Publicado en Voces

Si quiere ayudar a combatir la violencia contra las mujeres, póngase en el lugar de las víctimas

Su nombre es Sarah. Usted vive en Nueva York, o tal vez en Nairobi, donde divide su tiempo entre cuidar a su familia y crear una pequeña empresa. Su vida es más cómoda que la de su madre, y las perspectivas de sus hijos son más favorables de lo que podría haber esperado. Hasta que un día su marido enfurece de celos y la golpea gravemente.

Poco después él está controlando sus llamadas telefónicas y sus movimientos, denigrándola y lastimándola. A veces se disculpa, y usted espera que las cosas mejoren. Pero cuando se entera de que va a abrir una cuenta bancaria a su nombre, le incendia su tienda, destruyendo su único camino hacia la independencia. ¿A quién puede recurrir, si sus amigos y familiares le dicen que es afortunada de tener un marido que trabaja, y la policía, los clérigos y los servicios jurídicos no la apoyan ni la amparan? Sus opciones son pocas y peligrosas, tanto para usted como para sus hijos.

Sarah es un ejemplo basado en historias reales, que forma parte de un módulo de aprendizaje llamado “In Her Shoes” (En sus zapatos), (i) desarrollado por la Coalición del Estado de Washington contra la Violencia Doméstica y adaptado posteriormente para América Latina y África oriental. “En sus zapatos” fue diseñado como un ejercicio de juego de roles para sensibilizar a los proveedores de servicios, los trabajadores de asistencia y desarrollo y otras personas sobre la cruda realidad de las mujeres que sufren violencia, que son cerca de 700 millones en todo el mundo.

La violencia contra las mujeres y las niñas es una epidemia mundial y la causa principal de muerte y lesiones graves entre las mujeres de 19 años a 44 años. La Organización Mundial de la Salud  (OMS) dio a conocer en 2013 una encuesta sin precedentes que determinó que más de un tercio de las mujeres en todo el mundo experimentará violencia física en el transcurso de su vida. La mayoría nunca busca ayuda ni se lo cuenta a nadie.

La violencia, que es una de las formas más opresivas de desigualdad, puede traducirse en matrimonio infantil, mutilación genital, crímenes de honor, violencia doméstica, violación y privaciones económicas. Impide que las mujeres y las niñas participen de manera igualitaria en la vida social, económica y política y perpetúa el ciclo de la pobreza. Su impacto se hace palpable en proyectos de desarrollo, por ejemplo en proyectos de minería, infraestructura, transporte, tecnología, educación, saneamiento y salud.

Más allá del enorme sufrimiento personal, los costos asociados a la violencia tienen amplias repercusiones en los esfuerzos por poner fin a la pobreza y promover la prosperidad compartida. Estimaciones conservadoras (i) de la pérdida de productividad como resultado de la violencia doméstica oscilan entre el 1,2 % del producto interno bruto (PIB) en Brasil y Tanzanía y el 2 % del PIB en Chile, casi el mismo porcentaje que la mayoría de los Gobiernos gastan en educación primaria.
Se trata de una cifra enorme, y una de las razones por las que los organismos de desarrollo, los donantes, las instituciones financieras internacionales, y cada vez más el sector privado están aumentando los esfuerzos destinados a abordar la violencia. Y gracias a su alcance mundial y la capacidad de generar e intercambiar conocimientos, (i) de entregar financiamiento, de formar asociaciones y tener poder de convocatoria, las organizaciones como el Grupo Banco Mundial están en una posición única para poner a prueba y promover respuestas basadas en evidencias.

En los últimos años el Banco ha identificado la violencia como una zona de frontera en la que nuestra mayor participación podría lograr un impacto transformador, y como resultado de ello estamos cambiando el estilo de cómo realizamos nuestras actividades. Algunos ejemplos recientes son:

En Papua Nueva Guinea, al comenzar un nuevo proyecto de minería consultamos a las mujeres locales y descubrimos que temían que la afluencia de mano de obra provocaría un aumento de la violencia. Enviaron una representante a la mesa de negociaciones, donde se acordó que el 10 % de los fondos provenientes de las operaciones de la mina se destinaran a programas de apoyo a las mujeres y los niños. Ese porcentaje aumentó más tarde a más del 18 %.

En Brasil, estamos otorgando un préstamo para políticas de desarrollo de US$500 millones destinado a un importante proyecto de infraestructura para actualizar el sistema de transporte urbano de Río de Janeiro. El proyecto tiene en cuenta cuestiones de violencia de género y usa la innovadora estrategia de combinaciones en la red urbana para ofrecer una gama de recursos económicos y jurídicos a las mujeres. Ahora todas las estaciones tendrán baños para mujeres y una mejor iluminación. Cinco estaciones principales tendrán centros que ofrecerán apoyo jurídico, médico y de asesoramiento a personas afectadas por la violencia de género, así como 107 terminales de información electrónicos. Una iniciativa similar orientada al transporte, con un préstamo de US$205 millones, está en curso en Ecuador.

También estamos otorgando US$107 millones en donaciones financieras a Burundi, la República Democrática del Congo y Rwanda para proporcionar servicios integrales de salud y asesoramiento, asistencia jurídica, y oportunidades económicas a sobrevivientes de la violencia sexual y de género (SGBV, por sus siglas en inglés). El Proyecto de emergencia sobre SGBV y salud de la mujer de la región de los Grandes Lagos es el primer proyecto del Grupo Banco Mundial en África, que se concentra en ofrecer servicios integrados a las sobrevivientes de estos tipos de violencia.

Todavía es necesario profundizar aún más nuestros conocimientos sobre cómo la violencia frena el avance de las mujeres y las niñas, cómo los proyectos pueden satisfacer mejor las necesidades de las víctimas, cómo evitar riesgos injustificados para quienes ya son vulnerables, y cómo podemos integrar esfuerzos para impedir y combatir la violencia en todos nuestros proyectos.

Mary Ellsberg, (i) una autoridad en el tema de la violencia de género y directora fundadora de Global Women’s Institute (GWI) (i) de la Universidad George Washington, moderó recientemente una sesión de “En sus zapatos”, que se realizó en una sala de conferencias repleta de funcionarios del Grupo Banco Mundial. Muchos de ellos comenzaron hace poco tiempo a considerar la igualdad de género y la violencia de género en el diseño y la implementación de proyectos de desarrollo, y el ejercicio les pareció conmovedor y revelador.

En este decimoquinto Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, esperemos que los profesionales del desarrollo de todas partes se pongan por un momento en el lugar de mujeres como Sarah, y piensen mucho sobre cómo podemos ayudarlas a salir de situaciones de violencia para que puedan desarrollarse plenamente. Con este fin, el Grupo Banco Mundial, en colaboración con el GWI y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), dará a conocer el 3 de diciembre una nueva guía de recursos en línea (i) que compila las mejores prácticas y lecciones aprendidas de las intervenciones destinadas a combatir la violencia contra las mujeres y las niñas en diversos sectores.

Los objetivos de desarrollo posteriores a los objetivos de desarrollo del milenio (ODM) contra la pobreza a partir de 2015 aumentarían de manera significativa los esfuerzos para poner fin definitivamente a la violencia contra las mujeres y las niñas. Nuevos estudios prometedores, (i) junto con el compromiso y el apoyo de alto nivel a este desafío urgente, indican que esta meta se puede lograr.

Caren Grown es directora superior del Grupo Banco Mundial para Cuestiones relacionadas con el Género.


Autores

Caren Grown

Ex Directora Global de Género del Grupo Banco Mundial

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