La manera en que nos comunicamos, producimos y nos relacionamos con la tecnología evoluciona rápidamente.
Seguramente su reacción será: “dígame algo que no sepa”.
Es aquí donde aparece Benedict Evans, (i) un importante gurú tecnológico que trabaja en la empresa de capital de riesgo Andreessen Horowitz (“a16z”) (i) ubicada en Silicon Valley. Evans compartió ideas inspiradoras, y en cierto modo inquietantes, sobre cómo la tecnología modela nuestro mundo y sus efectos en la comunidad mundial que se dedica a la tarea del desarrollo. El experto ofreció recientemente una charla en el Banco Mundial titulada “Mobile is eating the world”, (i) y estas son algunas de las conclusiones principales:
Estamos a mitad de camino en la tarea de conectar a todas las personas. Ahora hay 2500 millones de teléfonos inteligentes en el mundo en manos de 5500 millones de habitantes mayores de 14 años. La utilización de esta tecnología ha seguido una trayectoria que se conoce en el mundo tecnológico como “curva S”: lenta al comienzo, cuando el teléfono móvil parecía una idea loca; luego, se aceleró, y ahora se está estabilizando. Sus implicaciones económicas son impresionantes.
La tecnología se produce a una nueva escala. Google, Apple, Facebook y Amazon han alcanzado ahora un tamaño diez veces superior al de Microsoft e Intel en los años noventa, una época en que estas dos últimas compañías estaban cambiando el mundo. Las empresas tecnológicas pasaron de ser importantes a tener un papel predominante en la economía , de ser gigantes dentro de su propio sector a ser gigantes en la economía en general. Y estas cuatro compañías están ahora compitiendo, pero de una manera completamente distinta.
Se crean nuevas ramas de la computación. El aprendizaje automático ha cambiado la computación de manera dramática. Los nuevos sistemas buscan datos en vez de depender de reglas. Estos sistemas pueden distinguir las similitudes a partir de puntos de datos, aprendiendo a diferenciar unos de otros sin tener que programar un conjunto de reglas. La precisión de este proceso aumenta cada minuto.
Surgen nuevas maneras de competir. Un ejemplo es Alexa. (i) El aprendizaje de máquinas establece una conectividad directa entre el usuario y el producto —un proceso llamado computación expedita— dando lugar a una relación personal con la máquina. Alexa se convierte rápidamente en un “ser sensible” que responde sus órdenes imperiosas y que organiza la música para acompañar su cena, o que se encarga de pedir el peculiar papel higiénico (de doble hoja con historietas políticas) que le gusta a usted. Las empresas tienen un fuerte incentivo para competir por convertirse en esa plataforma que lo vincula —de una vez— con sus compras. Y al hacerlo, el canal se convierte en el producto, y las compañías están dispuestas a gastar mucho dinero para hacer que ese canal sea entretenido —por ejemplo, produciendo videos en vez de avisos— y conseguir que usted se inscriba en sus plataformas.
Las industrias están “patas para arriba”. Todo esto tiene serias consecuencias para las estructuras de costos. Cuando el pequeño aparato electrónico (dash button), (i) con conexión wifi para pedir una nueva caja de detergente le permite hacer compras literalmente “con un solo clic”, la selección de marcas se reduce y el paradigma entero de la demanda cambia de manera fundamental. No hay necesidad de publicar avisos tradicionales ni de posicionar una marca una vez que el consumidor está conectado a esta manera expedita de comprar. Los costos bajan, pero es probable que la concentración aumente. Están ocurriendo otros cambios también; pensemos, por ejemplo, qué está pasando con los automóviles. El reemplazo de la gasolina por la electricidad modifica totalmente la manera de fabricar un vehículo: motores complejos dan paso a baterías. Los vehículos autónomos (sin conductor) cambiarán la manera en que se usan los automóviles y la forma en que las ciudades serán planificadas (va a llegar el día en que, en vez de buscar estacionamiento incesantemente, los autos regresarán a casa por sí solos). Todo esto ha provocado que los programas computacionales adquieran mayor valor, como productos físicos en sí y dado los efectos importantes de las redes informáticas, y que haya surgido un nuevo conjunto de habilidades necesarias para realizar este tipo de trabajos.
¿Qué significa esto para las economías? Benedict observó que Silicon Valley fabrica cosas útiles (incluso cosas que al principio parecen ser juguetes o diversiones para los más ricos) y después hace bajar muy rápidamente el precio de esos objetos, de modo que lleguen a ser lo suficientemente baratos para que estén al alcance de todo el mundo. A medida que las industrias cambian, se crean nuevos empleos y los países en desarrollo necesitan nueva infraestructura y habilidades para competir en los nuevos mercados y posibilitar el crecimiento inclusivo. Esta es una historia que involucra a consumidores, empresas y economías.
¿Pero qué pasa con los Gobiernos? Los nuevos sistemas de información pueden ayudar a los Gobiernos a prestar servicios de manera más eficiente. Las nuevas tecnologías —como los drones que reparten suministros de sangre— dan a los Gobiernos la oportunidad de llegar a zonas remotas, algo impensable en el pasado. Las vías para llevar servicios esenciales a los pobres están aumentando, lo que posibilita la ampliación de los programas y el aumento del impacto.
Para el Banco Mundial, estos cambios en el panorama mundial constituyen un desafío colectivo en materia de desarrollo de innovaciones y soluciones que sirvan para abordar cuestiones acuciantes en los sectores de salud, educación y protección social, (i) y garantizar que en un mundo donde las nuevas tecnologías pueden aportar enormes beneficios, (i) ninguna persona quede rezagada.
Mientras esperamos que se cree una aplicación para predecir el futuro, ¿cuáles son sus conjeturas acerca de la evolución del desarrollo?
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