La violencia contra las mujeres es una pandemia invisible, reconocida mucho antes de la COVID-19 (coronavirus), que incide en la vida de quienes la sufren y también afecta a sus familias y comunidades. En el curso del año anterior al inicio de la COVID-19, 243 millones de mujeres sufrieron violencia sexual o física a manos de su pareja. Hay otras estadísticas igualmente desoladoras: 15 millones de niñas adolescentes de 15 a 19 años han experimentado relaciones sexuales forzadas en todo el mundo y, cada día, 137 mujeres son asesinadas por miembros de su propia familia.
En promedio, sin embargo, menos del 40 % de las mujeres y niñas que sufren violencia buscan ayuda de algún tipo. Durante la pandemia, el número de llamadas a las líneas telefónicas de asistencia se ha quintuplicado en algunos países, lo que sugiere que el problema está empeorando debido al confinamiento y la restricción de movimiento.
Sabemos por pandemias ocurridas en el pasado (PDF, en inglés) que la combinación de varios factores —estrés económico, disminución de la movilidad y del acceso a servicios sanitarios, cuarentenas y aislamiento social, y relaciones abusivas— conlleva un incremento de la violencia de género (VG).
La violencia de género y la COVID-19 tienen algunas características similares, a saber: ambas son mundiales, no conocen fronteras y no hacen distinción alguna entre ingresos, razas o religiones; ambas causan la muerte e infligen un enorme sufrimiento a las víctimas, tanto físico como mental. Además, para combatir estas dos pandemias, es necesario modificar las conductas.
No obstante, hay una gran diferencia: mientras que la COVID-19 concita el interés y la acción mundiales, la atención que se dedica a la VG es relativamente escasa. No se están adoptando las medidas internacionales, en particular los cambios de conducta, que se necesitan con urgencia y están retrasadas.
Por ese motivo, durante estos 16 días de activismo, que comenzaron el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, se nos convoca a redoblar los esfuerzos y las inversiones para combatir este flagelo, dado que la violencia de género es una pandemia mundial simultánea a la de COVID-19.
- En primer lugar, hemos incorporado medidas relativas a la VG en la implementación de la decimonovena reposición de los recursos de la Asociación Internacional de Fomento (AIF-19), nuestro programa de tres años, por valor de USD 82 000 millones, para respaldar el desarrollo en los países más pobres del mundo.
- En segundo lugar, a partir del 1 de enero de 2021, el Banco Mundial descalificará a los contratistas que no cumplan con las obligaciones relacionadas con la VG.
- Por último, estamos incorporando sistemáticamente componentes relativos a la VG en nuestras operaciones de respuesta a la COVID-19, así como en nuestra cartera más amplia.
Por ejemplo, en Sri Lanka, a través de la operación de respuesta de emergencia a la COVID-19, por valor de USD 128 millones (i), se brinda ayuda al Ministerio de Salud para incluir iniciativas orientadas a mejorar la respuesta del sistema sanitario a las sobrevivientes de VG. El ministerio incrementará el número de centros que brindan asistencia a sobrevivientes y fortalecerá la capacidad del personal para prestar servicios de calidad. También creará conciencia en la comunidad acerca de estos servicios, de modo que las sobrevivientes se sientan seguras para solicitar ayuda.
Esta operación demuestra que los Gobiernos pueden abordar la VG al mismo tiempo que responden a la COVID-19, incluso a través de medidas que tengan por objeto:
- Garantizar que los servicios relacionados con la VG incluidos en los sistemas de salud se designen como “esenciales”.
- Capacitar al personal sanitario para que identifique los casos de VG, maneje adecuadamente la información obtenida, y derive a las pacientes para que reciban servicios adicionales.
- Incluir mensajes sobre la VG en las actividades de promoción de la salud comunitaria durante la respuesta de emergencia.
- Incorporar módulos en la capacitación sobre COVID-19 que ayuden al personal a identificar, tratar y recomendar otros servicios a las sobrevivientes de VG.
