Cuando las personas hablan de biodiversidad, suelen hacerlo desde la perspectiva de la conservación y la supervivencia de especies animales y vegetales. Pero el valor que se extrae de una biosfera saludable es mucho más que eso: la naturaleza proporciona de manera constante alimentos, agua, empleos y medios de subsistencia, y ayuda a regular el clima.
Además, sustenta todas las formas de vida y actividades económicas, pero está amenazada en muchos frentes. En nuestros océanos se sobreexplotan los recursos pesqueros y se registra un alto nivel de contaminación con plástico. Según las últimas evaluaciones científicas, 1 millón de especies de plantas y animales —de un total de 8 millones— están en peligro de extinción al cabo de unas décadas, y la deforestación y la degradación del suelo han alcanzado niveles insólitos.
Como una de las principales entidades de financiamiento de la labor en el ámbito de la biodiversidad, el Banco Mundial trabaja estrechamente con los países, apoyando sus esfuerzos por conservar y gestionar mejor la biodiversidad de manera sostenible. Los proyectos abarcan desde la integración de la gestión de las zonas costeras y las áreas protegidas en África occidental y la India a la inversión en el manejo de cuencas y prácticas forestales sostenibles en Etiopía y la detención de la matanza desenfrenada de vida silvestre que está provocando la desaparición de especies fundamentales. En 2019, la Asociación Internacional de Fomento (AIF) apoyó inversiones directas en biodiversidad por un valor de USD 619 millones, en el marco de una cartera multisectorial de USD 3300 millones que incluye el financiamiento de intervenciones en silvicultura, agricultura y medios de subsistencia sostenibles.
También trabaja con los países para generar ingresos a partir de la biodiversidad, ya sea mediante el pago de servicios ambientales que luego pueden ayudar a cubrir el costo de la gestión de la biodiversidad o a través del turismo sostenible.
Etiopía es un ejemplo de un país que se beneficia de los esfuerzos para afrontar la degradación del suelo y, al mismo tiempo, mejorar la biodiversidad. Con el apoyo del Banco durante una década para el Proyecto de Gestión Sostenible de la Tierra, se administran ahora de manera sostenible aproximadamente 900 000 hectáreas de tierra, con lo que se beneficia a unos 2,5 millones de personas. Esta tarea ha permitido mejorar el acceso al agua, disminuir la erosión del suelo, aumentar la seguridad alimentaria, obtener mayores rendimientos y disponer de fuentes diversificadas de ingresos, todo lo que redunda en medios de subsistencia más resilientes. El proyecto mejoró también la seguridad de la tenencia de la tierra y casi medio millón de familias tienen ahora certificados de propiedad legales, incluidos 11 000 jóvenes sin tierra que recibieron estos documentos a cambio de restaurar terrenos comunales degradados. Dicha labor en el ámbito de la tenencia de la tierra es parte de un programa más amplio que ha facilitado la entrega de títulos de propiedad de la tierra a alrededor de 10 millones de familias, y que motiva a las personas a invertir para aumentar la productividad de la tierra y conservar el suelo y el agua, lo que a su vez resulta beneficioso para la biodiversidad.
El financiamiento de la AIF por un total de USD 600 millones respalda nuestros nuevos programas en Etiopía: el Programa por Resultados orientado a la acción climática mediante la gestión del paisaje (i) y el Proyecto de Medios de Subsistencia y Paisajes Resilientes. (i) En el marco del proyecto de paisajes resilientes, estamos identificando “puntos críticos” de biodiversidad, o sea zonas de alto valor de biodiversidad que están en peligro debido a la degradación del suelo y otros problemas. Apoyaremos al Gobierno en su labor con las comunidades para establecer los llamados corredores verdes: franjas de vegetación nativa continua que unirán bosques fragmentados y ayudarán a restaurar las cuencas en donde la biodiversidad pueda florecer. Los corredores también apoyarán medios de subsistencia, como la apicultura, una actividad floreciente en Etiopía.
Estamos utilizando un enfoque similar en otros países, además de trabajar con los Gobiernos para fortalecer las políticas y regulaciones que mejorarán, por ejemplo, la gestión forestal y prevendrán los delitos contra la vida silvestre mediante la creación de zonas protegidas. En cuanto a las medidas relacionadas con las políticas, también estamos tratando de asegurar que los países incluyan el valor del capital natural y los servicios de los ecosistemas en sus procesos de toma de decisiones y planificación. A través de nuestro Programa Mundial de Sostenibilidad, 18 países ya están utilizando la contabilidad del capital natural para respaldar las decisiones sobre políticas, yendo más allá del PIB y poniendo al capital natural a la par de activos construidos, como la infraestructura y el capital financiero.
A nivel mundial, existe una oportunidad el año que viene para abordar la pérdida de biodiversidad cuando los países negocien un nuevo marco al respecto. Este se finalizará en octubre próximo durante la decimoquinta reunión de la Conferencia de las Partes (CP 15) del Convenio sobre la Diversidad Biológica (i) en Kunming, China. Un desafío clave en ese encuentro será acordar un nuevo conjunto de objetivos para reemplazar las Metas de Aichi para la Diversidad Biológica establecidas hace una década en Nagoya, Japón. Las Metas de Aichi, que vencen en 2019, no se han logrado aún y la comunidad mundial está trabajando para acordar un marco transformador sobre la biodiversidad mundial posterior a 2020.
En el periodo previo a la CP del Convenio sobre la Diversidad Biológica, el Banco Mundial respalda los debates con estudios que presentarán sólidos argumentos económicos para invertir en la naturaleza y mostrarán los impactos de la pérdida de los servicios ecosistémicos provistos por la naturaleza. En las investigaciones se analizarán también las políticas que podrían revertir esta pérdida, entre ellas la reducción de subsidios que provocan daños en vez de mejoras en la biodiversidad.
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