al igual que las maneras en que podría afectar el rumbo del crecimiento a largo plazo de las economías receptoras.
En Nepal, el auge de las remesas ha coincidido con un fuerte deterioro de la balanza comercial (las exportaciones se estancaron mientras las importaciones se multiplicaron), un cambio significativo en la composición del valor agregado (los servicios ocuparon el espacio que dejó la agricultura y el debilitamiento de la industria), y una alta inflación. No se está produciendo una transformación estructural, por lo menos del tipo que permitió que las economías de Asia oriental lograran avances masivos del desarrollo, y Nepal parece estancado en una trampa de crecimiento en desequilibrio (Figura 2).
¿Qué significan esos cambios estructurales profundos para países en desarrollo como Nepal que todavía están luchando para presentar una estrategia coherente de crecimiento y desarrollo para el futuro? Sería inútil oponerse a la marea de ingresos altos y persistentes, pero aprender simplemente a vivir con las remesas y las divisas apreciadas en exceso es una propuesta perdedora.
Hasta la fecha, las prescripciones de la comunidad del desarrollo han sido adaptadas en su mayoría de la analogía de la enfermedad holandesa, pero estas no parecen adecuadas para HRDCs:
- La contracción fiscal para evitar el recalentamiento puede funcionar en otros países que enfrentan crisis de corta duración, pero no ayudará a Nepal, que enfrenta grandes necesidades sociales y de infraestructura pública.
- La esterilización de las entradas de capital ha permitido que China mantenga un tipo de cambio competitivo, pero para Nepal podría ser insosteniblemente costoso dada la magnitud y persistencia de los ingresos. Del mismo modo, una devaluación podría generar inflación insostenible a largo plazo.
- Políticas fiscales centradas más en el consumo y menos en los ingresos y bienes comerciables podrían perjudicar a los pobres.
- La flexibilidad del mercado laboral es especialmente problemática porque la gran emigración puede contribuir a que el trabajo interno se vuelva más rígido (menor suministro, elevado nivel de salarios de reserva). ¿Es una coincidencia que Nepal tenga una de las tasas medias más altas de salarios de la región de Asia meridional?
- La liberalización del comercio puede incentivar las exportaciones, pero también puede aniquilar a los sectores que compiten por importaciones, exacerbar los efectos secundarios negativos de la producción de bienes comerciables, y aumentar el consumo de importaciones respaldadas por remesas. ¿Cómo interpretar de otro modo el enorme déficit comercial de Nepal?
- Los incentivos a la inversión pueden funcionar cuando la economía está prosperando, pero resultan autodestructivos si las mismas remesas conducen en parte a un clima desfavorable para la inversión (a través de repercusiones en la economía y la gobernanza). En Nepal, las remesas no han logrado traducirse en inversiones a nivel macroeconómico o microeconómico, pero son responsables sin duda de la burbuja inmobiliaria que llevó al sector financiero al borde del colapso en 2011.
Las opiniones expresadas son exclusivas de los autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de las instituciones a las que están asociados.
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