El Día de la Tierra 2021 cae bien entrado el segundo año de la crisis mundial provocada por la COVID-19. ¿Será una jornada de tristeza o un momento de esperanza? El primer Día de la Tierra, celebrado en 1970, incluyó ambos sentimientos: surgió tanto de la angustia ante el desastre de los pesticidas documentado en el libro Primavera silenciosa y los incendios en el río Cuyahoga, como de la promesa representada por la fotografía de la NASA llamada "Earthrise" (Salida de la Tierra).
La pandemia ha dejado al descubierto el realista estado de los servicios de salud pública y de los sistemas sanitarios, mostrando la falta crónica de capacidad de gestionar los nuevos riesgos para la salud pública. Al mismo tiempo, la crisis climática, el “más terrible” de todos los problemas, amenaza con agravar la situación.
El cambio climático plantea actualmente el riesgo indudable de desarticular y desbordar los sistemas de salud, lo que obstaculizaría los avances hacia una cobertura sanitaria universal, en especial donde la fragilidad es mayor. Pese a los numerosos motivos de alarma, la acción colectiva internacional de respuesta y recuperación de la COVID-19 ha revelado que un mundo a menudo dividido puede trabajar en forma conjunta para afrontar la pandemia, y permite abrigar la esperanza de que también es posible superar la crisis del clima.
El cambio climático y los riesgos para la salud
Como la amenaza de la COVID-19, los riesgos del cambio climático para la salud son inmediatos. A diferencia de lo que ocurre con la pandemia, se prevé que estos riesgos irán en aumento en las próximas décadas, a menos que se tomen medidas rápidas y significativas. Naturalmente, el cambio climático no es la causa directa del surgimiento ni de la transmisión de la COVID-19. Sin embargo, los efectos sanitarios de las dos crisis interactúan de varias maneras importantes: ambas comparten varios factores determinantes y afectan a poblaciones vulnerables similares. También requieren respuestas sanitarias coincidentes, ya sea para afrontar las amenazas en curso o para no desperdiciar las oportunidades de reconstruir mejor.
Esas respuestas a la pandemia de COVID-19 pueden dar lugar a sistemas de salud más resilientes y mejor adaptados a los fenómenos climáticos. La colaboración mundial de la que hemos sido testigos en la respuesta a la pandemia de COVID-19 deja enseñanzas para incorporar en la respuesta a los desafíos del clima y la atención de salud.
Por otra parte, además de limitarse a ayudarnos a “afrontar” los impactos del clima, la convergencia de la COVID-19 y el cambio climático ofrece la promesa real de encarar ambas crisis de forma simultánea creando sistemas de salud verdaderamente sostenibles, que desvinculen los avances hacia la cobertura sanitaria universal de las emisiones de carbono.
Ejemplo de ello es la incorporación del enfoque Una sola salud (i), que integra datos sobre la salud humana, animal y ambiental en la vigilancia de la salud pública y evaluación de los riesgos para desplazar el centro de atención de la respuesta a la preparación y, en última instancia, a la prevención.
Análogamente, en la preparación, respuesta y recuperación ante emergencias, reporta enormes beneficios elaborar planes de preparación y respuesta frente a emergencias con múltiples peligros que tengan en cuenta tanto las amenazas pandémicas como las relacionadas con el cambio climático, contribuyan a mejorar la gobernanza y la coordinación, e incluyan mecanismos de financiamiento específicos.
La resiliencia climática atraviesa el ámbito de la salud y otros sectores
Al analizar la posibilidad de ampliar la capacidad de testeo, aislamiento y tratamiento vinculada a la COVID-19, el uso de fuentes de energía renovables o híbridas para proporcionar un suministro eléctrico confiable debería ser la norma. En la adquisición de insumos médicos esenciales para la respuesta a las pandemias y los desastres se puede dar prioridad a la producción local para asegurar un abastecimiento constante y sostenible de productos que también reduzca las emisiones provocadas por el transporte.
Los planes para la distribución indispensable de las vacunas deberían contemplar inversiones en infraestructura para cadena de frío y sistemas de abastecimiento sustentables y eficientes desde el punto de vista energético que también fortalezcan los sectores de salud, como el transporte con bajas emisiones de carbono, embalajes y equipamiento médico reciclables, tecnologías para enfriamiento respetuosas del medio ambiente y el uso de fuentes de energía renovables y con bajas emisiones de carbono.
Además de la respuesta ante las emergencias, reconstruir mejor para lograr un desarrollo verde, resiliente e inclusivo es, quizás, la tarea que puede producir los mayores beneficios. Para ello, se necesitarán nuevas inversiones en infraestructura sanitaria inteligente respecto del clima y cambios en gran escala para adoptar la generación de energía renovable, así como la promoción del transporte activo (traslado a pie y en bicicleta).
Al reconstruir, restaurar o reacondicionar establecimientos de salud afectados por desastres, es primordial aplicar principios de construcción ecológica, como el uso de soluciones basadas en la naturaleza (i) para proteger contra las inundaciones o los incendios forestales, así como para amortiguar el calor a diario.
Catalizar inversiones de los sectores público y privado mediante mecanismos de financiamiento innovadores será crucial para apoyar medidas climáticamente inteligentes, las cuales necesitarán recursos multisectoriales que trascienden los sectores tradicionales de la salud o el clima, como la energía, la agricultura, el agua, la planificación urbana, el transporte y el medio ambiente. Algunos campos afines, la salud digital entre ellos, aun cuando no buscan la mitigación del cambio climático como resultado explícito, también pueden traer aparejados beneficios para el clima.
La pandemia ya ha transformado al mundo, al aumentar las diferencias entre los sistemas de salud y las desigualdades preexistentes. El cambio climático redefinirá nuestro planeta. Debemos actuar ya y aprovechar la colaboración internacional sin precedentes del año pasado para reforzar la resiliencia de los sistemas sanitarios tanto frente al cambio climático como frente a la pandemia actual y las que puedan surgir en el futuro.
Trabajemos para que la esperanza supere a la tristeza antes del Día de la Tierra 2022.
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