Educar para el presente y el futuro: utilizar la inteligencia artificial para afrontar la crisis de aprendizajes

Niñas en escuela rural de Colombia usando una laptop Estudiantes en escuela rural en La Ceja, Antioquía, Colombia. Foto: Charlotte Kesl / Banco Mundial

¿Puede la Inteligencia Artificial (IA) ayudar a abordar las enormes brechas educativas? La respuesta es un sí cauteloso y optimista. Alrededor de 1.8 mil millones de estudiantes en el mundo merecen recibir una buena educación. Sin embargo, la mitad de ellos no logra las habilidades básicas de lectura y aritmética necesarias para la vida.  

La crisis de aprendizajes es tan grande que podrían pasar décadas para lograr que todos tengan una educación decente. Pero hoy vivimos una coyuntura única. La tecnología, y en particular  la IA, si se usa inteligentemente, ofrece la oportunidad de llegar a maestros, estudiantes y escuelas con herramientas efectivas para mejorar la experiencia educativa a una escala sin precedentes.

¿Cuál es el potencial de la IA en la educación?

Post pandemia, muchos países están implementando políticas para mejorar la conectividad (85% de los países, según el Informe de Monitoreo Global 2023, en inglés) los teléfonos inteligentes son casi ubicuos, y el 95% de la población vive dentro de la cobertura de internet móvil. Si bien los costos de conexión siguen siendo un obstáculo significativo que, el Banco Mundial junto con organizaciones internacionales y gobiernos están tratando de superar, en este contexto dinámico más escuelas y estudiantes estarán conectados y las soluciones basadas en IA pueden ayudar a abordar la crisis.

La IA puede asistir en varias dimensiones, como se resume en el reciente informe sobre el progreso en América Latina y el Caribe. Las plataformas de aprendizaje adaptativo impulsadas por IA, como ALEKS (i), pueden personalizar el contenido según las necesidades de cada estudiante, proporcionando apoyo y retroalimentación individual. Herramientas de IA como MagicSchool (i)y Ummia asisten a los maestros en la creación de planes de clases atractivos (i), alineados con los requisitos del currículo y a las necesidades de los estudiantes. Sistemas de retroalimentación impulsados por IA como TeachFX (i) mejoran las prácticas de instrucción de los maestros e identifican áreas de mejora. Asistentes impulsados por IA mejoran los sistemas de alerta temprana para identificar a los estudiantes en riesgo de abandonar la escuela.


 

La IA no está exenta de fallas -que se están abordando-, como engaños (llamados “alucinaciones”), la generación de resultados sin sentido o incorrectos, y sesgos derivados de los datos de entrenamiento. Pero el potencial de la IA es inmenso para empoderar a los maestros y proporcionar rápidamente a los estudiantes una experiencia educativa superior a gran escala. 

Para que la IA realmente mejore la calidad de las experiencias educativa, se necesita un enfoque multifacético: primero, la conectividad debe ser asequible; y el hardware y las plataformas digitales deben llegar a todos; segundo, es esencial una inversión continua en equipar a los maestros con las habilidades de IA y digitales para que puedan aprovechar la tecnología; y tercerola alfabetización en IA (i) se debe incorporar paulatina pero integralmente en los currículos de todas las materias, al tiempo que las herramientas de IA deben facilitar el aprendizaje en esas misma materias.  

Para mover la aguja del aprendizaje, las transformaciones deben de darse en los sistemas educativos en su conjunto, lo cual requiere abordar desafíos institucionales, desde la inercia burocrática hasta las complejidades legales que obstaculizan la adquisición a gran escala de plataformas tecnológicas.

El factor humano: los maestros en el centro

En el corazón de esta revolución tecnológica está el maestro. En sistemas de alto rendimiento como Singapur (i) y Japón, la enseñanza es una carrera prestigiosa, y este reconocimiento social se correlaciona con la calidad educativa. Los buenos maestros internalizan la inmensa responsabilidad que tienen: su trabajo no es solo enseñar, sino asegurar que cada estudiante aprenda. La tecnología, cuando se usa con prudencia, permite a los maestros centrarse en proporcionar a los estudiantes una experiencia académica más rica, fomentando las habilidades socioemocionales vitales para el futuro.

El desafío clave para cerrar la brecha educativa es lograr ese equilibrio delicado entre tecnología y el factor humano. El equilibrio correcto depende del nivel de desarrollo de cada país. En naciones tecnológicamente avanzadas, la IA ya se está desplegando para mejorar las capacidades de los maestros ya competentes digitalmente.

En países de ingresos medios, la IA puede estar ya facilitando la enseñanza personalizada en algunas aulas. En naciones más pobres, el desafío aún es proporcionar herramientas digitales básicas y formación a los educadores. En una situación extrema, en países pobres donde hay una seria escasez de maestros, la instrucción puede ser proporcionada por un tutor impulsado por IA con la guía de un tutor humano, como lo demostró la competencia Xprize. Esto puede ser mejor que no tener maestro, o tener uno con pocas habilidades. Sin embargo, eso debería ser solo una solución temporal, la tecnología no puede reemplazar a los maestros capacitados; no puede igualar el impacto de un buen maestro con habilidades amplificadas por la IA.

¿Por qué la urgencia?

La desigualdad en la educación es rampante; los países de ingreso medio están cinco años atrás del promedio de la OCDE y siete años detrás de Singapur en los puntajes PISA. El concepto de Pobreza de aprendizaje destaca las marcadas desigualdades entre países: el 90% de los niños de 10 años en África Subsahariana no pueden leer y entender un texto simple, una cifra que es del 56% (pre-pandemia) en América Latina y menos del 3% en los países nórdicos. En el interior de los países, las desigualdades también son evidentes: los puntajes PISA están altamente correlacionados con el estatus socioeconómico, la división urbana y rural, la etnicidad y la discapacidad.

Más grave aún, la tecnología podría estar amplificando esas desigualdades. La IA ya está transformando aulas en California y Corea del Sur, mientras millones de niños en países de bajos ingresos siguen fuera de la escuela y miles asisten a escuelas de baja calidad. En un país de ingresos bajos o medios típico, hoy hay escuelas secundarias de élite que ofrecen cursos de informática, y los estudiantes usan ChatGPT.

Al mismo tiempo, hay niños en escuelas sin acceso a internet y maestros con poca formación. En un mismo país, coexisten escuelas del siglo XXI con escuelas que parecen estancadas a inicios del siglo XX.  No sólo hay una crisis de aprendizajes, sino que la tecnología, teniendo un gran potencial para asegurar que todos tengan la oportunidad de acceder a una buena educación, está siendo más bien un factor desigualador.

Una ola que debemos aprovechar

La crisis global del aprendizaje es un fracaso de las sociedades. Hay inmensas desigualdades en los resultados educativos. En este contexto, la tecnología abre un abanico de posibilidades. Y para lograr que se puede aprovechar la tecnología para mejorar los resultados educativos, un elemento fundamental sigue siendo el factor humano. La educación se basa en la interacción humana, en la conexión entre el estudiante y el buen maestro. Y la tecnología, si se dan las condiciones adecuadas, puede amplificar el impacto de maestros bien formados y dedicados.

Hay una enorme demanda de cambio dada la magnitud de las necesidades. Pero también hay una oferta de cambio en el progreso tecnológico que vemos día a día. Es una ola que debemos aprovechar si queremos brindar a miles de millones de niños hoy las oportunidades que merecen.

* (i) enlace a sitios web en inglés    

 

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Jaime Saavedra

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