Fue hace 10 años, justo antes de la crisis mundial, cuando Lehman Brothers no se había derrumbado y Fannie Mae y Freddie Mac no habían sido puestos bajo tutela. Para los administradores de la deuda, los mercados eran menos volátiles y el futuro era menos incierto. En Turquía, nos ocupábamos de la implementación del programa de reforma posterior a la crisis.
Un día, recibí una invitación del profesor de octavo grado de mi hijo para hablar en el “día de las carreras” que tiene como objetivo educar a los niños respecto de diferentes tipos de trabajos. Acepté la invitación, pero me preocupé un poco porque mi trabajo como administrador de la deuda, si bien era un tipo de trabajo distinto, no necesariamente era un trabajo “emocionante”.
En esos momentos se producía la recuperación económica. Turquía estaba tomando medidas exitosas. Durante la crisis, la economía se había contraído drásticamente, miles de personas habían perdido su empleo, y la relación entre la deuda interna y el PIB había aumentado de 27 % a 53 % en apenas unos pocos meses. Sin embargo, casi cinco años después de la más profunda crisis financiera que Turquía haya sufrido jamás, la relación entre la deuda y el PIB estaba disminuyendo, y la inflación y las tasas de desempleo estaban bajando también, en tanto que el ingreso per cápita estaba aumentando.
Sí, mi trabajo no era emocionante, pero al menos podía contar una historia positiva.
Los niños escuchaban en silencio y parecían muy interesados. Les conté lo mucho que trabajamos durante los días de la crisis haciendo muchas reformas económicas para apoyar la recuperación de la economía, ayudar a las personas a conservar sus empleos (o, al menos, encontrar otros nuevos) y mejorar la vida de las familias.
La historia, les dije, tuvo un final feliz, gracias a las sólidas políticas monetarias y fiscales y al trabajo en equipo. La disminución de la deuda pública abrió un espacio fiscal, que ayudó al Gobierno a invertir en infraestructura, salud y educación, para aumentar las transferencias sociales y crear nuevos empleos.
De vuelta en casa, mi hijo sonreía satisfecho. “Papá”, me dijo, “mis amigos estaban muy impresionados y creen que tú y tus amigos son superhéroes económicos”.
Como un experimentado administrador de la deuda, aprendí que hay una correlación negativa entre la solidez de la gestión de la deuda pública y el interés público en los problemas relacionados con la deuda.
Déjenme explicarlo: en los países donde las finanzas públicas son fuertes, y los niveles de la deuda son bajos o al menos sostenibles, los problemas relacionados con la deuda no atraen generalmente el interés de los medios de comunicación, y los administradores de la deuda no son conocidos por el público. Al contrario, si hay un problema de sostenibilidad o un riesgo de refinanciamiento en el corto plazo, cada subasta y rescate sobre un cierto nivel atraerá el interés de los medios de comunicación. Sin embargo, incluso cuando la gestión de la deuda es sólida, se puede convertir en un problema público candente si el país sufre retrasos en los pagos o si la gestión de la deuda se ve afectada por factores externos.
Hasta la crisis financiera mundial, la preocupación principal de los administradores de la deuda era financiar las necesidades del financiamiento público en mercados relativamente estables y líquidos bajo los mandatos específicos que son alcanzar el menor costo posible con un grado prudente de riesgo. Con este objetivo, la gestión de la deuda no era el trabajo más emocionante en la mayoría de los países.
Sin embargo, con la crisis del mercado de hipotecas de alto riesgo y el colapso de Lehman Brothers, comenzaron los días tempestuosos. Varios países tuvieron que rescatar a los bancos/intermediarios financieros, y algunos otros no fueron capaces de refinanciar su deuda pública. Muchos países introdujeron programas de estímulo fiscal debido a la desaceleración económica mundial.
La reserva de deuda soberana pendiente en el mundo casi se ha duplicado desde que comenzó la crisis mundial. Entre 2008 y 2012, la deuda pública bruta general con respecto al PIB aumentó a más de 100 % desde alrededor de 70 %, y luego se mantuvo estable en las economías avanzadas. El informe del FMI “Perspectivas de la economía mundial” proyecta que la relación entre la deuda pública bruta y el PIB permanecerá en el mismo nivel de estancamiento hasta el año 2020. Sin embargo, en los mercados emergentes, la tendencia descendente de la relación entre la deuda y el PIB se detuvo primero, y después se invirtió, pues la deuda comenzó a aumentar a partir de 2012. El FMI pronostica que la deuda pública bruta de estas economías sobrepasará el 50 % del PIB en 2020.
Al mismo tiempo, los bancos centrales en las economías avanzadas ampliaron significativamente sus balances, y las demandas sobre el Gobierno central aumentaron dramáticamente, ya que compraron una cantidad considerable de valores públicos. Además, debido a la política monetaria activa, destinada a estimular la actividad económica, los administradores de la deuda en Alemania, Dinamarca, Suiza y en otros países emitieron bonos con rendimientos negativos. Las políticas monetarias de los bancos centrales en economías avanzadas también han tenido un impacto significativo en los mercados de deuda de los países emergentes y en desarrollo. Inversionistas extranjeros que buscan rentabilidad invirtieron extensamente en valores de países emergentes y en desarrollo. Esta demanda aumentó la liquidez y ayudó a los administradores de la deuda a obtener préstamos con costos relativamente más bajos y vencimientos más largos, como ha sido el caso en muchos países.
Después de décadas de silencio, gracias al crecimiento de las reservas de deuda debido a la crisis mundial, aumentó el interés de los medios de comunicación en la deuda pública y los temas relacionados con la deuda estaban en los titulares de nuevo. Desde el principio de la crisis, los administradores de la deuda, con la ayuda de los bancos centrales, refinanciaron con éxito la deuda. También, para financiar los programas de estímulo fiscal y rescate financiero, pidieron prestado un valor mayor al rescate de su deuda. En algunos países, al pedir mayores préstamos, los administradores de la deuda incluso redujeron su costo sin crear un riesgo de refinanciamiento y prolongaron el vencimiento promedio de la deuda. En ese sentido, en estas épocas turbulentas, los administradores de la deuda “hicieron magia”. Reconozco que esto puede hacer que la gestión de la deuda sea un trabajo emocionante, pero solo por un tiempo.
Por otro lado, la incertidumbre está en su punto más alto y sigue aumentando, como lo muestra el Índice de incertidumbre de la política económica mundial. Tanto los balances de los Gobiernos como de los bancos centrales son ahora más elevados, más complejos y están más interrelacionados. Esto requiere una mayor coordinación normativa y una coordinación diaria a nivel técnico entre las políticas monetarias, fiscales y de gestión de la deuda. En un entorno así, no hay duda que los administradores de la deuda por sí mismos no pueden solucionar los problemas de la crisis, pero con un mandato revisado pueden administrar los riesgos residuales de los balances soberanos. Esto puede reducir la vulnerabilidad de las economías a los impactos externos y aumentar la resiliencia a través de una coordinación eficaz y eficiente de la gestión de la deuda respaldada por políticas monetarias y fiscales.
Bueno, los administradores de la deuda no podemos salvar al mundo, pero seguiremos intentando ser “superhéroes económicos”.
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