Me reuní con mi amiga Asma'a una noche en un conocido café de El Cairo con vistas al Nilo. Como muchas jóvenes egipcias que conocí ese verano, Asma'a era inteligente, emprendedora, y estaba desempleada. Desde que se obtuvo un título en Derecho, había postulado en vano a un sinnúmero de trabajos, pero no había renunciada a encontrar un empleo en la carrera que estudió. Estaba particularmente molesta esa noche porque sus padres le habían prohibido aceptar un trabajo de camarera, ya que consideraban que era moralmente inapropiado. Sintiéndose cada vez más desesperada, Asma'a dijo que estaría dispuesta a aceptar cualquier empleo solo para poder trabajar.
Asma'a es una de las 865 millones de mujeres en todo el mundo que tienen el potencial de contribuir más plenamente a la economía global. Ellas representan un poderoso recurso para impulsar el crecimiento económico y el desarrollo. Sin embargo, el hecho de no aprovechar completamente los talentos y habilidades del género femenino está retrasando a muchos países. Un estudio del Fondo Monetario Internacional (i) estima que si las mujeres como Asma'a participaran en la fuerza laboral en la misma proporción que los hombres, podrían elevar en un 34% el producto interno bruto (PIB) de Egipto. Además, las mujeres que están empleadas invierten la mayor parte de sus ingresos en la salud y educación de sus hijos, ayudando a sus familias a escapar de la pobreza.
En todo el mundo las mujeres enfrentan persistentes obstáculos legislativos y culturales para poder participar en la fuerza laboral. De los 143 países estudiados en el proyecto Women, Business and the Law (Mujeres, empresas y el derecho) (i) del Banco Mundial, en 79 existen restricciones legales respecto de las horas de trabajo, los sectores y las ocupaciones, lo que limita el tipo de tareas a las que las mujeres se pueden dedicar. Más de la mitad de las que participan en la fuerza laboral a nivel mundial forman parte de la economía informal, sin los beneficios y la seguridad del trabajo remunerado.
No es posible superar estos obstáculos sin la participación del sector privado, que representa casi 9 de cada 10 puestos de trabajo en el mundo en desarrollo. Las empresas visionarias reconocen cada vez más que el apoyo a las trabajadoras no es solo lo correcto, sino que aumenta su propia competitividad. El desafío es conseguir que más compañías reconozcan este hecho.
Con este fin, la Corporación Financiera Internacional (IFC), miembro del Grupo del Banco Mundial, puso en marcha la alianza WINvest. (i) Esta iniciativa reúne a empresas privadas para desarrollar ideas y mejores prácticas que permitan avanzar en las condiciones de trabajo y oportunidades de empleo para las mujeres, mejorando al mismo tiempo los resultados empresariales. A partir de la experiencia de las compañías que integran WINvest, un nuevo informe de IFC (i) describe la justificación comercial para la inversión en el empleo de las mujeres.
Por ejemplo, las empresas se benefician de la puesta en práctica de programas que ayudan a equilibrar la vida laboral y la vida personal, como por ejemplo servicios de cuidado de los niños y de salud, y condiciones de trabajo flexibles. Estas medidas de costo relativamente bajo pueden disminuir significativamente la rotación de personal y el ausentismo a través del aumento de la satisfacción de los empleados. Para Nalt Enterprise, una fábrica de ropa vietnamita, la reducción de la rotación del personal es una preocupación constante de la empresa. Pero después de crear un jardín de infantes en el lugar para los hijos de los trabajadores, Nalt comprobó que tales tasas bajaron en un tercio.
Cuando se trata de contratar a los mejores talentos, muchas empresas dicen que simplemente no pueden permitirse el lujo de perder el potencial de empleo y las habilidades de la mitad de la población. Una empresa que se ha beneficiado del establecimiento de políticas de contratación inclusivas es Odebrecht, un conglomerado brasileño de negocios. Odebrecht pudo ampliar el grupo de candidatos en sus sitios de construcción y aumentar la calidad de su fuerza laboral al alentar fuertemente la presentación de hombres y mujeres en su programa de capacitación previa a la contratación, a pesar de que esta actividad se considera a menudo un trabajo de “varones”.
Las experiencias prácticas de estas empresas pueden demostrar y entregar importantes enseñanzas para otras compañías que operan en mercados emergentes. IFC seguirá ofreciendo una plataforma de aprendizaje y orientará a las firmas que deseen generar un cambio. Pero esto no es suficiente por sí solo. Liberar el potencial de Asma'a, y de 865 millones de mujeres como ella, requerirá un esfuerzo coordinado por parte de los responsables de la formulación de políticas, los profesionales del desarrollo y el sector privado. Aunque el desafío es enorme, los costos de la falta de acción son aún mayores.
Esta publicación apareció originalmente en Huffington Post. (i)
Únase a la conversación