Hasta junio de 2023, a nivel mundial, 114 millones de personas habían sido desplazadas por la fuerza de sus hogares, la mayoría de ellas dentro de sus propios países. La intensificación de nuevos conflictos, como los de Sudán y Gaza, y las crisis superpuestas del desplazamiento forzado y el cambio climático (i) subrayan la urgencia de abordar las necesidades de los desplazados.
Un porcentaje desproporcionado de las personas desplazadas por la fuerza son mujeres y niños y las mujeres y los niños representaron el 80 % de los nuevos desplazados internos (PDF, en inglés) en 2021. Por ejemplo, en 2022, el inicio de la guerra en Ucrania obligó a millones de personas a abandonar el país, y las mujeres y los niños constituyeron el 86 % de los refugiados ucranianos (i). De manera similar, casi 1 millón de mujeres y niñas (i) fueron desplazadas dentro de Gaza en los últimos tres meses de 2023.
Las personas desplazadas por la fuerza representan un desafío para el desarrollo de las ciudades receptoras en las que residen (más de la mitad de los refugiados y los desplazados internos viven en ciudades), y la mayoría de ellas se encuentran en países de ingreso bajo y mediano. A medida que aumenta el número de personas desplazadas que eligen permanecer en las ciudades durante un tiempo prolongado (en promedio, 10 años), las intervenciones deben centrarse en las maneras de integrarlas de forma sostenible en el tejido urbano existente. Pero esto debe hacerse teniendo en cuenta la perspectiva de género, y es fundamental responder a las necesidades tanto de las personas como de los lugares afectados por el desplazamiento forzado.
En el nuevo informe Gender and Forced Displacement in Cities (i) (Las cuestiones de género y el desplazamiento forzado en las ciudades) y la nota de orientación (i) complementaria para los equipos de operaciones se describe un marco analítico para comprender algunas de estas brechas y problemas de género en el contexto del desplazamiento forzado urbano y las intervenciones pertinentes dirigidas a las mujeres y niñas.
En el informe se presenta un “enfoque centrado en la gente y el lugar”, que integra la atención en las personas (poniendo énfasis en las necesidades específicas de las mujeres y niñas desplazadas) con la atención en los lugares (considerando las necesidades más amplias de las comunidades e instituciones receptoras). En el documento se analizan exhaustivamente cinco ciudades de acogida [1] y se dan a conocer ejemplos de los principales desafíos que enfrentan las mujeres desplazadas en diversas regiones. Además, se identifican brechas de género e intervenciones en cinco áreas: espacial, física, social, económica e institucional.
La presencia de mujeres desplazadas en una ciudad aumenta la demanda de infraestructura y servicios urbanos. La dispersión de los desplazados, a menudo en asentamientos informales, dificulta los esfuerzos para brindarles servicios y para que las mujeres se sientan seguras.
“No me siento segura en el barrio, tengo miedo de salir y de estar en medio de un tiroteo. Esa es la triste realidad en la que vivo. Salgo a la tienda corriendo, asustada. Eso no es vida”.
En situaciones de desplazamiento prolongado, es crítico centrarse en garantizar la seguridad de las mujeres y niñas, así como en utilizar estrategias enfocadas en el desarrollo para apoyar su bienestar. Una de las preocupaciones más urgentes de las mujeres y niñas desplazadas es la violencia de género, ya que las tasas alcanzan niveles alarmantes en áreas donde hay o ha habido conflictos. Viviendas y espacios públicos seguros son cruciales para proteger a las mujeres y niñas desplazadas de la violencia de género.
“Hay todo tipo de personas en esta zona, y los chicos se burlarán de nosotras o nos acosarán si salimos solas”.
Además, el desplazamiento a menudo obliga a las mujeres a buscar empleo, frecuentemente en sectores informales, alterando la dinámica de la composición de los hogares y los roles sociales. Según un informe del Grupo Banco Mundial de 2021 (página 122) (i), en Somalia, “los desplazados internos urbanos a menudo enfrentan discriminación en los mercados laborales, ya sea porque provienen de lugares controlados por Al-Shabaab o porque son percibidos como competencia por otros trabajadores urbanos. Las mujeres de zonas urbanas enfrentan niveles más altos de subempleo que los hombres de zonas urbanas y tienen menos probabilidades de encontrar trabajos donde les paguen un sueldo o salario fijo”.
Pero, hay buenos ejemplos y prácticas prometedoras de las que podemos aprender. Por ejemplo, en 2017 se produjo una afluencia repentina de refugiados a Cox's Bazar (Bangladesh) debido a la violencia en Myanmar, muchos de los cuales habían sido víctimas de violencia de género. En el Proyecto de Apoyo a la Salud y las Cuestiones de Género en el Distrito de Cox’s Bazar (i) se diseñó una respuesta centrada en las víctimas. Se fortaleció la capacidad del Ministerio de Salud de Bangladesh para combatir la violencia de género utilizando un enfoque territorial que se aplicó en los centros de salud existentes, complementando los servicios tanto para los refugiados como para la comunidad receptora. Este caso pone de relieve el papel crucial de los Gobiernos locales y nacionales a la hora de coordinar los servicios y garantizar la protección.
Las mujeres y niñas desplazadas son fundamentales cuando se abordan los desafíos de desarrollo urbano que enfrentan muchas ciudades del mundo. Es esencial ocuparse de las brechas en el acceso a la información, la seguridad en los espacios públicos y el transporte, la vivienda, la educación, el empleo, la atención médica, la respuesta a la violencia de género y el acceso a documentos. Los esfuerzos en estas áreas pueden fomentar la inclusión social, contribuir a la paz y la seguridad urbanas, y garantizar que las futuras generaciones de niñas desplazadas no queden rezagadas en las ciudades. La atención de las necesidades de las mujeres y niñas desplazadas por la fuerza que viven en contextos urbanos exige nuevos métodos de participación (i) y nuevas respuestas.
[1] Los análisis exhaustivos de cinco ciudades —Bogotá y Cali (Colombia), Karachi (Pakistán), Baidoa (Somalia) y Bangui (República Centroafricana)— contribuyen directamente a las operaciones o estudios en curso o previstos del Banco Mundial.
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