Además, el Banco Mundial impulsa el cambio a través de diálogos sobre políticas con los Gobiernos, a fin de ayudarlos a entender la gama de reformas que pueden emprender para abordar la violencia de género. En Fiji, por ejemplo, después del inicio de la COVID-19, el Ministerio de Mujeres, Infancia y Alivio de la Pobreza impulsó la creación de vías virtuales de derivación, llevó a cabo negociaciones con la policía para ofrecer a las mujeres un transporte seguro a los servicios durante las horas de toque de queda, e impartió capacitación a trabajadores sanitarios. Asimismo, el Gobierno reforzó las líneas telefónicas de asistencia a nivel nacional y se asoció con el sector privado en una campaña de comunicaciones sobre la VG y la COVID-19.
"Los 16 días de activismo contra la violencia de género constituyen un llamado de atención a la comunidad internacional, incluidos los sectores público y privado, para que aborde estas dos pandemias. Debemos fortalecer la coalición internacional de asociados que combaten activamente la VG"
Durante la recuperación, además, los Gobiernos pueden aumentar la resiliencia de los hogares vulnerables proporcionándoles donaciones, viviendas, dinero en efectivo o cupones de alimentos para reducir el estrés económico. Pueden comenzar a preparar a los hogares para un período prolongado de estabilidad económica, pues se sabe que las dificultades financieras, el desempleo y la vida en barrios pobres inciden en las tasas de violencia contra la pareja y en su gravedad. Además, estas medidas pueden dar a las mujeres un mayor control sobre los recursos económicos.
A fin de ayudar a los equipos del Banco, hemos elaborado orientaciones (i) sobre el modo de trabajar con los Gobiernos para ofrecer transferencias de efectivo o en especie a las mujeres. En más del 70 % de 22 estudios cuantitativos y cualitativos rigurosos (PDF, en inglés) se observa que las transferencias a los hogares pobres reducen la violencia contra la pareja. Incluso las reducciones pequeñas a través de programas específicos son significativas, dada la cobertura generalizada, la escalabilidad y la eficacia en función de los costos de las transferencias de efectivo. Asimismo, las operaciones pueden ayudar a los Gobiernos a ampliar la elegibilidad y la cobertura a fin de incluir a empleadas domésticas, mujeres empleadas en el sector informal, y cuidadoras no asalariadas, pues el impacto económico de la COVID-19 puede afectar a estas trabajadoras en mayor medida que a las mujeres que tienen otras formas de empleo. Por otra parte, los equipos pueden fomentar la ampliación y flexibilización de los requisitos de elegibilidad para el seguro de desempleo que son restrictivos para las mujeres, de manera, por ejemplo, que el seguro esté a disposición de las trabajadoras informales.
Se están realizando avances, pero aún queda mucho por hacer. Los 16 días de activismo contra la violencia de género constituyen un llamado de atención a la comunidad internacional, incluidos los sectores público y privado, para que aborde estas dos pandemias. Debemos fortalecer la coalición internacional de asociados que combaten activamente la VG.
Me reconforta que los equipos del Banco Mundial que trabajan en la respuesta a la COVID-19 pongan empeño en analizar medidas adicionales para resolver este acuciante problema. Insto a nuestro personal y a la comunidad internacional a redoblar sus esfuerzos durante este tiempo único, en el que tenemos la oportunidad de abordar las dos pandemias al mismo tiempo. El Grupo Banco Mundial se ha comprometido a desempeñar un papel activo en este esfuerzo, trabajando en colaboración con asociados a nivel mundial, regional y nacional. Creemos que la violencia contra las mujeres y las niñas es una pandemia y que es posible eliminarla en el transcurso de nuestra generación.
ENLACES RELACIONADOS
La respuesta del Grupo Banco Mundial a la pandemia de COVID-19 (coronavirus)
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