No hay nada más gratificante que hacer sonreír a un niño o niña. Esto es especialmente cierto cuando los niños han sido víctimas de la guerra.
La foto que se volvió viral de Aylan Kurdi, un pequeño sirio de 3 años de edad cuyo cuerpo sin vida fue encontrado en una playa, atrajo nuestra atención. El hecho de que Kurdi no tuviera la oportunidad de escapar a una vida más segura nos animó a actuar. Decidimos ayudar a niños refugiados a adaptarse a las nuevas condiciones de vida que deben enfrentar luego de arribar a un país diferente de su país de origen.
Así que nuestro equipo del Fondo de Innovación para la Juventud (YIF) del Banco Mundial se asoció con Small Projects Istanbul (SPI), (i) una organización sin fines de lucro turca, para ayudar a 20 niños sirios a recuperar la alegría en Turquía tras escapar de su país devastado por la guerra.
El fondo YIF proporciona una oportunidad a los funcionarios jóvenes del Grupo Banco Mundial de diseñar, implementar y evaluar proyectos de desarrollo en los países clientes, concentrándose en las áreas de la innovación, la eficiencia y el impacto sobre el desarrollo.
Nuestra travesía empezó luego de enviar un trabajo a la competencia de propuestas del YIF, que resultó seleccionado. Nuestro proyecto, Programa de Orientación Psicológica, Tutoría y Enseñanza del Idioma Turco, apuntó a apoyar a estos niños a integrarse efectivamente en la sociedad local, desarrollar confianza en sí mismos y tener acceso a educación mientras viven en Turquía.
Aumentar la motivación y la autoestima
En el Centro de Educación Comunitaria de SPI, las actividades extracurriculares se diseñaron con mucho cuidado para hacer aflorar la curiosidad y la naturaleza lúdica de los niños y, al mismo tiempo, aumentar sus habilidades sociales y confianza. También participamos en talleres de música y de teatro con los niños.
Estando allá, nos reunimos con Naz Saglam, una amable integrante del personal de SPI que estuvo a cargo de las clases de turco. Nos contó que SPI organizó actividades de enseñanza o tutoría todos los días y que los niños pudieron tener experiencias nuevas que tocaron sus corazones. Estas experiencias les permitieron aumentar su motivación y autoestima, agregó. A medida que los niños pudieron expresarse más, se volvieron más optimistas.
Mentores para “hacer una diferencia”
A lo largo del diseño y la implementación del proyecto, SPI y el YIF recibieron apoyo constante de otro grupo asociado: los estudiantes de educación secundaria del Robert College, (i) que llevaron a cabo el componente de tutoría del proyecto. Los niños y los estudiantes se reunieron mensualmente para participar en un programa de mentores, jugaron juntos e intercambiaron ideas. Los niños se sintieron atendidos y aprendieron mucho de sus mentores, lo cual tuvo un impacto positivo en ellos.
“Este [proyecto de participación comunitaria] ha sido la mejor manera para mí de aprender a querer a alguien solo por el hecho de ser él o ella un ser humano”, dijo uno de los estudiantes que cumplió la función de mentor. “El sentimiento de alegría por haber sido parte de sus vidas fue un regalo”.
“Aprendí que puedo hacer una diferencia durante una crisis”, dijo otro mentor.
Estos jóvenes siguen ahora implementando el proyecto por sí mismos y realizando más actividades con los niños. Son entusiastas, dedicados y, por lo tanto, deberían recibir más apoyo.
Hacia el término del programa, los niños —que apenas podían hablar y entender turco luego de llegar al centro— habían logrado grandes avances. Estaban muy emocionados de contarnos historias acerca de sus nuevos y coloridos libros.
Luego de este programa de seis meses, los niños habían mejorado significativamente tanto sus habilidades l ingüísticas como su salud mental. El programa finalizó con éxito en junio de 2017, pero algunos componentes continuarán realizándose ya que la organización patrocinadora se trasladó a un nuevo sitio en que existen más instalaciones y espacio.
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