Cambio climático y pobreza: la tormenta perfecta

Disponible en:
A man farming in Haiti A man farming in Haiti

A menudo escuchamos que el cambio climático impacta de forma desproporcionada sobre los pobres y que los escenarios son inquietantes. Por ejemplo, el cambio climático derivará en un aumento de hasta 300 % en la pobreza extrema de América Latina y el Caribe (ALC) para el año 2030.

Detrás de este titular alarmante sabemos que las pérdidas relacionadas con el cambio climático variarán según la época y la geografía. El impacto sobre las personas será tan variado y específico como las fuentes de ingreso de los hogares y sus patrones de consumo.

¿Comprendemos del todo estos impactos diferenciados como para poder actuar de una manera que sirva para ayudar a los pobres?

Los hogares más pobres viven al día, es decir que su consumo depende de un ingreso. Su ingreso depende de un trabajo, muchas veces informal e irregular, sujeto a los shocks de empleo. Los bienes que poseen —hogares, medios de vida y comunidades— no están en el banco. Son más frágiles, más proclives a sufrir daños, ser destruidos o liquidados durante una catástrofe.

Las consecuencias en términos de bienestar del cambio climático no son nuevas, y dependen como siempre de las fuentes de ingreso del hogar y sus patrones de consumo . En términos de reducción de la pobreza y prosperidad compartida, al cambio climático hay que entenderlo no como una amenaza nueva, sino como una combinación sin precedentes de amenazas ya conocidas. A continuación señalamos cuatro amenazas críticas:

 

  1. El alza de la temperatura disminuirá la productividad laboral. El alza de la temperatura y la volatilidad de las precipitaciones significan que los trabajadores producen y perciben menos. Cuando trabajan fuera del hogar, los pobres tienen más probabilidades de trabajar al aire libre o tener trabajos informales, físicos e intensivos en mano de obra. Para el año 2030, ALC podría perder el equivalente a 2,5 millones de puestos de trabajo en horas de trabajo debido a los extremos de calor. Para fines de este siglo, el calentamiento podría reducir las horas de trabajo en el trópico hasta en un 10 %.
  2. El cambio climático afectará los alimentos que los pobres producen y consumen. Casi siete de cada diez adultos indigentes en ALC trabajan en la agricultura. El calentamiento degradará la productividad agropecuaria y los ingresos laborales. Los sistemas agropecuarios están más expuestos a los shocks climáticos y de precipitación extremos. Una mayor volatilidad podría dificultar la capacidad de los gobiernos de financiar y poner en marcha subsidios a los alimentos.  Los pobres dedican una parte sustancial de sus gastos totales a los alimentos, volviéndolos particularmente vulnerables ante cualquier shock en el precio de los alimentos. En 2019, 113 millones de personas (19,3 % de la población) no pudieron costearse una dieta saludable en América Latina, un aumento del 8,4 % respecto de 2017
  3. Los extremos climáticos obstaculizarán la acumulación de capital físico y humano de los pobres. Los activos de los pobres en general son más tangibles y por ende más vulnerables a los procesos de destrucción que los activos de los hogares ricos. Los hogares pobres tienen menos probabilidades de contar con un seguro contra pérdidas por desastre, y más probabilidades de tener que enfrentar elecciones difíciles cuando sus viviendas y medios de vida sufren daños . Los apagones y los caminos intransitables hacen que los puestos de trabajo, las escuelas y los hospitales sean inaccesibles. En Dominica, a un mes del Huracán María, el 95 % de los alumnos aún no tenía acceso a la escuela, de acuerdo al gobierno de la Mancomunidad de Dominica, dando inicio a un proceso de degradación de su potencial de ingreso a largo plazo. En Guatemala, la tormenta Stan aumentó la probabilidad de trabajo infantil en un 7,3 % en aquellos departamentos afectados por la misma.
  4. El cambio climático elevará los gastos en salud. El alza de la temperatura, el estrés hídrico y la creciente frecuencia de las inundaciones elevarán la incidencia de enfermedades transmitidas por el agua, imponiendo costos por tratamiento y pérdidas de ingreso en los hogares afectados . Las enfermedades transmitidas por el agua afectan de manera desproporcionada a los hogares pobres, ya que es menos probable que tengan electricidad, agua potable y saneamiento. Por ejemplo, los trastornos de precipitación adversos en Brasil se correlacionan firmemente con una mayor mortalidad infantil, menor peso al nacer y períodos de gestación más cortos. Los vectores principales son la falta de acceso al agua potable y el aumento resultante en enfermedades infecciosas. No obstante, la menor producción agropecuaria, y la consiguiente disminución en la ingesta nutricional, también podrían jugar un papel en la suba de los costos de salud.

 

El Banco Mundial y los países ya saben cómo salvaguardar el bienestar frente a la adversidad. El cambio climático supone desafíos enormes. Algunos, como la descarbonización, son completamente nuevos. La mayoría, sin embargo, son tristemente conocidos. Las sequías y las pestes en el pasado han destruido cosechas. Las inundaciones ya impactaron en barrios informales, interrumpieron servicios e intensificaron las enfermedades. Las viviendas y los medios de vida han sido destruidos y reconstruidos un sinnúmero de veces.

El Banco Mundial tiene amplia experiencia en proporcionar las herramientas que los pobres necesitan para prosperar.  El acceso a educación, salud, agua potable y saneamiento y demás infraestructura básica, gestión de ecosistemas, agricultura climáticamente inteligente y modernización edilicia ayuda a las comunidades a adaptarse y responder ante el impacto del cambio climático.

Cuando todo lo demás falla, las redes de protección social ayudan a las comunidades a reconstruir mejor. Las herramientas que funcionaron en el pasado también ayudarán a las personas a adaptarse ante el cambio climático. El desarrollo verde, resiliente e inclusivo, es decir, el crecimiento sostenible, es más que nunca la respuesta correcta. 

 


Autores

Anna Wellenstein

Director Regional, Asia Oriental y Pacífico, Grupo de Práctica en Desarrollo Sostenible, Banco Mundial

Sara Turner

Economist with the World Bank Sustainable Development Group

Brian Walsh

Senior Economist, Climate Change Group

Únase a la conversación

Este contenido no se mostrará públicamente
Caracteres restantes: 1000