La COVID-19 ha provocado un gran retroceso en la economía mundial ya que, solo durante 2020, más de 100 millones de personas cayeron en la pobreza extrema (i) es decir tienen que vivir con menos de USD 1,90 al día.
El crecimiento económico mundial tocó fondo al llegar a -3,4 % en 2020 debido a la COVID-19, pero se prevé que se desacelerará de nuevo del 5,5 % en 2021 al 4,1 % este año. Al mismo tiempo, vemos indicios de una reactivación a dos velocidades en la que los países de ingreso alto podrían recuperarse de manera constante, mientras que los países de ingreso bajo podrían quedar rezagados, particularmente en África subsahariana.
Ya en 2022, inundaciones en Brasil y Madagascar y una erupción volcánica en Tonga han puesto de relieve los riesgos que los desastres naturales suponen para el desarrollo. La crisis sanitaria y económica mundial provocada por la COVID-19 se ha agravado por inundaciones, tormentas y olas de calor que pueden hacer caer a los hogares pobres en la trampa de la pobreza por un largo tiempo. Estimamos que hasta 130 millones de personas podrían verse empujadas a la pobreza para 2030 debido a los impactos climáticos. A menos que actuemos, estos graves riesgos podrían socavar los esfuerzos mundiales para eliminar la pobreza.
Para garantizar una recuperación sólida y duradera para todos, será esencial gestionar adecuadamente las presiones inflacionarias abordando al mismo tiempo los problemas de la deuda. Pero también será necesario incorporar medidas de adaptación climática en los paquetes de recuperación económica.
En el Grupo Banco Mundial, aumentamos nuestro financiamiento para respaldar una recuperación sostenible de la COVID-19. Desde abril de 2020 hasta junio de 2021, implementamos la mayor respuesta a una crisis en toda nuestra historia: se comprometieron más de USD 157 000 millones, incluidos más de USD 50 000 millones en financiamiento de la Asociación Internacional de Fomento (AIF), nuestro fondo para los países más pobres del mundo, otorgados a título de donación o en condiciones sumamente favorables.
Hemos adoptado el enfoque de desarrollo verde, resiliente e inclusivo (GRID), respaldado por la Junta de Gobernadores del Banco Mundial, para ayudar a los países a superar la pandemia. Este implica vincular soluciones a corto y largo plazo para incorporar la adaptación y la resiliencia en los paquetes de recuperación económica.
Dado que somos el mayor proveedor de financiamiento climático para el mundo en desarrollo, ahora incorporamos el cambio climático en todas nuestras estrategias de los países (desarrollo verde). También estamos ayudando a los países a fortalecer la resiliencia ante los desastres en las áreas de infraestructura, respuesta a emergencias, financiamiento del riesgo de desastres y redes de protección social (desarrollo resiliente). Además, ayudamos a los países a planificar e implementar medidas de protección social, con la asignación de más de USD 10 000 millones en financiamiento del Banco Mundial que llega a más de 1000 millones de personas (desarrollo inclusivo).
Pero el Banco Mundial no puede hacer esto por sí solo. Dado que los fenómenos meteorológicos extremos son cada vez más frecuentes e intensos debido al cambio climático, redoblar los esfuerzos internacionales para gestionar los riesgos de desastres cobra especial importancia.
Japón ha demostrado su liderazgo mundial a la hora de poner la gestión del riesgo de desastres en el primer plano de la agenda del desarrollo y pasar de las palabras a la acción. Un ejemplo son las recientes negociaciones para la vigésima reposición de recursos de la AIF (AIF-20). Gracias al liderazgo de Japón, la preparación para las crisis que engloba la creación de resiliencia ante los desastres naturales se incluyó como uno de los cuatro temas transversales de la AIF.
Además, el Programa del Banco Mundial y Japón para Integrar la Gestión de Riesgos de Desastre en los Países en Desarrollo ha financiado actividades de creación de resiliencia en 97 países. Esta importante iniciativa ha ayudado a los países a definir prioridades, formular marcos de políticas y realizar estudios de viabilidad, sentando las bases para movilizar financiamiento en gran escala para sus inversiones en gestión del riesgo de desastres.
Además del financiamiento, nuestra asociación de larga data con Japón ha mostrado que los países se benefician enormemente de la conexión con los conocimientos técnicos y las mejores prácticas organizacionales.
Este es exactamente el papel para el que se creó el Centro de Gestión de Riesgo de Desastres del Banco Mundial en Tokio, uno de los pilares fundamentales del Fondo Mundial para la Reducción y la Recuperación de los Desastres (GFDRR) del Banco Mundial. Desde 2014, el Centro ha liderado la incorporación de la gestión del riesgo de desastres en las operaciones financiadas por el Banco Mundial, movilizando a expertos de todo el mundo, en particular de Japón.
Tomemos el ejemplo de la seguridad de las represas en India. El país tiene más de 1000 grandes represas cuya integridad estructural durante los desastres es crucial para la seguridad de las comunidades que viven aguas abajo. A través del Centro, nuestro equipo de trabajo se benefició de los conocimientos de nivel internacional de la Agencia Japonesa del Agua en materia de operación de represas. Dicho organismo ayudó a definir nuevos procedimientos de seguridad que se implementarán, con el apoyo financiero del Banco Mundial, en grandes represas de todo el país.
Este ejemplo sobre la seguridad de las represas en India pone de relieve la importancia de fortalecer la resiliencia de los sistemas de infraestructura. Los costos directos de reparar activos como carreteras, centrales eléctricas y tuberías de agua en países de ingreso bajo y mediano se han estimado en USD 18 000 millones anuales. Pero los costos anuales de las interrupciones en el funcionamiento de la infraestructura ascienden a por lo menos USD 391 000 millones. Para evitar estas pérdidas es necesario que los países reconsideren cómo prestan los servicios de transporte, energía y agua.
El desafío de lograr que las carreteras, los ferrocarriles, las líneas de transmisión de energía, las centrales eléctricas, las tuberías de agua, las instalaciones de saneamiento y los edificios escolares de los países en desarrollo sean resilientes al cambio climático apenas comienza. Japón tiene conocimientos de ingeniería de vanguardia y políticas públicas sobre muchos aspectos relacionados con este desafío, lo que refleja su propia historia en el área de la gestión del riesgo de desastres. La comunidad internacional está reflexionando sobre los principales logros y el camino a seguir mientras la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNDRR) lleva a cabo el examen de mitad de período del Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres, que se adoptó en 2015 como sucesor del Marco de Acción de Hyogo para 2005-2015.
Por parte del Banco Mundial, espero que podamos ampliar aún más la buena colaboración que el Centro de Gestión de Riesgo de Desastres de Tokio ha ayudado a facilitar. Dichos esfuerzos serán esenciales para garantizar una recuperación verde, resiliente e inclusiva de la pandemia y hacer realidad la visión del Marco de Sendai.
Este artículo se publicó por primera vez en el International Development Journal de Japón en abril de 2022.
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