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Aire limpio para tener cielos azules y vidas sanas: tres consideraciones que deben tener en cuenta los responsables de formular políticas

Saint Louis, Senegal. Children play with a kite on a fishermen's pirogue on the beach Saint Louis, Senegal. Children play with a kite on a fishermen's pirogue on the beach

El verano pasado ocurrieron numerosos desastres climáticos y la calidad del aire disminuyó considerablemente. Además, los patrones de viento hicieron que el humo de los incendios forestales en el sureste de Canadá fuera visible en la costa este de Estados Unidos. En ese momento, producto de los incendios se liberaron 290 millones de toneladas de carbono a la atmósfera, y con ello se duplicó el récord anual registrado anteriormente. Nueva York, una de las ciudades hasta donde llegó el humo, tenía uno de los niveles más altos de contaminación atmosférica entre las principales urbes del mundo, superando a metrópolis como Nueva Delhi.

Aunque los impactos son cada vez más impresionantes, no nos encontramos frente a un fenómeno nuevo. En Asia meridional, además de Nueva Delhi, se encuentran 9 de las 10 ciudades del mundo con la peor contaminación atmosférica, un problema que provoca alrededor de 2 millones de muertes prematuras anuales en toda la región y conlleva costos económicos significativos. En una nueva investigación de la Universidad de Chicago (i) se sugiere que las personas podrían perder aproximadamente 5 años de esperanza de vida en promedio en Bangladesh, India, Nepal y Pakistán.

A nivel mundial, la contaminación atmosférica causa la muerte prematura de más de 7 millones de personas cada año, una cifra superior a los fallecimientos debido a la COVID-19 desde marzo de 2020.  Además de la pérdida de vidas, la contaminación del aire origina enfermedades agudas, limitaciones de por vida y discapacidades. Asimismo, afecta la productividad de los trabajadores, el potencial de aprendizaje de los niños y las condiciones de funcionamiento de las empresas. El daño económico asciende al 6,1 % del PIB mundial, al año (i). De manera desproporcionada, esta carga recae sobre los niños pequeños, las mujeres y los sectores más pobres de la sociedad.

Como no podemos lograr un mundo sin pobreza en un planeta con contaminación del aire, hay tres consideraciones clave que no debemos olvidar:

  1. Disponer de mejores datos: no siempre es obvio qué causa la contaminación atmosférica, pero responder a esa pregunta es un paso fundamental para focalizar la acción y tener un impacto real. La calidad del aire se ve afectada por las actividades de los diversos sectores, además de la combustión de combustibles fósiles en las centrales eléctricas, las industrias y los vehículos. En los países en desarrollo, otras fuentes como las actividades agrícolas, la quema de residuos, la calefacción y la cocina de las viviendas, las pequeñas cocinas comerciales y el polvo de los paisajes degradados desempeñan un papel importante. Disponer de mejores datos sentará las bases para llevar a cabo intervenciones más específicas y lograr impactos de manera más rápida.
  1. Implementar mejores políticas regionales que eliminen las brechas urbanas y rurales: la contaminación del aire recorre grandes distancias —atravesando fronteras municipales, estatales y nacionales— y queda atrapada en grandes “cuencas atmosféricas” que son determinadas por la climatología y la geografía. En muchas ciudades de Asia meridional, solo un tercio de la contaminación del aire se origina en las ciudades (i). En los Balcanes occidentales (i), otra “zona crítica”, entre el 30 % y el 40 % de la contaminación atmosférica proviene de los países vecinos (i). Los países deben unirse para frenar este problema.
  1. Invertir en un desarrollo inteligente respecto de la naturaleza y el clima: las tres crisis ambientales —el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación— no son problemas separados, sino que se interrelacionan. Para ahorrar dinero y acelerar el impacto, debemos evaluar las sinergias entre las soluciones para estas tres crisis, así como las posibles ventajas y desventajas (i).

La buena noticia es que los países y las ciudades ya están tomando medidas para que sus vecindarios sean habitables.

En el Banco Mundial, hemos apoyado la gestión de la contaminación atmosférica en todo el mundo durante décadas. Por ejemplo, en India (i), un programa del Banco Mundial respalda enfoques de gestión de la calidad del aire a nivel estatal y regional, entre ellos el primer Plan de Acción sobre Cuencas Atmosféricas para las llanuras indogangéticas, que incluye a Nueva Delhi. Este enfoque regional sobre cuencas atmosféricas garantizará que las soluciones específicas en los distintos sectores logren resultados más allá de una provincia o ciudad. También damos apoyo a la Red Nacional de Conocimientos de India que trabaja en la creación de un nuevo programa de capacitación cuyo objetivo es promover el desarrollo de habilidades de los ciudadanos para que acepten los nuevos empleos en el área de la gestión de la contaminación atmosférica.

En Egipto, el cambio climático ha empeorado el polvo natural en el Gran Cairo, deteriorando las condiciones respiratorias de sus habitantes. El Gobierno está tomando medidas para abordar las crisis interrelacionadas de la naturaleza, el clima y la contaminación a través de un proyecto respaldado por el Banco (i) que mejorará la gestión de los residuos sólidos, el transporte público ecológico (incluidos autobuses eléctricos) y creará conciencia entre los ciudadanos acerca de las medidas para enfrentar la contaminación atmosférica.

Todas las personas tienen un papel que desempeñar. Poner fin a la pobreza en un planeta habitable exige mayores acciones colectivas contra la contaminación atmosférica; medidas que, en el Banco Mundial, estamos preparados para tomar, y podemos y queremos implementar. 


Autores

Valerie Hickey

Directora de la Práctica Global de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Economía Azul del Banco Mundial

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